jueves, 31 de enero de 2013

La carrera del siglo (II): Volver al miedo





"Finalmente se encontraron los restos y se pudo reconstruir lo acaecido: sufrimiento, enfermedades, hambre... canibalismo. El horror que despertaron estos hechos en la sociedad victoriana hizo que durante décadas los británicos volviesen la espalda a las regiones polares".
Amundsen-Scott: Duelo en la Antártida. Javier Cacho Gómez

El Discovery inglés y el Fram noruego llegaron a la costa antártica con pocas semanas de diferencia. En la nutrida expedición británica apenas había gente que supiera lo que le esperaba, mientras que los ocho noruegos habían tenido experiencias muy similares en lugares extremos. La expedición de Amundsen, además, desembarcó 96 kilómetros más cerca del polo. Pero esos detalles eran nimiedades. A unos y a otros les esperaba en la Antártida un frío extremo, oscuridad y la angustia de la competición. 

Muchos futboleros habían olvidado hasta anoche esa genuina sensación del miedo a perder. El Madrid, a quien le ha metido mano media Primera División, llevaba muchos meses sin sentirse inferior en un partido grande. Si repasan los escasos partidos verdaderos que ha jugado este año, verán que sus únicas derrotas no tuvieron consecuencias (ida de la Supercopa y Balaídos). Ayer, durante largos periodos, se sintió a merced de un rival paciente y venenoso. 

El Barça, a su vez, vio cómo le despertaban bruscamente de su paseo triunfal. Busquets y Xavi se hincharon a perder pelotas para regocijo de los esprínters del rival y la medular aparecía durante largos minutos como un objetivo inalcanzable. Arriba, Messi chocaba una y otra vez contra el muro y el barcelonismo revivía el inigualable horror a perder contra los Quincazos. En ambos bandos se supieron derrotados, en ambos bandos cataron el amargo sabor del fracaso ante el gran rival. 

Idéntica sensación se apoderaba de las expediciones británica y noruega a finales de 1911. Mientras hacían sus preparativos, pudieron leer los horrores que habían sufrido los aventureros que les precedieron. Pudieron repasar la barbarie en que derivó la expedición de Franklin o el pánico de que fue presa Shackleton durante su desesperada marcha: "Nuestra comida nos esperaba por delante, mientras sentíamos el aliento de la muerte en nuestras espaldas”.

No es la muerte lo que acecha a la espalda de los barcelonistas, sino algo peor: es Cristiano, que se desmarca al agujero. Mientras, el madridismo intuye que Pedro cabalga desbocado hacia su portería, y que difícilmente volverá a fallar.  

El Clásico ya lo saben, es ante todo un interminable ejercicio de control del miedo. Que lo disfruten ustedes. 

lunes, 28 de enero de 2013

La carrera del siglo (I): Antagonistas.



"Capitán Robert F. Scott: me permito informarle que el Fram se dirige a la Antártida. Amundsen". 
Amundsen-Scott: Duelo en la Antártida. Javier Cacho Gómez


La historia del Barça-Madrid de los últimos años ha adquirido un cariz mitológico, con horrores que vuelven una y otra vez, con héroes que se odian, gloriosas victorias y derrotas penosas. En el bucle bélico de los últimos tiempos, el orgullo acumulado en uno y otro lado no ha hecho sino crecer y al final uno comprenda que, con tal de vencer, estos equipos serían capaces de todo.

La obcecación es tal que me ha venido a la cabeza la historia de la conquista del Polo Sur como metáfora de esta era futbolera. Ha pasado ya más de un siglo desde que Amundsen y Scott decidieron arriesgar sus vidas y la de sus hombres con tal de alcanzar ese rincón legendario sobre el hielo.

Ocurrió en 1911 y Amundsen lideraba a los noruegos, mientras que Scott capitaneaba a los británicos. Amundsen era un romántico obsesionado con las regiones árticas. En el pasado se había embarcado en barcos pesqueros sólo para saber cómo navegar en mares helados e incluso dormía con las ventanas abiertas en la fría Noruega para habituar su cuerpo al castigo que le esperaba. Scott era un ambicioso oficial de la Royal Navy que atendió la llamada de la Antártida al comprender que ese podía ser un ascensor social magnífico.

