domingo, 30 de noviembre de 2008

Guerrear en pantalón corto

"Un partido contra la violencia en Aquisgrán convocado bajo el lema 'Deporte en lugar de violencia' se saldó con graves consecuencias para un espectador, de 24 años, que afeó desde la tribuna las agresiones en el campo. Uno de los futbolistas se lanzó sobre él y, tras insultarlo, empezó a darle puñetazos. Le siguieron otros cuatro compañeros de su equipo, que le patearon y siguieron con los puñetazos, cuando la víctima ya estaba en el suelo. Los agresores, de entre 20 y 25 años de edad, huyeron en tres automóviles, sin que hasta el momento la policía haya logrado dar con ellos".
Esta crónica de un partido disputado este año ilustra una semana de fútbol verdadero. Como también lo hace el juicio que se celebra estos días en Cerdanyola: cuatro espectadores de un partido de fútbol agredieron a un quinto a puñetazos y le rompieron dos dientes. Éste repelió la agresión como mejor supo: clavando un bolígrafo en el pecho de uno de sus contendientes. Cuatro de los implicados se exponen a una pena de cárcel. ¿Qué finalísima de la Champions veían tan iracundos futboleros? Un partido de Liga entre el Industrial y el Halcón de la primera vuelta que se disputó en fechas navideñas.
Cabe recordar que el reciente debut de Maradona como técnico vino sazonado por la noticia de que un inglés se proponía decapitarle porque perdió dinero con 'La Mano de Dios', la misma gesta por la que un miembro del cuerpo técnico de la selección escocesa, un tal Terry Butcher, explicaba, 22 años después, que "nunca" le perdonaría: "Me dijo que marcó con la cabeza".

Nadie piense que esta caverna ha enloquecido y fomenta ahora el uso de la violencia. Nada más lejos de su intención. Pero ocurre que hay ciertos partidos (cuatro o cinco cada año) en que uno recuerda que a veces el fútbol no es más que un simulacro bélico, y que la guerra se inventó, como explica Marvin Harris, para ganar al enemigo en su territorio.

Viendo al Barça que visitó al Sevilla, el equipo que mejor ha retratado su grandeza y su miseria en los últimos años, el barcelonismo se sintió orgulloso de ver que su equipo entiende que a veces hay que pensar en cómo herir al enemigo y cómo protegerse de él. Fue un gusto ver a Márquez y Piqué lanzar un pelotazo tras otro para evitar pérdidas de balón. Fue un gusto ver a Touré y Keita explicando en el centro del campo que a una guerra siempre es mejor enviar al más fuerte.

Y fue un placer ver al mejor guerrero del mundo en el eje del ataque para dar el golpe de gracia. La jornada deja una lección: el Barça de Guardiola conoce el fútbol y conoce la guerra.

jueves, 27 de noviembre de 2008

Lisboa arrasada

Lisboa, patria emocional de ese país melodramático que es Portugal, ha conocido terremotos, incendios y toda suerte de catástrofes naturales. Tal vez la más conocida sea el temblor terrestre que en 1755 destruyó el 85% de la ciudad, pero desastres como aquel se han venido reproduciendo con una frecuencia suficiente para que la Cidade Branca sea la capital mundial de la lágrima.
Eso ha hecho que sus gentes sean adictos a ese lamento triste que es el fado, que la ciudad entera parezca un homenaje a las gloriosas ruinas del pasado, que sus muchos miradores parezcan altares donde homenajear a los difuntos. "O amor portugués é um amor triste", susurran las viejas del lugar para resumir las historias de marineros añorados y novias envejecidas.
No es de extrañar, pues, que el mejor equipo de Lisboa se presentara en la Liga de Campeones con una estrella brasileña -Liedson- que parece un etíope famélico, con un ídolo local, Moutinho, que ha admitido que está en el Sporting contra su voluntad y unos centrales capaces de hacerse dos autogoles y rozar el hat trick.
Una ciudad que tiene edificios donde está prohibido instalar lavadoras ante el evidente riego de que el predio entero se venga abajo nunca debió exponerse a ese terror desequilibrante llamado Messi. Con el argentino campando por el Alvalade como Attila, hubo planos de bigotudos aficionados del Sporting que daban lástima. Hasta ellos, enamorados de la decadencia del lugar, se estremecieron ante el huracán azulgrana.
A pesar de la goleada, el sabio cancionero del lugar salió reforzado. Mientras Xavi, Busquets y compañía abandonaban el estadio, el aire atlántico llevó a sus oídos una canción (É uma curva bellísima / é uma equipa fantástica / que me faz sonhar / alé Sporting alé) y As Juventudes Leoninas se repetían una solemne verdad: Só eu sei / porque nao fico em casa.

martes, 25 de noviembre de 2008

El poder de la mandíbula

Miren la foto y pregúntense qué tienen en común tipos agrestes y mercúreos como Gattuso, Luis Enrique o Víctor Muñoz. La respuesta salta a la vista. Sus prominentes mandíbulas encierran el secreto de su éxito, de esa manera visceral de entender el fútbol y triunfar. Por el Camp Nou pasó esta semana Víctor, que para una generación de culés fue el primer gran capitán del equipo, para dar su enésima lección.
Víctor no tiene el glamour ni las amistades de otros pero también fue un líder, también ganó mucho y rozó la gloria en Sevilla antes de emigrar al calcio a conocer otras formas de vivir el fútbol. Diría de él que como entrenador es el peor enemigo posible para el Barça. De hecho, en las entrevistas que concede siempre suelta un latiguillo: "Al Barça le ha ganado hasta con el Lleida". Sí, y con el Villarreal y el Zaragoza. Sabe cómo romper el juego azulgrana y a ello le ayudó el domingo la ausencia de Iniesta y Messi. 
En cierta ocasión este cavernícola tuvo la suerte de jugar con él una pachanga de fútbol sala. Jugando en el mismo equipo, le reiteré una orden. "Cuando te desmarques no vuelvas, quédate y te la doy", le dije una y otra vez. La mirada que me regaló por respuesta me queda para el recuerdo. Fue la misma con que barrió el césped del Camp Nou el domingo, la mirada de quien comprende el juego -desde luego, mejor sobre césped que en parqué- y sabe cómo minimizar a una catarata de estrellas.
El domingo, el Barça no perdió dos puntos, sino que salvó uno. Y además, recuperó a un jugador. Bojan, la antigua promesa, el sueño roto de 18 años, el proyecto de mito que pasó a Portillo y posteriormente a Lucendo, ha aprendido a renegar. Sucedió todo muy rápido. Primero falló a puerta vacía una jugada anulada. Fue sustituido y no pudo reprimir las lágrimas en el banquillo. A los cinco minutos, la lección ya estaba aprendida. Calentando su asiento y con Busquets por testigo llamó "hijo de puta" a un rival por protestar una falta. Él, el hombre que sonríe hasta cuando falla una ocasión, el que va por el campo portando el cartel de "Sóc un bon jan", está aprendiendo a odiar.
Pudo ser un efecto óptico, pero en el plano que ofreció la televisión pareció que su mandíbula aumentaba un par de centímetros de pura rabia. Buena cosa: el rencor es el mejor fermento del ganador.

jueves, 20 de noviembre de 2008

Un futuro dorado

Aunque parezca lo contrario, el barcelonismo debe mucho a Florentino. Primeramente, porque con el fichaje de Figo y la invitación permanente a Aznar a ese palco presidencial terrorífico dejó claro a los niños desorientados a quién tenían que odiar. Segundo, porque echó a Hierro y Del Bosque, dejando sin rumbo al equipo durante dos años y segando la tradición blanca de orgullo, sacrificio y unión como clave para ganar.
Ya en su día presentamos aquí a Floren como un chavalín tímido y adicto al PC Fútbol, ese entrañable juego en que cuantas más estrellas millonarias hubiera en el equipo, más goles metías, independientemente de que no tuvieras ni centrales ni centrocampistas. El bueno de Floren, ex concejal de urbanismo de Madrid con la UCD que después se pasó a la inmobiliaria, no comprendía que el fútbol no es tan fácil como enriquecerse con buenos contactos. Ahora parece que quiere volver y eso llena de gozo al Barça, que sabe perfectamente lo difícil que es competir cuando el sillón presidencial es el primer enemigo.
Podría objetarse que la dupla Calderón-Mijatovic es la mejor posible para gobernar -con perdón- la nave merengue. Sin embargo, Florentino parece no haber perdido el sentido del ridículo ni un ápice de su popularidad en esa ciudad de la recalificación, la camisa rosa y el tupé engominado. Y además, podría llegarse a la situación hermosa de que Florentino provocara unas elecciones anticipadas para encontrarse como rival en las urnas -atención- a Aznar y Villalonga. De llegar ese día, habría que hacerse socio del Madrí sólo por el gusto de recibir la publicidad de los candidatos, que ofrecerían stock options, uñas de la abuela de Pelayo o solares a sus votantes.
Tanta diversión promete años de bonanza en lo deportivo y sólo viene turbada por una realidad: con semejante colla, Laporta parece bueno. Sí, ese hombre al que sólo apoya el 38% de los culés.

