martes, 30 de marzo de 2010

Once ingleses con otras tantas sartenes

"Una buena sartén debe causar lesiones graves si se la estampas a cualquiera en la cabeza. Si dudas qué se abollará primero -la cabeza de la víctima o la sartén- tira en el acto la sartén a la basura".
Anthony Bourdieu, Confesiones de un chef.
Señoras: hoy, haute cuisine. Debe de parecer extraño cuando el Barça se juega nada más y nada menos que meterse en unas semifinales europeas. Pero la ocasión lo merece: del mismo modo en que la cocina puede ser un arte o un McDonald's, el fútbol puede ser La Masia o las islas británicas. Se trata, sencillamente, de conocer a un rival mucho más terrible que la exquisitez de Cesc, los voltios de Walcott o los ojos en blanco de Arshavin.
Resulta que el Arsenal es un equipo inglés y como bien saben ustedes, una de las razones para el desprecio que en este foro sentimos por la Premier radica en la locura que preside todas sus acciones. El el de las islas un juego básico, apasionado y viril. En Brasil se juega con las caderas del mismo modo que en Inglaterra todo parte de las entrañas. El fútbol de las Islas, el mejor del mundo para disfrutarlo desde un pub, destaca por sus entradas salvajes y su absoluto desprecio de la táctica, digno de los más descerebrados alumnos de segundo de Primaria. ¿Cambia algo Wenger, ese poeta del rencor? En fin: pongan a un filósofo a los mandos de un tanque y comprobarán que el tanque sigue aplastando todo a su paso.
Y bien, ¿qué ocurría en las islas mientras en Barcelona se gestaban las espumas, las texturas y las deconstrucciones? Seguramente perfeccionaban su técnica para freír pescado podrido con patatas sin que se notara mucho. ¿Quieren saber qué piensa de la cocina el señor Bourdieu, que de ser futbolero amaría la Premier? Dice que en las cocinas trabajan "una sarta de matones, borrachos, rateros, psicópatas y fulanas". Que el oficio "atrae a sujetos al borde de la legalidad, a gentes que han pasado por alguna experiencia atroz en la vida". Que al salir del restaurante y en fechas navideñas, tenía que esforzarse "para no decir: 'Pásame el jodido pavo, hijo de puta'".
Señores Busquets, Keita, Piqué, Puyol y compañía: mañana no es el Mallorca. Es una banda de locos programada para el saqueo, el pillaje y el homicidio. Van armados con sartenes y buscan venganza.

jueves, 25 de marzo de 2010

Carros de fuego

"Lo dejé todo pero no alcanzó". Así de lacónico estaba el pasado 16 de agosto Tyson Gay después de volar y completar los 100 metros en 9 segundos 71 centésimas. Había superado al antiguo plusmarquista Asafa Powell pero a pesar de su proeza de lo instantáneo, no ganó. Delante suyo, Usain Bolt se burlaba del reloj y se convertía en leyenda viva.
El deporte, a pesar del barón de Coubertin, es un mundo cruel en que la memoria sólo respeta a los primeros. De ahí la importancia del triunfo de Coe ante Cram, de Ali contra Frazier, de Beckenbauer sobre Cruyff o de Merckx sobre Poulidor. Todo eso viene a cuenta porque tiene toda la razón Guardiola: "71 puntos son una puta barbaridad". El Barça supera todas las marcas conocidas y a su lado aparece La Banda, un engendro vertiginoso con puños de acero.
Esta Liga va camino de convertise en algo épico, algo que será recordado dentro de mil años. Los récords batidos, la distancia vergonzosa a la que queda el Valencia, una solidez tremenda -y los marcapasos, aún, a punto de explotar-. Puede que sí, que todo pase por el Bernabéu. Puede que el fútbol, deporte cruel por antonomasia, se supere a sí mismo.
De alguna forma, esta Liga de la temporada 2009-2010 son todas las ligas. Conquistarla dará más gloria que nunca. Perderla... Es perfectamente posible que el vestuario que quede a las puertas del cielo responda a lo Applewhite & Nettles.