El primero había aprendido a la sombra de la leyenda de Nansen, el mejor explorador polar de la época, mientras que al segundo le cambió la vida un fortuito encuentro con el que sería su mecenas, el poderoso Clements Markham, que le eligió para dirigir una primera exploración por razones que nunca quedaron claras. Mientras Amundsen imitaba al explorador americano Cook y a las tribus esquimales, el segundo organizaba una expedición de tintes militares con caballos y vehículos motorizados.

La historia de Scott estuvo marcada siempre por los enfrentamientos con sus oficiales y su obsesión por evitar que nadie le hiciera sombra. Shackleton, primero, y Wilson, después, probaron en sus carnes cómo las gastaba Scott. Acostumbrado a los choques de ego y al rigor militar, es posible que presintiera que llegar al Polo Sur acabaría siendo una carrera contra alguien. La tarde del 12 de octubre de 1910, cuando ya tenía todo preparado para lanzar su triunfal asalto al Sur, recibió un telegrama.

La carrera había empezado.

jueves, 24 de enero de 2013

Borrachera en Munich



En enero de 1821 Lord Byron escribió lo siguiente sobre Walter Scott: "¡Qué hombre tan maravilloso! Estoy deseando emborracharme con él". Esta escueta anotación en su diario personal da luz a la decisión de Guardiola de irse al Bayern.

Habrán escuchado en los últimos días que El Mite ha elegido el camino fácil y que se ha ido a competir a una liga de segundo nivel para evitar a las superplantillas de los magnates de la Premier. Habrán oído también que Guardiola es un cobarde que ha querido a toda costa evitar nuevos enfrentamientos con Mourinho, esa némesis precaria que le ha dado el fútbol.

En esta Cueva no podemos estar más en desacuerdo. En primer lugar, Guardiola tiene mucho que perder en Munich porque sus triunfos en el campeonato local serán triunfos menores: el Bayern es el gran monstruo del fútbol alemán y sólo es noticia cuando no gana. Ganar la Bundesliga con récords de goles, puntos y pases con el exterior del pie será un triunfo que automáticamente quedará minimizado. Guardiola compite contra su propia leyenda y necesita la Champions. Y eso, amigos, no es fácil cuando campa por Europa una máquina de arrasar llamada Barça. Sí reconozco a sus críticos que la vanidad de Guardiola es tan grande como la de Mourinho, pero precisamente por eso ha querido darle una pequeña lección a su archienemigo: en fútbol no cuentan los piques entre entrenadores, en el fútbol mandan los jugadores, la tradición, los estadios, las gradas. Y mientras la estirpe de horteras posmodernos que han puesto de moda a rebufo del portugués habrían elegido con los ojos cerrados al City, Chelsea o PSG, Guardiola ha apostado por una de las esencias de fútbol más puras que quedan en el mundo. Por un campeón de siempre, plagado de leyendas, donde ganar es obligación y que ha escrito su historia de la mano de los mitos que hoy integran su directiva.

Claro que Guardiola podría haber ido a casa de Abramovich, pedirle la llave de la caja y alejarle de Stamford Bridge a patadas. Pero Pep sabe que siempre habrá un lugar mejor donde hacer de presidente. Y además, hay algo más importante: a Pep le apetece hablar con Rumenigge de sus regates, con Hoeness de la presión adelantada. A Guardiola le apetece hablar de fútbol con gente que no ha sido antes concejal de urbanismo, gente que sabe cómo huele un peto mal secado.

Y no hay duda de que si algo le podía devolver las ganas de volver es precisamente la perspectiva de esa primera cena con Beckenbauer en Baviera, en que se mirarán a los ojos y se confesarán que estaban deseando emborracharse juntos.

sábado, 19 de enero de 2013

La venganza de Valdés




El Camp Nou es el templo del fútbol en que se sigue hablando estupendamente bien de Ramallets 42 años después de que regalara una Copa de Europa y donde siempre se ha mirado con sospecha a uno que alzó tres. Murmullos, pitos mezquinos y crítica barata le acompañaron desde siempre. Y toda esa inquina ha sido decisiva para que el mejor portero de la historia del Barça decida dar un portazo. Sabe el balón que Víctor Valdés, el guardián que evitó tantos dramas, merecía más cariño.

