sábado, 30 de mayo de 2009

Una nueva era

La fiesta de la Champions en el Camp Nou fue una borrachera de sentimientos. La felicidad de tocar lo imposible y gritarlo al mundo; el horror de añorar a este equipo de póster hasta agosto. Los protagonistas, una ciudad que se sintió Iniesta y Messi. Una legión de futbolistas frustrados que aclamó a sus cracks. Como dijo Villoro, "conviene recordar a los jugadores de sombra, los que se quedaron en el camino, con los huesos o los nervios rotos (...). Ellos, los nunca vistos, fueron tan necesarios como las líneas blancas que separan las letras en los libros".
Pero la fiesta, el hito de los tres títulos, la tercera Copa de Europa, fue sobre todo la celebración por haber cambiado la historia del Barça. El Camp Nou celebraba que su equipo ha arrancado para siempre el miedo, ese cáncer que nos ha acompañado desde que el fútbol es fútbol. El club ya es otro. Les hablaré de nuevo de Fernando Collado, medio siglo de barcelonismo sufridor. "¿Qué quieres que le haga? Es lo que he vivido", acertó a decir, para explicar su miedo al Athletic en la final de Copa. En Roma, bajo el sol, mientras esperaba la hora del partido, ya no era el mismo. "Ganamos seguro: tengo delante a Rooney y está borracho como una cuba", decía, con la misma certeza con que Obdulio Varela vaticinó el Maracanazo: "Esos son japoneses, y a los japoneses se les gana siempre".
Que un culé hable como un uruguayo es un éxito de generaciones. "¿Cómo pudimos, toda una sociedad, vivir en compañía del miedo como si fuera normal? ¿Cómo pudimos, como país, vivir diciendo: 'por algo será, o en algo andará'", se preguntaba Andrew Graham Yool en Memoria del miedo. La respuesta es compleja. Pero ya nunca se repetirá. El Barça ya no es la tarde maldita de Berna. No es Rexach, ni Pedraza y su pánico a perder la final de Sevilla. Esa fue otra era, ya enterrada. Porque ya tenemos tres: Cruyff dio el golpe de timón, con Rijkaard supimos que Wembley no fue un sueño. Roma fue otra cosa: ganamos con grandeza, con superioridad. Ya son tres, el Inter y la Juve quedan atrás, y sólo miramos adelante.
Este flamante Barça ya espera la próxima final de Champions, que se juega en el Bernabéu. El Barça es Xavi, que este año explicó por qué somos otros: "Nuestra mentalidad es entrar en el campo y agredir al contrario, futbolísticamente hablando". Es Piqué sobre el autobús: un adolescente, un inconsciente, un ganador. Eso es el Barça, para siempre. Y Messi borracho de gloria: "El año que viene vamos a seguir, y vamos a ganar todo y vamos a festejar todo, otra vez". El estadi se sintió conmovido de oírle, de creerle y mirar al futuro, por fin, sin miedo, sin rencor de décadas.
Mientras sonaba el Viva la vida y veía sonreír a sus héroes, el Camp Nou comprendió que el tiempo de sufrir se acabó. La nueva era es la de cantarle al mundo la felicidad de ser azulgrana.

jueves, 28 de mayo de 2009

Inmortal

Véanle flotar. Estremece ver el pánico en las caras de dos mitos como Ferdinand y Van der Saar. Él, el que no crecía. El que jamás llegará al metro setenta. El que, en su segundo partido en el Barça, siendo Infantil B y midiendo 139 centímetros, se rompió el peroné.
En la ciudad de las camisetas azulgrana los desconocidos se abrazan y lloran, cantan y ríen. Es por su Barça, sí, por sus amigos y parientes, por la justicia balompédica. Por el dios de Keita -Alá- y también por el de Eto'o -mejor no saberlo-. (http://www.elmundo.es/elmundodeporte/2009/05/26/futbol/1243328370.html, http://ecodiario.eleconomista.es/futbol/noticias/1282803/05/09/Etoo-Alla-arriba-hay-un-Dios-justo.html).
Felicidad. No es sólo por su Barça, ese equipo mitológico que jugó una final sin ninguno de sus cuatro defensas titulares para demostrar que al fútbol se gana atacando. Felicidad por el fútbol, ese deporte que prima la motivación y eleva a ese delantero limitado que es Eto'o a la categoría de leyenda. Por el fútbol, sí, ese deporte extraño en que el minúsculo Messi es el futbolista más grande de un planeta donde según la FIFA hay más de 1.200 millones de jugadores.
Él, un atleta enano que convirtió al veteranísimo Sylvinho en un mar de lágrimas infantiles. Él, que hizo feliz a Henry dándole la Copa que el fútbol le había negado. Él, que no tiene alas. Él, que mide 1,69 y luce el 10, que aterrorizó a dos gigantes que suman cuatro metros. Él, el niño que nos recuerda que el fútbol es el deporte más democrático jamás inventado. Messi, ese artista sobrecogedor. El gigante de este Barça inmortal.
PD. Anoche se cumplieron 1.335 días desde el día en que escribí sobre la magnitud de Messi. En aquella ocasión no pude titular yo la pieza. Ahora que soy tricampeón de Europa, recuerdo aquel reportaje, al que añado mi propio título:
Un coloso llamado Leo
El marco de la ventana está atravesado de arriba a abajo por multitud de marcas hechas con bolígrafo. Apenas están separadas por unos milímetros, y en el trazo se adivina una mezcla de perseverancia y angustia. Podría tratarse de una reproducción a escala de los récords de Sergei Bubka, pero salta a la vista que se trata de algo mucho más humilde: la más alta de las marcas no alcanza la altura del español medio.
La ventana pertenece a un apartamento contiguo al Camp Nou, en el barrio barcelonés de Les Corts, donde vive Lionel Andrés Messi (1987, Rosario, Argentina) en compañía de Jorge, su padre. Tal vez la última de estas marcas fue grabada el pasado lunes, cuando juró la Constitución española en un juzgado de la capital catalana y culminó una taimada jugada del Barcelona para salvar el último escollo que ha vivido en su breve y azarosa carrera. Desde esta noche, el Zaragoza puede sufrir en sus carnes el hecho de enfrentarse a una delantera formada por Ronaldinho, Eto'o y el atribulado Messi. Su alineación podría desembocar en más polémica, ante la amenaza de impugnar de algunos clubes.
Su viaje empezó un domingo del año 1992, cuando, con cinco años recién cumplidos, Doña Celia atendió a las súplicas de su nieto y accedió a llevarle a jugar al fútbol junto a sus hermanos mayores, Rodrigo y Matías. Hasta ese día, Lionel Andrés se conformaba con patear furiosamente la pelota que sus padres le regalaron por su cuarto cumpleaños.
Doña Celia, que solía ir a los partidos de sus nietos con el cometido principal de gritar a los árbitros, dejó ese día en paz al hombre de negro. Estaba asombrada. El pequeño Leo jugaba con niños más mayores y llamaba la atención. «Era admirable, porque nunca antes había jugado», recuerda su padre.
Enseguida convencieron a sus padres para que se uniera al Grandoli, un equipo de barrio. Destacaba en cada partido y el rumor se desató: había en la ciudad un pibe que la rompía. Jorge Grifa, responsable por entonces de las categorías inferiores de Newell's Old Boys, se hartó de oír hablar sobre el niño y convenció a sus hermanos, que estaban en el club, de que le llevaran al joven fenómeno.Llegado el momento, le convenció a la primera: «En los picaditos era pura sangre y corazón, peleaba con cualquiera», rememoran los que le vieron jugar. Su progresión era espectacular y con sólo siete años, Leo se acostumbró a hacerse fotografías con admiradores y a firmar sus primeros autógrafos. Su equipo lo ganó todo y empezó a viajar a campeonatos de mayor prestigio con las categorías superiores.
No obstante, con 11 años, la familia se dio cuenta de que algo no iba bien. Leo no crecía. Hacía tiempo que era conocido como La Pulguita, y se temía por su salud. El club y la familia dejaron su caso en manos de un prestigioso médico, quien tras seis meses de intensas pruebas físicas tras las que Leo quedaba mareado y al borde del desvanecimiento, concluyó que el niño no crecería más sin hormonas artificiales. Era un tratamiento que costaba 900 dólares cada dos meses, pago que la familia Messi, a la que se había añadido una hija, pudo hacer frente gracias a la implicación de la empresa en la que trabajaba Jorge Messi y a una fundación. «El mismo se aplicaba una inyección todas las noches en cada piernita», recuerda su padre.
Pero pasados dos años, el apoyo económico desapareció. Argentina ya se asomaba al precipicio, con De la Rúa en el poder, y el cabeza de familia de los Messi decidió probar fortuna en España ante los rumores de absorción de su empresa por parte de un grupo brasileño. En Barcelona tenía contactos y dio el salto en busca de mejores perspectivas profesionales. Consigo se trajo a Leo, que tenía concertada una prueba en el Camp Nou.
Era el verano de 2000, y Carles Rexach, secretario técnico del club, necesitó cinco minutos para asegurarse, con una firma en una servilleta, de que el talento del pequeño delantero se desarrollaría en el Barça. La única exigencia del padre del prometedor jugador era que el club se hiciera cargo del tratamiento de su hijo, cosa que la entidad cumplió a rajatabla.
Con el problema del empleo y el piso resuelto, Jorge Messi convenció a su esposa y a sus hijos para que abandonaran Argentina y se instalaran en Barcelona. Nada fue como habían esperado. Messi no se adaptaba y su hermana lloraba cada día. La madre de Leo tuvo que marcharse precipitadamente por un problema de salud de su hermana, y el resto de sus hijos decidieron volver con ella. Pero eso no era todo: en su segundo partido con el infantil B, a Leo le rompieron el peroné.
«Le dije a Leo que, si quería volver, la decisión era suya. Y él, con 13 años, me miró y me dijo: 'No, yo me quedo aquí, quiero triunfar en el Barcelona'. Aún se me pone la piel de gallina cuando lo pienso», explica su padre.
Ambos iniciaron entonces la costumbre de registrar cada mes su altura en el marco de la ventana con un bolígrafo. A su llegada medía 139 centímetros. Con la familia dividida, Leo tuvo que acostumbrarse al teléfono y los chats para saber de su madre y hermanos.A los 15 años, de pronto, empezó a crecer. Su eclosión futbolística estaba al llegar. Fuentes del club recuerdan que en el verano de 2003, le dijeron al futbolista que sólo ascendería al Juvenil A si hacía una buena pretemporada. A las primeras de cambio, en un torneo disputado en Japón, consiguió el premio al mejor jugador y su pasaporte para el A. Su progresión se había disparado.
En los 10 primeros partidos, marcó 21 goles. El Barça C, que por entonces estaba rozando la zona de descenso, fue su siguiente destino. En su segundo partido, contra el filial de La Gramenet, demostró de qué era capaz logrando un hat trick en la victoria (2-3). Tras estabilizar al equipo en la tabla, lo mandaron al filial. Su calidad también impresionó al técnico, Pere Gratacós, y empezó a hacerse habitual que alternara entrenamientos entre el B y el primer equipo. Fue ese año de vértigo cuando el futbolista debutó con el primer equipo en un amistoso contra el Oporto. Su debut oficial llegó unos meses más tarde ante el Espanyol, y su primer gol, ante el Albacete y de perfecta vaselina, le convirtió en el goleador más joven de la historia del club en Liga (17 años y 10 meses).
Tras la consecución del título de Liga, la marca que viste al club lanzó un espectacular anuncio bajo el eslogan Acaba la Liga, empieza una era. El último plano del comercial mostraba a Messi dirigiéndose a la cámara con una frase que resultó premonitoria: «Soy Leo Messi. Recuerda mi nombre».
Sólo un mes después, en el Campeonato del Mundo sub'20 disputado en Holanda, confirmó lo que ya había apuntado en el Suramericano disputado unos meses antes. Fue el líder de su selección, el máximo goleador y el mejor jugador de un torneo que revalidó Argentina. La prensa bonaerense le encumbró como El Mesías, y el mismísimo Maradona le proclamó su sucesor: «Aimar y Riquelme son cracks, nos llenan el corazón y los ojos. Pero Messi tiene una marcha más. Con él tenemos la gran posibilidad».
El propietario del Inter, que también siguió el campeonato, mostró en público la debilidad que sentía por él: «Es el único futbolista por quien haría una locura». También Fabio Capello, que lo sufrió en el Gamper, se unió a los elogios: «¿Has visto lo que le ha hecho a Cannavaro? No veía una cosa así desde que estaba Maradona en el Nápoles. En mi vida he visto un jugador tan joven hacer las cosas que nos hizo a nosotros».
Las alabanzas no se limitaron a eso. En cuanto se destapó que una contradicción en la normativa sobre jugadores asimilados -extranjeros que llevan más de cinco años formándose en la cantera de un club español-, el Barça empezó a sudar tinta. La Liga de Fútbol Profesional, donde el Real Madrid ejerce una buena cuota de influencia, frenó el cambio de normativa. El futbolista recibió jugosas ofertas y el Barcelona se vio obligado a renovarle hasta el 2014 con una ficha que levanta todo tipo de especulaciones, además de acelerar la tramitación de su documentación española.
No hay malos augurios en el horizonte. Su entorno en la ciudad está formado por su padre, que ejerce también de representante, y por su hermano Rodrigo. Es una persona tranquila y reservada, cuya única preocupación es la atención a la prensa. Deco y Ronaldinho son sus principales cicerones en el vestuario, y Rijkaard asegura que no tendrá en cuenta la fecha de nacimiento a la hora de alinear a la joven perla.
Esta misma semana, y tras obtener la doble nacionalidad, Messi seguía con su desparpajo habitual en los entrenamientos, donde se ha acostumbrado a asombrar con su solvencia en el juego a primer toque, sus explosivas arrancadas y sus cañonazos con la zurda. Tras un lance en uno de los rondos, Samuel Eto'o se lanza las manos a la cabeza: «¡Ya no se respeta nada!», exclama. Tiene toda la razón. Messi le acaba de lanzar un caño a Deco, que le amenaza ante la sorna de los presentes: «Te voy a cortar el pelo», musita el portugués.
Pero Messi no tiene nada que temer: el marco de su ventana acredita ya que mide 1,69 metros, tres centímetros más que Maradona. Todo un coloso.

martes, 26 de mayo de 2009

Troya: 2009

Capítulo 3: La madre de todas batallas

Se acaba la agonía, la noche ha llegado. Barça contra United. El partido del año, del siglo. El juicio final. Todo o nada. La locura colectiva o la más negra depresión. Por sexta vez en la historia, el barcelonismo se prepara para la guerra del fin del mundo. Y llega en el mejor año de su historia, contra el rival más grande posible.

El Manchester United es ese producto artesanal de la megalomanía de Ferguson. Esa bomba de adrenalina y furia llamada Rooney, el equipo más cabal del explosivo fútbol británico, la defensa más claustrofóbica de las islas. Es un equipo donde hasta un coreano parece decisivo. Sobre todo, es el equipo de ese bípedo único llamado Cristiano Ronaldo, ese velocista capaz de oler la escuadra desde 45 metros, a balón parado, en carrera, de cabeza, driblando o pasando. Es el delantero más completo del mundo, el Balón de Oro. La punta de lanza de un equipo endemoniado que no sabe lo que es perder una final europea.
Enfrente, nosotros. Los de Berna, Sevilla y Atenas. Los de Wembley y París. Los del balón, los rondos, los tres delanteros. Los que sólo en este escenario pueden vengarse de lo que la historia les robó. Los de Guardiola, Xavi y Messi, que clama por su trono. Los que rozan el infarto en la victoria y se hunden miserablemente en la derrota.
Es la madre de todas las batallas, y nos presentamos con una sola certeza: "Nada, excepto una batalla perdida, puede ser tan melancólico como una batalla ganada".

domingo, 24 de mayo de 2009

Troya: 2009

Capítulo 2: Jugar para morir

22.18 horas del 17 de mayo de 2006. Un lateral de trote elástico y perfil de contrabandista avanza por la derecha. Ve un hueco y de golpe se encuentra ante el momento más trascendental de su existencia. Da cinco zancadas y chuta bajo la lluvia. Flamini no llega, Almunia tampoco. Desde la grada del Stade de France de París, el padre y el hijo de Belletti le ven cubrirse los ojos con ambas manos para llorar, desconsolado, bajo el chubasco. Da uno, dos, tres pasos, se arrodilla y cae fulminado. En ese momento irrepetible, el Barça lloraba por su segunda Champions; y el fútbol comenzaba a despedir al equipo azulgrana, uno de los más brillantes en lustros.

La muerte de aquel equipo llegó en su mejor momento. Un hecho que nada tuvo de novedoso: durante el primer milenio después de Cristo, los mayas se aficionaron a un simpático juego. Los equipos estaban formados por los mejores representantes de cada pueblo. El balón era de hule, y los sacerdotes, que ejercían de árbitros, vigilaban que nadie lo tocara con la mano. El juego era considerado una ceremonia esencialmente religiosa y los equipos jugaban con furia y pasión por la gloria que esperaba al ganador: la decapitación inmediata de todos sus integrantes.

Bajo la lluvia de París, poco imaginaban Ronaldinho, Deco y compañía su suerte. Como Prometeo, abrazaron la inmortalidad, pero la tradición no les iba a perdonar. El campeón, el equipo más grande del mundo, perdió aquella misma noche las ganas de luchar. En la noche en que firmaron su ascenso a los altares, sellaron también su muerte. A cambio lograron la felicidad de todo un pueblo.

viernes, 22 de mayo de 2009

Troya, 2009

Capítulo 1: Ciegos de rabia
Un anciano se revuelve en su espeso insomnio con un destello en la mirada. "Yo estuve ahí el día en que el Barça se convirtió en un equipo perdedor", piensa. A sus 85 años, no ha olvidado el peor día de su vida. Ocurrió en Berna en 1961. Hombres llorando. Los vencedores pidiendo perdón. Luis Suárez al teléfono: "Perder allí fue una cosa sobrecogedora. En mi vida de futbolista jugué tres finales de Copa de Europa, pero de todas, la que tenía que haber ganado fue aquélla". El anciano se sofoca y busca otra postura. Las lágrimas de aquel héroe griego llamado Kubala. Suyos fueron dos de los cuatro palos: un disparo que se paseó por la línea entre madera y madera para insultar al barcelonismo y salir hacia fuera. Y Vergés, que jugó 429 partidos pero que no se puede olvidar de aquél: "Te queda dentro una cosa que no te puedes quitar nunca", le ha confesado más de una vez entre susurros. La FIFA cambió para siempre los palos cuadrados y el abuelo siente un sudor frío en la espalda. El recuerdo del 1-2, deslumbrado por el sol, el fallo que le acompañaría toda su vida, el fallo que le atormenta esta noche de insomnio. Las disculpas del Benfica tras ganar. "Tranquilo, Antonio, en fútbol no siempre gana el mejor", le dijo el guardameta rival, Costa Pereira. Sus discusiones imaginarias con su entrenador de entonces, Orizaola, por cómo planteó el partido. "La cagó", dice, embargado por un rencor de décadas. El anciano insomne y atormentado es Ramallets, leyenda del Barça. Está muy enfermo, ya casi no queda nadie con vida de aquel partido. Su mal es el de todo el barcelonismo, que una tarde soleada supo que la vida puede ser muy hija de puta. La muerte aún no se lo ha llevado. Suyo fue el fallo del 1-2; una pelota blanda que le caía a las manos y que él no atajó. Ramallets está hoy está medio ciego; ve cada noche aquel sol que le traicionó.

domingo, 17 de mayo de 2009

La fuerza de lo inevitable

"Cuando la manzana está madura, cae; ¿por qué? ¿Es atraída hacia la tierra o es que el tallo se seca, o es que el sol reseca la manzana, porque se hace más pesada, porque el viento la sacude, o poque el chico al pie del árbol se la quiere comer?"
El ser humano no conoce un misterio más insondable y secular que la agricultura. Enterrar un resto vegetal, tirarle agua de vez en cuando, esperar. A menudo, el fútbol no es otra cosa que eso: actos estrambóticos que difícilmente podríamos explicar a una novia -extraños rituales, indumentaria específica, oscuros rezos-, mucha fe, y mucha paciencia para ver pasar los días pensando que sí, que el verano llegará.
Los balcones de Barcelona están entregados, las calles teñidas de azulgrana. Sin embargo, en la ciudad se respira que este triunfo no ha sido un estallido de rabia contenida ni un acontecimiento con el inconfundible sabor de lo milagroso. LaLiga -el premio a los equipos verdaderos- ha llegado con una dulzura desacostumbrada, con la puntualidad de lo inevitable, como una cosecha largamente deseada.
¿Por qué ha llegado el título de este modo? Es un enigma. Pero la fe, el trabajo y la paciencia han encumbrado al mejor, listo para asaltar el mayor reto de su historia y maduro como una manzana, esa fruta misteriosa y puntual.

jueves, 14 de mayo de 2009

Es nuestra

Véanle gritar y recuerden cómo estuvo a punto de llorar con el gol y con el cambio. Fue el momento más emotivo de un choque de trenes que se decidió mucho antes: un portento llamado Touré hizo dos croquetas, se propulsó, armó la pierna y regaló unas bonitas butifarras a la afición que llevaba tres meses entusiasmada mirándose al espejo. Caparrós se sumió entonces lo que Tolstoi conocía como "el momento de vacilación moral que decide la suerte de las batallas".
La Copa es nuestra porque la máquina de triturar volvió a funcionar, a tocar el balón a uno y dos toques, a buscar espacios, a marear al rival. Es nuestra porque la potencia sin control no sirve de nada y porque Toquero Lehendakari marcó demasiado pronto. Porque el Athletic se pasó en su combinado de adrenalina y endorfinas y no se dio cuenta de que aquello no era un concierto de Motorhead, sino un partido de fútbol.
La Copa, el título que alimentó a generaciones de culés sedientos, ha vuelto a casa. ¿Un título menor? Miren al de la foto, el chaval más feliz sobre la faz de la tierra.

miércoles, 13 de mayo de 2009

Ser o no ser

No es día para experiencias estéticas. El fútbol se inventó como simulacro bélico y la de hoy es una batalla en que no cabe la opción de retirada. "Hasta el último hombre", que dijo el emperador Alejandro ante la invasión de Napoleón.
No hay punto intermedio, ni consuelo ante una derrota honrosa, ni partido de vuelta, ni empate posible. Todo o nada. Euforia o desespero. Para los jugadores, la certeza de entrar en la historia como héroes o el riesgo de quedar inmortalizados como villanos.
Caparrós ha avisado de que esta noche hay riesgo de lesiones. Una argucia para intimidar al Barça. Sus palabras no son ningún escándalo, bien lo sabía Camus: "Quitad los cañones y no encontraréis ninguna diferencia entre el fútbol y la guerra". Todo el mundo sabe que en la guerra todo vale, y que tras de sí sólo deja tierra quemada, vencedores y vencidos.

lunes, 11 de mayo de 2009

El primer mandamiento

El Balón bajó de la montaña y dijo al pueblo: 'Sólo quien lo desee de verdad podrá ganar'". Ése es el Primer Mandamiento del fútbol y la vedadera clave de una final. Quererlo más que el rival, soñar más que el rival. Por eso da miedo este Athletic que está preparando la final desde hace tres meses, que ya está en Valencia, que ayer conseguió atraer a 20.000 aficionados a un entrenamiento.
Si el Barça -que jugará con suplentes y tiene a varios titulares lesionados- consigue igualar la ambición del Athletic, será campeón gracias a su fútbol. Pero si no, es el guión de un partido que ya hemos visto, la crónica de una muerte anunciada. Como las semifinales del pasado año en la misma competición: jugaba el Barça contra uno de los Valencias más famélicos que se recuerdan. Esataban desesperados, no tenían nada más. Por eso ganaron.
Si algo bueno hubo en la negra jornada de ayer es que el Barça no se fue de celebración. En esta santa casa sabemos bien lo que es celebrar un título, comparecer a los tres días en una final y llevarse un 4-0 y varios cubos de lágrimas a la cama. Ocurrió en el 94 en Atenas. La clave no fue la superioridad táctica de Capello sobre Cruyff; fue la actitud de los futbolistas. Estaban saciados y se notó. Otro caso sangrante: hace dos años, el Espanyol se plantó en la final de la UEFA. Palmó en los penaltis. Sus jugadores perdieron la tensión competitiva, y el domingo siguiente perdieron 1-5 contra el Getafe. También sabe mucho de este asunto Mancini. Su Inter arrasó en la Serie A de 2007 y se llevó el scudetto. Diez días después le tocó jugar la ida de la final de Copa contra la Roma. Resultado: un histórico 6-2 para los de Spalletti.
Es una cuestión psicológica, de apretar los dientes y querer sufrir. Bien merece la pena por el único título que El Barça lleva 11 años sin celebrar. De no hacerlo, la derrota es el segura. Es el precio de no cumplir el primer mandamiento.

domingo, 10 de mayo de 2009

Tonight, Tonight

Hoy, este post viene con una canción obligada: http://www.youtube.com/watch?v=EsZYqaSc4cU
Comencemos, pues. O mejor dicho, acabemos. La cita es a las 19.00 horas. Once contra once, tres puntos en juego y los ojos del mundo del fútbol puestos en el Camp Nou. Tres años después, un título asoma. Cómo hemos cambiado, de los tiempos de Ronnie a los de Xavi y Messi. En medio, el Tamudazo. La vergüenza de la 2007-08.
El fútbol contiene hoy la respiración para ver si el ballet de panzers de Guardiola suma una victoria más y deja escrito en la historia que en la 2008-2009 convirtió la Liga en un Joan Gamper, a sus rivales en Os Belenenses, al Madrí en un absurdo conejito de Duracell.
Las gradas huelen a ola, Canaletes se prepara para su tercera sacudida en una semana -a veces parece imposible que no se venga abajo esa añeja y heroica fuente- y el cava burbujea en los frigoríficos. Queda el último empujón, el golpe de gracia, el apoteosis.
Creamos. Soñemos. Trasnochemos. Será todo esta noche:
We'll crucify the insincere tonight / We'll make things right / we'll feel it all tonight / We'll find a way to offer up the night tonight / The indescribable moments of your life tonight / The impossible is possible tonight / Believe in me as I believe in you, tonight.

jueves, 7 de mayo de 2009

El pueblo elegido

Abrazos con desconocidos. Lágrimas furtivas. Gritos y cánticos a media noche. Bufandas al vuelo, reconciliaciones matrimoniales. Y todo por una revelación: el fútbol ama al Barça.
El barcelonismo se refociló ayer en la felicidad más completa ante el desastre de ese equipazo ruin llamado Chelsea. Los africanos de Abramovich, su ejército de mercenarios, acabaron llorando, desquiciados, enloquecidos ante la triste realidad de que a pesar de su potencia y su competitividad, nunca serán Iniesta, nunca serán del Barça.
Tenía razón John Carlin hace un par de meses en su homenaje a Essien, titulado El impacto del bisonte africano: "Essien -lateral, central, centrocampista defensivo y goleador- es un superhombre. El entrenador, o jugador, o aficionado que no desee tenerlo en su equipo no entiende nada. Con Essien, se juega con ventaja. Vale por dos y su espíritu guerrero inspira fe en la victoria y contagia a los compañeros. Uno siempre va a querer jugar con Essien en el equipo, y no en contra".
El fútbol, sin embargo, es otra cosa. El fútbol prefiere a Iniesta, el Ángel Exterminador, y este blogger pudo visitar Canaletes y beber de sus aguas a la salud de los culés exiliados, a la salud de una noche no muy lejana en que un chut de Scholes nos privó de jugar la final más grande (http://lacavernaazulgrana.blogspot.com/search/label/Canaletes).
Fue ahí, en La Meca, donde leí estos mensajes:
"M'he quedat afònic cridant en un pub irlandès ple d'animals anglesos". David, Pekín.
"Que gran és el fumbol". Ferran, Barcelona.
"Dime que estás bien, anda". Gonzalo, Nueva York.
"En mi vida había oído chillar tanto. Hay cuatro abuelos que no he visto en mi vida dándose palmaditas (...)". Patricia, Barcelona.
"Fantastic!" Tomek, Polonia.
"Ké grande..." Miguel, madridista de Vigo.
"Glorioso!" Josete, Málaga.
"No sé què dir. La millor setamana blaugrana des que vaig anar per primera vegada al temple culé fa 32 anys". Toni, Barcelona.
¿Quieren saber quiénes son ellos? