lunes, 30 de junio de 2008

Apuntes de la Eurocopa

Sí, la Roja, que más de uno creía que era Bélgica, ha resultado ser la mejor selección española en muchas décadas y se ha llevado merecidamente el torneo. La brillantez de este equipo del sabio Luis Aragonés ha enterrado aquel horrible tópico de La Furia, el nombre con que se conoció al equipo en los 80, en honor a su estilo aguerrido, feísta y cuajado entorno a la persona de ese poeta llamado José Antonio Camacho.
Y el salto de calidad de este equipo ha venido mecido por el sublime paladar del fútbol de La Masia. Xavi, Iniesta y Cesc han demostrado al fútbol la utilidad de amar el balón, de moverlo al primer toque, de combinar, tocar y agotar al rival esperando el momento de lanzar el envío decisivo. La selección se ha parecido al Barça y eso siempre es un placer para el espectador, sea eslovaco, tanzano o catalán.
Uno de los temas particularmente escandalosos de esta Eurocopa ha sido el de los cronistas que se entregaban a selecciones ramplonas como Holanda elogiando sin mesura su juego ¡de contraataque! Siempre ha sido fácil jugar con el marcador a favor y el rival desquiciado, más aún a nivel de selecciones, donde por una sencilla cuestión estadística, todos los países tienen por lo menos tres atacantes de calidad, de los que con espacios destrozan a cualquiera. No, Holanda fue un desastre. Pero la exhibición de Rusia contra el nefasto 4-4-2 de Van Basten en la prórroga, eso sí fue fútbol. Y la segunda parte de Italia contra Holanda (recordemos, el partido acabó 3-0) fue enorme, como muchos de los minutos que nos han dado la medular de la selección española.
El segundo fenómeno destacable en el plano negativo ha sido, una vez más, el patrioterismo barriobajero con que nos han castigado los medios incivilizados y algunos de los civilizados de este país. Particularmente triste resulta ver a la radio y la televisión del Imperio del Monopolio degradadas en el lodazal que inventaron gentes nocivas para el periodismo como Tomás Guasch, Roncero, Abellán, De la Morena, Lama y otros cafres mesetarios de sonrisa pervertida que no mentaré. Es cierto que todos los países muestran esta conducta carajillera, pero no lo es menos que eso supone un atentado a la inteligencia y a la sensibilidad.
El éxito de la selección española en la Eurocopa nos ha servido también para corroborar que As y Marca son los grandes tumores del deporte de este país. Unidos en su cruzada raulista destrozaron a Aragonés, desestabilizaron al equipo y a punto estuvieron de dejar al Sabio de Hortaleza sin el merecido colofón a una carrera en la que ya brilla como el mejor entrenador español de todos los tiempos.
Y la Eurocopa nos dejó en la final un espectáculo cinegético impresionante: la cacería que ese depredador felino llamado Torres emprendió a 35 metros del gol de una pobre gacela asustada llamada Lahm. Vean los ojos del lateral alemán, vean los cuádriceps del nueve aguantar el equilibrio y superarle en busca de la gloria, y comprendan por qué en el mundo del fútbol nada se cotiza tanto como esos felinos capaces de oler el gol desde fuera del área.

jueves, 26 de junio de 2008

El salvador (II)


