domingo, 25 de enero de 2009

El rival

Cuentan que a Camilo José Cela le preguntaron en cierta ocasión quién era el segundo mejor escritor español. Fiel a su vanidad, se puso la mano derecha a modo de visera y lanzó una escrutadora mirada al infinito, en busca de alguien que le hiciera sombra.
El paseo triunfal que está protagonizando el Barça en la Liga invita a buscar rivales más allá de las propias fronteras. Los grandes equipos, los que están en disposición de ganar la Champions, requieren de dos ingredientes inexcusables: lo más obvio, calidad. Y más importante, dao, esa rara esencia oriental que describe la unión del grupo y la voluntad de ganar.
Lo primero descarta a equipos como la Juve o el Arsenal. Lo segundo hace tambalear la candidatura de equipos como el Chelsea o el Inter, ambos sacudidos por luchas internas. El Manchester tampoco vive su momento de mayor ambición ganadora: saciados por su reciente triplete, resulta inverosímil que puedan repetir el éxito de 2008.
Descartados estos equipos, y con permiso de los imponderables, parece claro que un año más el gran rival a la Champions es ese invento que mezcla azufre infernal con litros de anestesia y responde al temido nombre de Liverpool. Tiene la suficiente calidad para ganar en los días malos, es insuperable en lo táctico y además tiene lo que las bailaoras llaman poderío, las duquesas, abolengo y los ignorantes, potra.
Es precisamente el escudo lo que nos recuerda que no podemos aún enterrar a ese horror llamado Madrid, lo que obliga al barcelonismo a ser humildes y recordar que Europa suele ser el jardín de otros. Porque sin esta humildad, ocurriría lo que le pasó a Cela el día que buscaba, ante las risas del auditorio, a su principal competidor: un filósofo que ocupaba la primera fila susurró que si no veía a Delibes es porque lo tenía subido a hombros.

miércoles, 21 de enero de 2009

El monje y las ruinas

Hace unos pocos meses visité el gélido y maravilloso monasterio de San Juan de la Peña, cerca de Jaca. La leyenda dice que un joven cazador que se despeñó por un barranco fue quien descubrió ese rincón. Él y su hermano erigieron el templo, y con los años, se vieron favorecidos por los reyes de Aragón, que dieron a los monjes el derecho a crear sus propias leyes. Tras siglos de lenta decadencia, el lugar es hoy un panteón de reyes olvidados.
Cuando toca derby, al bacelonismo le gusta levantar la mirada y ver qué se cuece en la montaña de Montjuïc. Y cuesta no sonreírse ante la eliminatoria más desigual de los últimos años. El Espanyol es ese equipo en que Lotina, Valverde, Márquez y Mané no han sabido ganarse la confianza de unos directivos de mongetada que ante las grandes decisiones siempre se han puesto del lado del vestuario, ese eufemismo que en el Espanyol quiere decir Tamudo & Cia.
El delantero de Santa Coloma es, como esta misma semana recordaba Enric González, uno de los pocos jugadores de club que quedan en Europa. Sin embargo, no es del estilo de Puyol o Raúl, que darían una pierna por ver ganar a su equipo. Parece que Tamudo ha tramado un plan para conseguir tener siempre a un entrenador que respete su jerarquía y tener al equipo lo bastante hundido como para levantarlo a final de temporada y erigirse en salvador una vez más.
Respecto a lo primero, queda claro que lo ha conseguido: colocó a Márquez, se cansó de él, Mané tampoco le convenció y ahora opta por su amigo Pochettino, cuya única experiencia se limita a haber sido segundo entrenador del Espanyol femenino. Si algo se torciera entre Poche y él, todo apunta a que Tamudo se postularía a sí mismo como entrenador-jugador. Seguramente, ya nadie en Montjuïc, ni siquiera el sabio Golobart, duda de que se le ha dado demasiado poder al jugador que hace dos veranos pudo dejar en las arcas del club los 18 millones que daba el Villarreal. Tamudo es la encarnación de aquella máxima de Valero Rivera, que proclama que el jugador, ante todo, es egoísta.
El Espanyol es algo más que un equipo odioso: es un club entrañable, melancólico y perdedor, que aviva la rivalidad ciudadana y de vez en cuando consigue equipos terriblemente competitivos. El Espanyol no se merece estrenar su flamante estadio en el olvido de la Segunda, convertido en un panteón de viejas glorias como Tamudo, De la Peña o Luis García. El Espanyol no merece que tres monjes a los que se dio demasiado poder conviertan Cornellà en un conjunto de ruinas desoladoras.

viernes, 16 de enero de 2009

Pena negra

No ha sido una buena semana balompédica y quiero disculpar mi silencio. He aquí los motivos de esta preocupación:
1) Messi ha vuelto a quedar segundo en el FIFA World Player. Seguro que al jugador le hará bien el hecho de no haberlo ganado; no es ése el problema: esta distinción de la FIFA se entrega desde el año 1991. Zidane es el hombre que más veces ha estado entre los tres primeros (seis) y quien más años consiguió mantenerse al mejor nivel: 10 temporadas pasan entre la primera y la última vez que estuvo en el podio. Ronaldo, el segundo más premiado, aguantó ocho campañas siendo de los mejores del mundo. A partir de ahí, todo es descorazonador: al más alto nivel, Romário sólo brilló dos años -los que lleva Messi-, el mismo tiempo que Baggio, Weah, Rivaldo, Henry o el Innombrable portugués. Stoichkov alargó su plenitud hasta los tres años, igual que Ronaldinho. Este foro no quiere ser agorero, pero la cuenta atrás podría haber comenzado. Tal vez este brote de pesimismo os parece exagerado: debéis saber, entonces, que Messi tiene novia, lo cual, en ocasiones, es anticipo de grandes desastres.
2) Ramón Calderón se tambalea: ese regalo de los dioses que recibió el Barça y la caterva de gente de mirada torva que le acompañaba están a punto de abandonar el club. Una pena que no tengan más tiempo para seguir riéndose de Di Stéfano y fichando calamidades.
3) La historia del Bada Bing, el equipo de Tercera Regional que se dedicaba a llevar la violencia a los humildes campos de la categoría, nos ha recordado que el fútbol es a veces una cosa tan primitiva que da miedo. Me permito, pues, citar al poeta Villoro: "La cancha reúne a los proscritos, los desterrados, los otros. Ahí, las fronteras llevan redes y consagran a los contrabandistas". Esperos que sus víctimas, esos apátridas del Rosario Central, reúnan valor para volver a salir a los campos de tierra donde se juega el fútbol verdadero.

lunes, 12 de enero de 2009

Te amo

Era la celebración del primer gol en el Calderón, la primera alegría de las seis que ha habido esta semana, y Alves agarró a Messi, le abrazó y le gritó en el oído lo que siente el barcelonismo: "¡¡Te amo!!".
En este frío invierno en que batir récords parece cosa de rutina, en que no importa perder en el minuto 80 porque sabes que probablemente la cosa acabará en victoria, Messi está reeditando sensaciones que sólo los más grandes han hecho sentir al Camp Nou. Desde el primer día en que apareció por La Masia se veía que era un crack, pero es ahora cuando ha entrado en la dimensión vetada al resto de los mortales.
En los últimos 20 años, pocos jugadores han alcanzado el nivel actual de Messi, en que combina fantasía y confianza hasta llegar a ser tan decisivo como lo ha sido esta semana, en que ha sumado cuatro goles, una asistencia y ha participado también en el sexto. Podríamos recordar al Stoichkov que convirtió la furia en una virtud, a aquella maravilla llamada Romário que nos hizo creer en la 93-94 que todo es posible con un balón en los pies. A esa explosión de fuerza y talento que era Ronaldo antes de entrar en el lado oscuro y criar barriga, a ese héroe solitario llamado Rivaldo que nos dio tantas tardes de gloria. Podemos recordar a ese diez tocado por los dioses que fue Ronaldinho durante tres temporadas, que en su temporada de máxima exuberancia futbolística acabó la temporada con 25 goles y 20 asistencias, un registro que parecía sencillamente insuperable.
Messi, al que además acompaña un equipo hambriento y solidario, suma ya 20 tantos y 10 pases de gol. Al final de cada partido, uno reza para que no se lesione. El inicio de cada día sin fútbol llega ahora lleno de suspiros, renecs y consultas al calendario para ver cuándo vuelve a jugar este Barça indomable. Y uno concluye que no aguanta un día más sin ver en acción a esta increíble Bestia de 169 centímetros de estatura a la que el fútbol ama.

lunes, 5 de enero de 2009

El diez más grande

Cuesta creer que Maradona haya tardado un cuarto de siglo en volver al primer estadio europeo que le idolatró como al más grande. Pero son cosas del ego: basta recordar el cuidado tango que se marcó el sábado el diez más grande ante Cruyff para ver que sencillamente no le dio la gana venir antes para no regalar una foto a Núñez ni a Gaspart.
En este blog somos -aviso para navegantes- muy maradonianos y guardamos material altamente freak para cuando llegue el triste momento de recordar su figura. Pero hoy quería hablar de la relación que dos barceloneses tan ilustres como anónimos tuvieron con el semidiós argentino. Tita Vidal era por entonces enfermera y trabajaba en el departamento de epidemiología del ayuntamiento de Barcelona. Cuando había una epidemia o una infección rara, su trabajo consistía en vacunar a los pacientes, a veces a colegios enteros, otras a enfermos de Sida de cuando El Raval era el Barrio Chino.
Un día le comunicaron que tendría que poner inyecciones de la Hepatitis B a un contagiado de la zona alta de Barcelona, ni más ni menos que en la avenida del Tibidabo. Cuando llegó a la dirección, le costó reprimir una mueca de asco. Gente tirada por los suelos, evidentes signos de que allí había mucha droga y que había tenido lugar más de una orgía. Durante meses le tocó poner inyecciones a aquel chico de los rizos "que semblava un gitano" y por quien no sentía el menor atisbo de simpatía.
En la misma época, al disortado Maradona le rompieron la pierna. Fue una barbaridad de Goikoetxea, del Athletic, pero El Pibe ni se quejó. Para recuperarse, el club puso a su disposición a Joan Malgosa, que era entonces recuperador de lesiones y preparador físico. Tras cuatro décadas de profesión, Malgosa se pasea aún por el centro de la ciudad en compañía de su diminuto perro. Y a quien se para a escucharle, le suelta verdades como puños: que los futbolistas, al lado de motociclistas o tenistas, eran unos vagos. Que a lo largo de su carrera encontró poquísimos jugadores de fútbol realmente profesionales. Y que en eso, el número uno fue Maradona.
Cuando entrevisté a Malgosa, Maradona pasaba una mala época. El veterano preparador físico se lamentó de que hacía tiempo que no le llamaba -cuando lo hacía, el astro le llamaba "Papi"-. Ojalá le haya visto estos días. Y ojalá Tita Vidal llegue a comprender algún día que el brazo que tantas veces perforó era el de un pedazo de historia, el de una leyenda, el del hombre que encarnó como nadie la grandeza y las miserias del fútbol.