martes, 31 de agosto de 2010

'Great expectations'

Dicen los agoreros que el Barça tiene una plantilla corta, saciada por el Mundial y por dos años gloriosos de humillación a La Banda. Que muchos de los cracks de este equipo irremisiblemente bajarán su motivación. Darth Vader ya ha avisado de que nuestros treintañeros son unos calzonazos y que no anem bé.
Pero es que La Banda ha alcanzado tales cotas de miseria que uno no puede sino sonreírse y prepararse para el orgasmo de todos los tiempos. ¡Ríanse del 2-6! El Madriz lo fía todo a su camorrista portugués, que en sus primeras comparecencias ha pedido el tiempo que no tuvo Pellegrini y ha dejado ir que
a) el Barça suele jugar contra diez
b) lo bonito del fútbol es acabar el partido sin goles en el marcador.
No negaremos aquí que Mou es un fuera de serie, un hombre que conoce los secretos del dao y además un ganador empedernido. Pero prueben a poner a Bill Gates al frente de un concesionario de monociclos en el Sahara o a Nacho Vidal como estimulador clitoriano de esta bellísima egipcia llamada Hatsepsut. Efectivamente, hasta ellos fracasarían.
¿Quiere eso decir que La Banda no puede ganar nada? No, quiere decir que bien harían de jugar la Copa del Rey con los titulares si no quieren fiarlo todo a su vieja potra europea. La Liga, si no hay accidentes extraños en los dos duelos directos, huele a azulgrana porque también el Barça tiene a un entrenador capaz de motivar a gente que ya lo tiene todo. Un entrenador, por cierto, que sabe que nada es más importante que el balón, y un entrenador a quien no se le conocen rotos en el trasero.

jueves, 26 de agosto de 2010

Vuelve el fútbol

Pisó el césped y se puso a hacer reverencias. Se le veía emocionado, con ese rictus extraño que se le ponía cuando contenía las lágrimas, con muchas menos sonrisas de las habituales. A los que hemos sobrevivido a otro verano infernal -cierto, hubo Mundial, pero España lo estropeó- la presencia de Ronaldinho en el Camp Nou nos pareció una revelación: el fútbol ha vuelto.
Y eso que el Gamper fue tirando a flojo. Ya saben que fue Maradona el que dijo algo así como que un partido amistoso es como bailar con la propia hermana (siempre y cuando no sea uno Lina Morgan). Lo mejor de la noche, Thiago y Jonathan -si Xavi, Iniesta y Busquets no fueran lo que son, tendrían razones para preocuparse-, pero fútbol poco.
Sí hubo detalles para el recuerdo: la danza de la Bella y la Bestia. La carrera a cámara súper lenta entre Pippo Inzaghi y Puyol (¿cómo era el chiste de Rossy de Palma y Prosinecki en un Twingo?), el chicharro del veteranísimo italiano, las buenas artes del golfo de Pinto en los penaltis.
Y luego hubo un tío, un hombre de 30 años, que nos dijo que nos quiere. Él, que resucitó al Barça y que tendrá que vivir una larguísima vida profesional y personal lastrado por el recuerdo de que hubo un tiempo, casi cuatro años, en que fue Dios.
Nosotros también te queremos: siempre serás foda.

martes, 17 de agosto de 2010

Postales veraniegas (III): Cerrado por vacaciones

Esta cueva permanecerá desierta unos días, habida cuenta de que ha llegado al fin el ansiado mes en que uno cobra sin trabajar.
Señoras, quedan como responsables de cuatro sencillas misiones:
1) Ganar por un rotundo 4-1 al Sevilla en el Camp Nou.
2) Caso de que Ibra se largue estando yo embarcado, acudan al aeropuerto a darle las gracias por esos cuatro meses de pinceladas inolvidables. Y sean crueles, por favor: grítenle un sonoro "¡Por más lejos que te vayas, Messi seguirá siendo el mejor!".
3) Caso de que llegue Sex, Dios no lo quiera, acudir de nuevo a El Prat con pancartas alusivas a Gerard López y bien dispuestos al insulto.
4) Adorar en secreto a Ryan Giggs, verdadera leyenda, que ha conseguido a la primera oportunidad convertirse en el único jugador de la Premier que ha anotado en 19 campeonatos consecutivos. Él también merece unas vacaciones.

viernes, 13 de agosto de 2010

Los nunca vistos (III): Jaime B.

Es uno de los grandes empresarios de Catalunya y de él se dice que completó la carrera de Derecho sin obtener otra cosa que Matrículas de Honor años antes de triunfar en la intrincada lucha de poderes por hacerse con el timón de la empresa familiar, un imperio de proyección internacional. Con fama de durísimo negociador, de trabajador infatigable, de hábil hombre de negocios, sólo se le ha visto perder los papeles desde la banda de las pistas de fútbol sala donde jugaba el mejor de la docena de hijos que trajo al mundo.
Yo le conocí. Jaime B. tenía aspecto de una indolencia infinita, tendencia jorobosa, músculos lánguidos y mirada sin brillo. Compartíamos equipo y pronto supe todo lo referente a la gloriosa trayectoria del padre y a la total incapacidad del hijo para aprobar ninguna de las asignaturas que cursaba a los 16 años. La comparación era tan dura que uno intuía que el chaval era pura carne de diván. Pero en cuanto le cayó la pelota en el pie, varias revelaciones atravesaron a los que entrenábamos con él (y han de saber que esto no tenía lugar en un equipucho vulgar, ni en un patio de colegio; era uno de los mejores equipos de la División de Honor Juvenil de fútbol sala):
1) Estábamos ante un elegido.
2) Era el mejor jugador de 16 años que habíamos visto jamás.
3) Jamás llegaríamos a nada, sólo él estaba llamado a la elite.
Jaime jugaba con el tres a la espalda -me dejó el ocho, nunca dejaré de agradecérselo- y eso no le impedía bailar sobre el parqué. Sus croquetas eran las más fluidas que recuerdo haber visto. Con el mismo mecanismo que los perros emplean para ladrar y las narices para respirar, él pisaba el balón, lo cambiaba de pierna, lo escondía. Flotaba y volvía locos a los rivales hasta que chutaba a la escuadra, con una potencia ajena a ese físico desdichado.
Cuando dejé aquel conjunto ya sabía que en el primer equipo le seguían, era sólo cuestión de meses que jugara en División de Honor, con los profesionales. Para mi sorpresa, eso no llegaría a ocurrir nunca: el mejor jugador que había visto quedó por el camino. Le encontré tiempo después en una discoteca, me contó que nunca quiso abandonar ciertos vicios, seguía jugando pero al segundo nivel, sin controles antidopaje ni demasiadas exigencias.
No le pregunté si no merecería la pena tomárselo en serio; me acordé de su vociferante progenitor en las gradas. El fútbol del hijo tenía que estar a la altura del ego del padre. Esa terrible exigencia truncó al jugador que me hizo entender que nunca llegaría a nada.

lunes, 9 de agosto de 2010

Lo de Sex

"La solución es que no se hubiera ido". Mal estamos cuando el más sensato del asunto Cesc resulta ser nuestro flamante secretario técnico, alias Cuánto me añoran en San Mamés, alias El de las manos largas (así le llamaba, visionaria, mi Santa Madre). Pues claro, por Dios. Que no se hubiera ido o que no hubiera renovado hasta 2014, que hay que tener más cabeza si lo que quería era huir de las brumas, las lluvias, el fish and chips y la imposibilidad de ganar nunca nada.
Sex tiene fama de empanado en la Selección y aquí ya explicamos cuánto nos molesta su vuelta al club a cambio de una fortuna. En primer lugar, porque nos recordaría que con la Infamia Gaspartiana de Gerard López no hemos aprendido nada. Y segundo, porque sería como asumir que los chavalines de la cantera pueden mearnos en la cabeza, que ya no nos encargaremos nosotros de decir que sí, que efectivamente está lloviendo.
Dicho lo cual, aquí va mi apuesta: el Chaval del Mojito jugará este año en el Barça, sólo que lo hará por un precio aún más demencial y con Rosell llegando a Barcelona como Guti a Estambul. A veces, el fúngol y los ritos de apareamiento veraniegos son así de previsibles. Ojalá marremos. Ojalá.

jueves, 5 de agosto de 2010

Postales veraniegas (II): mentira y escupitajo

Alguien dijo una vez que Maradona sería un pésimo entrenador porque tenía tanto talento que no llegó nunca a comprender qué era el fútbol para los mortales. Hoy me ha venido a la mente el asunto.
Un niño surcoreano tuvo el martes la posibilidad de preguntarle algo a Messi. Nervioso, reconcentrado, posiblemente meándose, esperó pacientemente hasta poder dirigirle la palabra a la Bestia Parda.
-¿Cuál es tu secreto?, le preguntó.
Y Messi, qué demonios iba a saber él, meditó un segundo antes de responder:
-Secreto ninguno, hay que trabajar mucho.
Luego llega el partido y el niño chino quiere fijarse en cuánto trabaja Messi para ser un día como él. Sale 15 minutos, y al 60% de su nivel, hace esto. Dos goles, que celebra con dos bonitos escupitajos.
El niño ya sabe que Messi es un mentiroso. Y a nadie le cabe la menor duda de que será un pésimo entrenador.