Es cierto que el Estadi nunca fue un lugar agradecido para con los chulapones. Y hasta cierto punto la doble uve lo entendía y respondía con sacrificio. Verle entrenar durante la mayor parte de su carrera ha sido un auténtico espectáculo. No sólo por sus vuelos y reflejos; también por sus cabreos y la entrega en cada sesión. En un equipo de profesionales excepcionales, nadie se ejercitaba a su nivel.

Pero Valdés cambió. Ganó tanto, tantísimo, que dejó de sentirse un soldadito y pasó a mirar la portería como un objeto de su propiedad. Su padre deportivo, Juan Carlos Unzué, se alejó de él en cuanto lo percibió. Carles Busquets tampoco le soportó más de un año. Unzué volvió de nuevo a su lado, pero se largó con Guardiola. Y este verano, ni corto ni perezoso, Valdés exigió como entrenador a un nombre -curiosamente con pasado madridista-. Zubizarreta se negó en redondo, le instó a espabilar y le advirtió que para la 2013-2014 ficharía a un portero con el que verdaderamente tuviera que competir. Josep Ramon de la Fuente, procedente del Hércules, fue el elegido para entrenarle.

En esa bronca con Zubi se pusieron los cimientos de la decisión de Valdés de largarse. El modo como anunció que no renovará -justo después de que el secretario técnico afirmara que todo iba por buen camino- fue simple y llanamente una venganza, una humillación. Pierde Valdés, que ya jamás será querido como merecía. Pierde el Barça, que se queda sin el mejor portero que puede tener. Y gana la jauría que le ha estado increpando desde que debutó. Sólo callaron una noche. La del 17 de mayo de 2006, cuando Víctor hizo el mejor partido que se le recuerda a un portero del Barça para convertirse, por siempre jamás, en la Bestia Negra del Arsenal.

viernes, 18 de enero de 2013

Jefesito K Ase



Y los maléficos palitos gravados en las paredes de esta Caverna prueban también que un Horror grande ha crecido entre nosotros. Javier Mascherano, una de las voces con más fuerza moral del vestuario, último ganador del Trofeo Barjuan, pulveriza todos los registros con una infecta primera parte de la Liga en que ha sido culpable de un tercio de los goles encajados. Es cierto que el hombre jamás jugó de central, pero después de tres años algo podía haber aprendido.

Esas jugadas populistas en que abandona la posición para salir a cortar el pase al delantero a cambio de una ovación de la turba analfabeta le están pasando factura. Defensivamente falla en todas las facetas, ahí están sus espantosos números, y suerte ha tenido de que en los últimos meses ha jugado menos.

También quedan algunas buenas noticias. Piqué, aún lejos del nivel antológico de sus tres primeros años, hace unos registros aceptables. Ha llegado a este foro vía air mail que el mismo Johan Vader asegura que la figura de Guardiola está siendo clave para que alguno haya decidido volver a jugar a fútbol: quieren demostrar que sin él ganan y que no merecían ser vendidos, como El Mite pidió.

Como ven, hasta en las malas tenemos buenas nuevas: si llega el día de que de verdad nos jugamos la vida, resultará fácil ganar: bastará con sentar al Jefesito y con enseñarle a Piqué esta imagen.


Memorial Christanval 
Macherano 10,33
Jordi Alba 3
Busquets 2,83
Piqué 2’5
Valdés 2,5
Adriano 2’5
Alves 2
Xavi 1’5
Montoya 1,5
Iniesta 0,5
Alves 0,5
Song 0,33

miércoles, 16 de enero de 2013

Cosas que no creeríais



La cosa de las naves en llamas más allá de Orión nos impresiona tirando a poco. Los rayos C en la oscuridad, la puerta de Tannhäuser... Bah. Qué quieren que les diga: ¡chatarra! Hemos visto a Messi meter 28 goles en una vuelta de la Liga. Pobre Romário, joder. Pobre Güiza, que metió 27 el año que estaba puesto. Pobres Van Nistelrooy, que fue Pichichi con 25, o Eto'o (26), o pobre Ronaldo el Gordo (23). Pobres Zamorano (28), Butragueño (19, qué despelote) o Vieri, que lo enchufaba todo y se quedaron en 24 al final de la competición. Pobres todos. Messi, 28 en media Liga.

Acaba la primera mitad de una temporada que huele a gloria. El Barça ya puede empezar a concentrar todos sus esfuerzos en las eliminatorias, en minimizar el factor potra, en tener despabilados a los indolentes. Las cifras, más allá del derroche de genio de Messi, vuelven a situar a Sex como un jugador decisivo, aunque conviene recordar que el pasado año a estas alturas sumaba 14 goles y nueve asistencias. Los números sostienen a un Villa sin cambio de ritmo ni alegría en la mirada y desnudan al pobre Alexis, aterrorizado y víctima del síndrome de Deiberson. También desvelan algo interesante: Xavi sumaba el pasado año 12 asistencias a estas alturas; en lo que va de año lleva tres. Una caída de producción en el último pase que sinceramente nos da igual: su masterclass es este año antológica. Junto a él, Iniesta duplica su efectividad en los últimos metros.

Si quieren comparar con lo que veíamos el pasado año a estas alturas, aquí tienen el link. No se alteren al ver que Messi ha marcado menos y da menos pases: el pasado año el Barça jugó la Supercopa de Europa y la Intercontinental, y colgamos este post con una eliminatoria de Copa más disputada, y también con un partido de Liga más ya disputado. Asimismo, recuerden que el año pasado, Messi estaba muy, muy solo, y que este año su ambición ha calado en muchos.

Miren los números y no teman: todos estos números se perderán, en el tiempo, como lágrimas en la lluvia. Pero el asombro que nos han causado permanecerá.




Premio Cristiano Ronaldo:

Messi 35
Villa 10
Sex 8
Adriano 6
Xavi 6
Tello 4
Iniesta 3
Jordi Alba 3
Pedro 4
Alexis 3
Thiago 2
Puyol 1
Song 1
Alves 1
Piqué 1
Busquets 1
PP 1

Premio Sabi Alonso: 

Iniesta 11 (1P)
Sex 10 (1P)
Messi 10 (1PP)
Pedro 8 (1P)
Alexis 5
Tello 4
Jordi Alba 4
Villa 3
Xavi 3
Montoya 2
Thiago 2
Busquets 1
Song 1
Mascherano 1
Montoya 1
Adriano 1
Alves 1
Sergi Roberto 1

lunes, 7 de enero de 2013

Encuentros en el Balón de Oro




Pongamos que había trabajado en la cosa farmacéutica. Química legal, cuidados para abuelos, placebos, algo de cosmética... No poca miseria humana y una cierta voluntad de ayuda al prójimo. Pongamos que decidió dejar aquello, juntar sus ahorros y hacerse con un bar. Encontró uno apropiado. Con solera y clientela habitual. Además, el bar no tenía un nombre cualquiera, tenía un nombre sonoro y difícil de olvidar: el bar se llama Balón de Oro. Se lo quedó.



Pongamos ahora que todo ello ocurre en Barcelona e imaginemos que cuando nuestro farmacéutico lleva dos años fregando cada tarde el suelo de su bar, el barrio recibe un nuevo vecino. Al principio es una leyenda urbana, que luego se convierte en rumor y asciende toda la escala de las mentiras bíblicas hasta adquirir el estatus de verdad completa: Leo Messi vive ahí mismo.



Pongamos que el Balón de Oro es el bar más cercano a la morada terrenal del Dios del fútbol. Pongamos que cualquier mañana, el único mortal con cuatro esferas doradas en su vitrina decide tomarse un café. Cuando entre en ese local, no habrá en ese instante ni una brizna de casualidad: será un triunfo de la incierta ley de la atracción entre cuerpos dorados.


No me dirán que Barcelona no es una ciudad maravillosa. No me dirán que Messi no es poético hasta en el café con leche.