domingo, 21 de marzo de 2010

La noche que sobrevivimos

Ocurrió desde el inicio de la segunda parte y se alargó durante 25 minutos. El 17 de mayo de 2006, durante la final de París, este Cavernícola era incapaz de mirar en el televisor un partido sobre el que tenía que escribir páginas y páginas. Una subida de tensión mantuvo al fallido periodista visitando continuamente el lavabo. Ignoraba qué ocurrió durante esa eternidad hasta anoche, cuando encontré valor para seguir esos minutos.
Varias lecciones pueden extraerse: Puyol y Oleguer hicieron el peor partido que ha firmado jamás una pareja de defensas en una final de ese nivel. Seguramente, la peor actuación de sus vidas, que no es poco decir; de haber perdido el Barça, lo más probable es que se les hubiera apedreado hasta la muerte en el aeropuerto del Prat. Más: Valdés e Iniesta mantuvieron al equipo vivo. Su fe aguantó al equipo de Rijkaard, que aquella noche cometió la tropelía de meter en el once a Edmilson y Van Bommel y dejar al 24 en el banco.
Pero el Barça no ganó por sus jugadores. Resistió con 0-1 en contra por su rebeldía y por un espíritu colectivo que estuvo también en Deco, Eto'o, Ronnie, Gio o Larsson. No quisieron perder y por eso no entraron las claras ocasiones de Ljunberg, Heb o Henry, que habrían sido definitivas en los 25 minutos más terroríficos desde el Auswitch de Atenas.
Uno compara hoy a aquel equipo gunner con el actual y constata que juega a lo mismo. Antes el vértigo era Henry en toda su exuberancia, ahora es una gran línea que recuerda a lo que El Maestro escribió de la Roma de Spalletti. Jugador por jugador, no hay duda que en 2006 el Arsenal era un rival temible, mientras que ahora, salvo Cesc y tal vez alguno de sus laterales, es poco más que un compendio de wannabes de segunda fila de los que en España suelen acabar en el Atleti y algún crack en ciernes a la espera de abandonar el barco.
Decíamos, en cualquier caso, que no fueron los jugadores lo que decidió aquella noche a tumba abierta que resolvió un contrabandista*. Fue la capacidad de sobrevivir, la voluntad de un equipo imperfecto y de una afición que desfallecía, iba al lavabo a remojarse y volvía ante la tele. Darwin nos salvó entonces pero esta vez será más difícil: los londinenses tienen de su lado esa arma formidable que es la sed de venganza.
*Lamento no dejarlo como attachment, son las cosas de los chicles Orbyt. Fue publicado en el último El callejón del ocho de 2006 con el título El año Juliano
Es en la última escena cuando la heroína rubia se enfrenta a su verdugo. Le derrota mediante la técnica de Los cinco puntos de presión para hacer explotar un corazón. Al malvado Bill sólo le queda dar unos pasos sobre el césped antes de caer muerto.
El guión iba a repetirse a las 22.18 horas del 17 de mayo a la vista de medio mundo. Una veintena de deportistas bregaban bajo la lluvia en un campo de fútbol al norte de Francia. Era el ocaso del choque cuando uno de ellos decidió buscar la gloria.
Recogió un rechace y metió un balón profundo a Larsson. Avanzó unos metros, con ese trote elástico tan suyo. Dudó. Repentinamente, su instinto le ordenó lanzar un desmarque por detrás de Ljunberg. Mientras aceleraba, vio cómo Larsson salía del área para devolverle el cuero con el interior del pie izquierdo. Una sucesión cósmica de frustraciones acababa de desencadenarse.
El rapidísimo Cole no alcanzó el balón por un maldito milímetro. Hincó la rodilla justo para ver cómo un futbolista con perfil de contrabandista se disponía a recibir en el corazón del área. Mientras el esférico rodaba, el lateral inglés no sospechaba que el nombre de Juliano Belletti estaba a punto de instalarse para siempre en su memoria.
Y eso que Belletti era sólo el gafe en un equipo de campeones.Si había que dar una hostia, ahí estaba él. Cuando insultaba al rival, le cazaban las cámaras. Un día en que superó a todos en un juego de puntería, aquello resultó ser un entrenamiento y nadie supo de su gesta. Y para colmo, en dos años en el Barça no había marcado ni un triste gol, con una sola excepción: batió a Valdés en la eliminatoria contra el Chelsea de la campaña 2004-2005.
El control se le fue largo. Fueron las cinco zancadas más importantes de su vida, tratando de mantener ángulo para chutar pese a la embestida de Flamini. Cuando llegó el disparo, el defensor se estiró al máximo. Los tacos de su bota izquierda presintieron el balón, conocieron su veneno, pero no alcanzaron a tocarlo.
Eran las 22.18 horas cuando la pelota impactó en el gemelo de Almunia -que se maldeciría la pantorrilla por siempre jamás- antes de besar la red. El juego más democrático del mundo acababa de llamar a Belletti, como haría después con Materazzi o Cannavaro, entre sus elegidos. Era el instante soñado de todos los niños culés: un gol que valía una Champions.
En la grada del Stade de France, el padre y el hijo del dos azulgrana le vieron cubrirse los ojos con ambas manos para llorar bajo el chubasco. Y Belletti, como el villano que inventó Tarantino, gozó de una muerte poética. Pudo dar uno, dos, y hasta tres pasos, antes de caer fulminado sobre el césped. Junto a él se tendió el mejor futbolista del mundo para susurrarle unas palabras milagrosas. «Te lo mereces, te lo mereces».
Tras la piña, acallados los llantos de sus compañeros, Belletti quedó solo ante la historia. Contra toda lógica, pudo levantarse y volver a andar.

miércoles, 17 de marzo de 2010

Uno, dos, Leo ya está aquí

Señoras, señoras, sólo quedan siete. Siete y los servidores de ustedes y del buen fútbol. Es rara esta competición, y produce vértigo y mal de altura, y uno nunca sabe cuándo vendrán dos noches negras y la cosa se torcerá. Pero siguen quedando sólo siete después de una noche de tormenta azulgrana sobre la calva de Lehman.
Deténganse en los supervivientes un instante: si permiten, son cuatro aspirantes por historia y presupuesto (United, Inter, Arsenal y Bayern) y tres outsiders compactos, trabajados y con destellos de brillantez (Olympique de Lyon, Girondins y CSKA). Ninguno de ellos debería asustar a este Barça; pero todos son temibles porque ésta es la competición antidiurética que encumbró a Duckadam.
Si el sorteo es benévolo -y tras las agonías padecidas por el campeón del mundo en las gélidas Europas del Este bien podría serlo- no es descabellado soñar. Soñar con ganar la cuarta y profanar La Cibeles y hacer danzas rituales en la cueva de donde emanan todos los males. Pero disculpen, nos desbocamos. Conviene prudencia, calma, seny, castidad, oración, buenos alimentos y observancia cuaresmal. Mea culpa.
Pero ustedes lo entenderán: quedan cuatro aspirantes y tres outsiders; y, por supuesto, queda el campeón.
PS. Existe en Barcelona un ilustre aficionado azulgrana que llevaba años despreciando al mejor jugador del mundo, al que denomina "la rata". Está perdonado: tiene más razón de la que podría pensarse.

lunes, 15 de marzo de 2010

¡Ignición!

La primavera asoma, La Banda busca delanteros y entrenador y comienza la auténtica competición. Son las cosas del mes de marzo, cuando el fútbol deja de ser un plácido ejercicio doméstico de fin de semana para convertirse en cuestión de vida o muerte (o en algo mucho más importante que eso).
Soplan hoy vientos de optimismo en esta Caverna más allá de la enésima exhibición de la Bestia Parda, que fíjense si fue grande lo que hizo que hasta sonrió. Hasta César y De Albert acabaron abrazados (1'57") para celebrar su hat trick. Pero el Barça dio ayer otros motivos para el optimismo. Supo sufrir en la primera parte y aguantar la portería a cero, con ese regalo llamado Milito mandando desde atrás. Y más importante, demostró que sus jugadores aún tiene vergüenza y, tras la segura bronca del descanso, rescataron su mejor nivel. Por momentos, en la segunda parte ya se vio a un equipo afinado, fresco y profundo justo cuando llega el Stuttgart y media temporada puede irse a Sandiós.
Vienen curvas pero hay más ganas que miedo. Lucir en el pecho la copa del campeón del mundo no es ninguna broma. Jugar como hicieron ayer, "con una velocidad sólo concedida a ciertos locos", que diría Bolaño, tampoco.
Tres, dos, uno, ¡ignición!

miércoles, 10 de marzo de 2010

Las barbas a remojar

Refiero, en primer lugar, que con un raquítico grado de temperatura he visitado Canaletes esta noche, que he bebido de la fuente, triste y sola, que no he saludado al motorista que daba bocinazos bajando La Rambla, como no he aplaudido los tres cohetes que han detonado en la oscuridad barcelonesa. Admito, asimismo, que se me apetecería muchísimo hablar de cómo se vivirán las semanas en esa ciudad de periodistas zumbados, con esos largos siete días entre partido y partido, y mofarme de cómo le venden ahora El Proyecto a Ribéry.
Señores, en esta noche feliz hay cosas más importantes que decir. La principal, que el Barça debería sacar conclusiones de lo que le ha ocurrido a La Banda, y no por lo que pueda hacer el Stuttgart, sino por la posibilidad real de tirar la Liga. No son sólo las acusaciones de Cruyff. Es el nivel de algunos integrantes de la columna vertebral del equipo. Son las palabras de cierto Nostradamus, muy próximo a Pep y muy buen conocedor de lo que se cuece en ese equipo.
Supe de su existencia cuando las flors i violes del mes de diciembre, y lanzaba un aviso: el Mundialito sería del Barça, pero después, San Seacabó. Su razonamiento era simple. Por primera vez, España puede ganar el Mundial, y muchos dejarían de meter el pie. Comparen al Xavi del pasado año y a éste. Hagan lo propio con Busquets, Iniesta o Piqué. Puyol, ese artistazo, sí dio el nivel hasta que llegó febrero.
Desde aquí avisamos: el futuro de este equipo no depende de Messi, brutal, ni de Ibra, que ha aportado lo suyo y seguirá haciéndolo, ni de Valdés, Abidal o Alves, estratosféricos. Miren a Piqué y Touré. Dirijan su lupa a Xavi, Iniesta y Busquets. A ellos hay que mirar. Porque sin ellos, no tenemos centro del campo. Y sin centro del campo, así lo ignore muchos años el Floren, no hay fútbol.

viernes, 5 de marzo de 2010

El armario

En un momento de su vida, Iván Helguera, que jugaba en el Real Madrid, asisitió estupefacto a un extraño fenómeno: se acostumbró a ir de estadio en estadio mientras las aficiones rivales le gritaban aquello tan divertido de "¡Helguera, Helguera, Helguera maricón, maricón, maricón (...)!" o cosas similares. El hombre no era gay y la insistencia en el insulto era tal que hasta la máquina de esputar entendió que algo iba mal. Luego volveremos a eso.

Como saben, en Inglaterra se ha hecho una fracasada campaña para prohibir en los estadios determinados insultos homófobos. Salvo pedirle a Gago un hat trick, pocas cosas más difíciles pueden imaginarse. Pocos han hablado del asunto y casi nunca con un mínimo de credibilidad. A parte de infundios que vinculaban a Mourinho con Robson (no se respeta nada, en efecto), a Guardiola con Figo o a Bogarde con cofradías enteras de folclóricas, cuesta que se hable del tema en serio.
Cuando la cosa sale del territorio del rumor, no mejora. Romário comentó una vez que en fútbol hay muchos gays y que se sentía objeto de deseo. Lippi anunció que jamás ddejaría entrar en la sacrosanta azzurra a un homosexual, dónde va a parar. Eso debe ocurrir porque la sociedad sigue siendo homófoba y el fútbol es un santuario heteromachote. Y seguramente también porque el grito de "¡maricón!" tiene una sonoridad notable y rima en consonante fácilmente.
Esta semana encontré en una fiesta a una señora que conoció en su momento a ese poeta llamado Rochemback. La jamelga contó muchas cosas que inspiran esta entrada. Y, sin saberlo, lanzó una reflexión. ¿Aclamarán algún día las aficiones a un futbolista gay? ¿Lo harían si el gay en cuestión fuera, digamos, el mejor portero del mundo? ¿O el mejor futbolista del mundo?
Y cerremos el círculo recordando al incauto de Helguera. Ocurrió, por aquel entonces, que la revista 'Zero' anunció que iba a sacar en portada a un futbolista que salía del armario. No un cualquiera: internacional, podía jugar de defensa o centrocampista, había estado en el Espanyol y militaba en el Madrí. Los índices apuntaron a Helguera. No era él, pero en cualquier caso, la publicación no vio nunca a la luz porque el casto y derechón Ser Superior movió sus hilos.

Para lo bueno y para lo malo, el fútbol sigue siendo un territorio bárbaro al que le faltan muchos siglos para llegar a 1789. Y lo seguirá siendo mientras existan zopencos como nuestro buen amigo, el Floren de las Cavernas.