sábado, 15 de noviembre de 2008

Fútbol en blanco y negro

No hace falta ser Nietzsche ni pasarse el día en la biblioteca para saber que la historia tiende a repetirse: desde el sofá de casa, equipado de un mando en la mano y luciendo bigote de espuma cervecera, se aprenden hermosas lecciones.
En sólo quince días, los futboleros hemos asistido con placer al espectáculo implacable del peso de la historia. Primero fue ese artista maligno llamado Del Piero que masacró al Madrí con el sello añejo que tuvieron los mitos futbolísticos que alumbraron los años 90. Pinturicchio cuenta hoy 34 años pero lleva ya cuatro dedicado a la épica tarea de alargar su magisterio en unos tiempos que ya no son los suyos. Desplegó su talento en los 90 y hay algo en su fútbol, en esa zancada corta y lenta, que le convierte en un romántico, que recuerda a Hagi, Laudrup o Romário; a esos viejos maestros que maravillaban sin ruborizarse por no entrenar, por tener calambres, por sus físicos frágiles. Y sin embargo, Del Piero reinó en el Bernabéu y sacó la lengua a la noche madrileña para celebrar sus goles –en un gesto, por cierto, que pusieron de moda los Rolling Stones en los 70, pero que han empleado los guerreros maoríes en sus danzas bélicas desde hace siglos-.
El arte de golear pasada la treintena no es una exclusiva del italiano, claro. Ahí están las tremendas temporadas que han firmado en los últimos años Raúl o Van Nistelrroy. Sin embargo, hay algo de metálico el instinto asesino del holandés y en la tozudez del capitán blanco que les convierte en hijos androides del nuevo milenio. Del Piero es distinto. Ya hace tiempo chocó con Capello, porque éste, en su sabiduría, lo reservaba como a una de esas trufas blancas que da el norte de Italia. Aquellas sesiones de banquillo, de ver pasar por delante de él a delanteros musculosos y hambrientos, sirvieron para preservar su calidad y olfato, para verle cantar gol en el Bernabéu, en un alarido que compartió con Cantona, Francescoli o Baggio.
Y esta semana hemos presenciado la proeza del Real Unión, todo orgullo y fe, propio de unos jugadores y un escudo que no han olvidado que ganaron hasta cuatro veces la Copa y uno de los equipos más temidos de España. Los goles de Eneko Romo y compañía fueron para algunos un milagro. Viéndolo con perspectiva, tras la parálisis sobrevenida de Dudek, como tras la la parábola de Zizou en Glasgow o el triunfo del Liverpool en Estambul ante el Milan, se escondía una sencilla verdad que resuena en las grandes citas: la historia juega y gana.

miércoles, 12 de noviembre de 2008

Datos de interés

Celebrando el primer naufragio blanco de la temporada quiero ofrecer a la comunidad ciertos datos que hablan a las claras de quiénes son los líderes de este equipo y que aclaran las jerarquías, las mismas que tanto tiempo han frustrado al vestuario entero. Para esta misma semana llegará un merecido homenaje al Real Unión y al fútbol en bianconero.
Pichichi (Máximo goleador)
Eto'o, 16
Messi, 11
Xavi, 6
Henry, 5
Gudjohnsen, 3
Bojan, 3
Márquez, 2
Alves, 2
Iniesta, 1
Busquets, 1
Propia portería, 1
R10 (mejor asistente)
Xavi, 10
Messi, 8
Henry, 5
Iniesta, 4
Alves, 3
Bojan, 2
Márquez, 1
Puyol, 1
Busquets, 1
Hleb, 1
Eto'o, 1

domingo, 9 de noviembre de 2008

Hambre en el Camp Nou

En los bebés, el ciclo del hambre se revive cada dos horas y media. En hombres adultos, cada seis. Y en los grandes clubes de fútbol, cada tres años. Vivir un partido en los aledaños del Camp Nou escuchando las convulsiones del público es el camino más directo para comprender que el Estadi no es más que una enorme víscera. Cualquier endocrino, viendo al Barça de Guardiola, confirmaría que se trata de un hambriento estómago.
Eto'o ha puesto la cara este fin de semana a la ambición azulgrana. En años pasados, cuando el Camp Nou sonaba más bien como un envejecido escroto adicto a la Viagra, la exhibición de orgullo de Higuaín habría conllevado, por simple yin y yang, que el Barça encallara. Ocurre que Eto'o tiene esta temporada un triple estímulo. En primer lugar, convencer al mundo de una mentira: es mejor que Messi como en su día era mejor que Ronaldinho. En segundo lugar, ganar títulos: mira a su alrededor en el vestuario y ve que lo tiene todo. Y por último y más importante, que Abramovich o cualquier otro loco rompa por él el récord de 11.500 millones pagados por Zidane.
Eto'o ha vuelto a corretear con esa mezcla de fe, locura y demagogia que tan bien le fue en el pasado. Su rodilla parece estar en condiciones. Sus arrebatos de locura transcurren lejos de las cámaras. Y su afilado olfato africano intuye que este año el Barça volverá a ser campeón.
Ulises, náufrago y cenizo, conocía bien lo penoso que era pasar hambre. Siempre se refería a su estómago como "el maldito estómago" y sus descripciones de libaciones de vino y sacrificios de reses prueban que era un auténtico Carpanta de ruidosas tripas. Qué orgulloso estaría Ulises de este Barça desesperado. Qué a gusto le daría la pelotita a Eto'o para que marcara a placer y rugiera de alegría.

lunes, 3 de noviembre de 2008

La tardía victoria de la catiusca

La gloriosa jornada 9 deja miles de datos estadísticos para el recuerdo. Deja crónicas que hablan de una Banda "ridícula" y "vulgar". Deja la 11ª victoria consecutiva de la Pepa Mecànica y la convicción de que el Barça es un equipo hambriento y duro. Sitúa al Barça por encima del Madrí más goleador de la historia, el de la 89-90, y del mejor equipo azulgrana de siempre, el de las cinco Copas, con 3,11 goles por partido.
Pero el fin de semana merece ser recordado por el líquido homenaje a las generaciones y generaciones de escolares barceloneses que en esta tierra de climas suaves y escasas precipitaciones vivían cada tormenta como si del Armaggedon se tratara: en efecto, cuando llovía, en las escuelas se prohibía el fútbol. Armados con flamantes catiuscas rojas que nunca lograron estropear, los niños llegaban a escuela cariacontecidos, mirando el cielo y con la seguridad de que aquel día no habría fútbol.
La hidrofobia reinante en Barcelona alcanzaba incluso a las competiciones infantiles, a la elite de los futboleros de metro y medio: si llovía, nada de entrenos. Si caían cuatro gotas, nada de partidos. Si el campo estaba mojado, se prohibía toda actividad para evitar la cascada de tríadas, fracturas craneoencefálicas y roturas del tendón de Aquiles. La normativa era tan rígida que vestir catiscuscas era sinónimo de estar, por un día, incapacitado para la vida motriz. Durante años y años, los escolares futboleros asistían a los días de lluvia con una sensación de vergüenza y acompañados por el eco de una carcajada, la que salía de la garganta de Gerrard, Terry y compañía, que jugaban triunfantes y bárbaros por los barrizales del Reino Unido. En Barcelona eso era imposible: el fútbol se convertía en un arte equlibrado y seco, con cierto tufillo aristocrático, ignorante de la gloriosa sensación de hacer una 'segada' sobre el charco para regocijo de millones de partículas de agua.
A costa de generar tantas frustraciones, golear bajo la lluvia ha acabado siendo un deseo inconfesable de los niños barceloneses, como esa atractiva profesora de Naturales, como conducir el coche de papá o dejar en el ascensor un mensaje criticando al insufrible vecino del sexto. En Málaga no se libró un partido: aquello fue un homenaje a las catiuscas tristes e inmaculadas que esconden los armarios de Barcelona.