Pero la otra cara de la moneda nos habla de un Redentor que antes de ser inocente cordero del laportismo fue pérfido Estupro. Las peores imágenes que tenemos de él se remontan a los estertores del nuñismo, cuando, en compañía de Luis Enrique, Abelardo y el ínclito Barjuan, conoció el arte de hacer alineaciones y poner y quitar entrenadores.
Fue por aquel tiempo también -cuando los títulos ya no los ganaba él, sino Ronaldo, Rivaldo, el Innombrable, Cocu, etcétera- cuando se le torció el gesto y comenzó a mirar al resto de mortales con rencor. La prensa no se libró, pese a haberle entronizado como mite vivent y haberle masajeado como nunca antes se hizo con otro.
Tiene, según han asegurado a esta caverna muchas y solventes fuentes, amigos con firma y micrófono. Y atención: malos tiempos vienen para el gran diario catalán que no simpatiza con la chatarra y para todo aquel que esté alejado del muy terrible imperio del monopolio y su sacrosanto papel impreso.
En su periplo también destaca su cruzada tras su caso de dopaje (la justicia le dio la razón el pasado invierno) y su viaje a la Catalunya profunda a cuestas del filial. Nunca, y digo bien, nunca me he reído tanto en un partido oyendo insultar al personal como el día que Pep visitó Igualada y se las tuvo con el entrenador local y los árbitros.
¿Qué hay que temer, pues, del pequeño Naopleón que Pep lleva dentro? Primero, que no entienda que necesita tanto a sus jugadores como los jugadores le necesitan a él. Segundo, que maltrate al respetable y a la prensa como hizo Schuster -es difícil en esta ciudad ganar cuando un grupo de comunicación se sabe en la diana- y tercero...
Horror, terror y pavor.
Y tercero, que sea un integrista del jogocruyffito, un iluminado capaz de jugarse una Intercontinental con sólo dos defensas, un hombre peligroso que por sus ideas y su vanidad sea capaz de tirar por el barranco a un equipo. Oremos para que la edad le haya traído sabiduría y sepa leer en los errores de su maestro.
Pep bueno, Pep malo. Larga vida al Crist de Santpedor.

jueves, 19 de junio de 2008

El salvador (I)


Es el mes de junio tiempo de optimismo y desenfreno. A estas alturas resulta difícil no ilusionarse con toda suerte de adquisiciones: Geovanni Deiberson, Rochemback, Ezquerro. Todos ellos despertaron una lucecita de esperanza en el culé impaciente de éxitos. Tal vez por eso Guardiola haya aterrizado al Camp Nou suscitando un clamor popular que ya convierte al mite de los 90 en el salvador de nuestros tristes días.
Al ponerse la corbata, el niño de la Catalunya central, el recogepelotas, el frágil centrocampista que tenía un cerebro que corría 1.000 veces más que sus piernas, la sexta esencia del juego azulgrana, el gran capità que huyó al ver los horrores gaspartianos de cerca, ha culminado una trayectoria rica en glucosa hasta convertirse en la última baza del txikicruyffismo.
Sus primeros pasos rezuman sensatez e intención: mostrarse como un duro, prometer que nuestro querido Eibar correrá, que las vedettes correrán y que el Barça jugará al ataque. Los que le vieron en directo quedaron convencidos. Sin embargo, hay dudas que turban los gloriosos sueños preveraniegos de más de uno a tres semanas del inicio de la pretemporada.
¿Es cierto que Guardiola está empeñado en fichar a Adebayor? ¿Puede una defensa integrada por Alves, Piqué, Cáceres y Abidal encajar menos de seis goles por partido? ¿De verdad quiere refundar al Barça con Hleb, después de añadir músculo con Keita? ¿Realmente ha dicho el jefe de Tito Vilanova que no le gusta Touré, elegido por esta caverna como el mejor azulgrana del año? Y sobre todo, ¿puede la persona que dijo de Lillo que era el hombre que más sabe de fútbol del mundo dirigir este club?
Guardiola no es un cínico. Es muy culé, muy futbolero, y muy ganador. Lo que ha demostrado en el Barça B es extraordinario. Pero si no controla de muy cerca los viajes de Txiki, su aventura puede convertirse en un via crucis. Con todos ustedes, Pep, el Cristo de Santpedor, Redentor del barcelonismo y candidato a acabar en la cruz.

jueves, 12 de junio de 2008

El artista en la trinchera

Cuentan los que le vieron jugar que fue tan bueno, tan bueno, tan bueno que era indiscutible en la mejor plantilla del nuevo milenio. Los que corearon una vez su nombre -dos sílabas, vocales tónicas, como si quien le puso el apodo lo hubiera hecho pensando en la grada del Camp Nou- lanzaban tal torrente de elogios sobre él que aún hoy es imposible discernir la verdad de la leyenda, la estadística de la devoción.
Fue tan bueno que los rumores sórdidos y las historias rocambolescas entorno a su persona se multiplicaron, acuciadas unas veces por la admiración, otras por la envidia. Se le atribuyeron decenas de esposas celosas, multitud de problemas conyugales, y complicadas tretas para ver a sus hijos, se especuló con las raras enfermedades de sus vástagos, con sandalias doradas de reconciliación, y hasta con peleas multitudinarias en plena Rambla, se dijo que llevaba tatuado un samurai a al espalda y en el súmmum del delirio, hubo quien aseguraba que fue padre con 12 años.
Y todo porque fue tan bueno.
Las fuentes más fiables hablan de un centrocampista que presionaba y mordía, que afilaba sus tacos antes de saltar al césped para mecer sedosamente el balón. Aseguran que pivotaba sobre el balón como sólo los artistas sudamericanos y los flamencos del fútbol sala saben, que su control a primer toque rompía cinturas y que su sola gravitación creaba espacios. Que chutaba y asistía. Dicen que conocía el camino de la escuadra y que se crió en la cocina del fútbol, la medular, donde le enseñaron a atacar en oleada y a destruir con furia. Hasta cuentan que aprendió el seceto de la pausa y que su primer juguete fue un gnomon. Que detenía el fútbol con su sabiduría y lo propulsaba desde sus cuádriceps de enano. Hay quien asegura que le vio en la derrota destruyendo un vestuario, gritando a sus compañeros y a sí mismo, clamando que nada le gustó tanto como la única profesión que se le conoció: la de ganar.
Así cuentan que fue Anderson Luis de Souza, Deco, que jugó en una era pretérita junto a Ramallets, Alcántara, Marcial, Suárez, Simonsen, César y Bakero, quienes se referían a él, con cariño, envidia y rencor, como El artista en la trichera.

lunes, 9 de junio de 2008

El nombre que mató a Mourinho


No todos en el régimen de Laporta son tontos y perversos. Hay en ese búnker gente que piensa, que calcula, mide y quiere lo mejor para el club. Por eso el pasado otoño hubo quien, oliéndose un segundo fiasco estrepitoso, deslizó el nombre de Mourinho. Los contactos con el entrenador portugués se fueron sucediendo: directivos como Cubells se entrevistaron con él, Laporta dio el visto bueno a los contactos, Dios los bendijo y finalmente Txiki mantuvo una reunión de trabajo.
A la cita compareció José con un dossier -¿quién lo tiene?, ¿dónde se esconde?- que era un análisis profundo de la situación del equipo. Txiki quedó impresionado por la precisión del informe. A medida que pasaba páginas, se iba convenciendo de que Mourinho era una gran alternativa para usar como paraguas y señuelo si el club volvía estrellarse. Pero entonces apareció un nombre sobre la mesa que lo rompió todo: Thierry Henry.
Según cavernícolas ilustres e informados, Mourinho -que no prescindía de todos los cracks que ahora han sido condenados- afirmaba textualmente que el delantero francés no le servía ni en el campo ni en el vestuario, que había que desprenderse de él, regalarlo si era preciso. Allí batió sus alas Darth Vader. Henry fue el pasado verano bendecido explícitamente y ante los medios por Cruyff, que felicitó a la junta por la adquisición y sostuvo que el jubilado francés estimularía al resto de estrellas. Un año después no se podía admitir el error. Mourinho se obcecó, pero ya se sabe que hay voluntades tercas y oscuras que nada ni nadie pueden torcer.
Así pues, no vendrá al Barça, equipo al que soñaba con devolver a la cima. No lo hará porque señaló a uno de los tumores que tiene este enfermo llamado Barça. Laporta consultó en su entorno, y uno de sus directivos de mayor confianza le deslizó el nombre de Pep Guardiola. Ahí está Henry, que despabiló a última hora, descojonándose en la Eurocopa desde el banquillo. Y ahí está el Inter, que durante los próximos tres años será el candidato número uno a llevarse la Champions: tienen consigo a un macarra rencoroso que pasa por ser el ganador número uno del planeta.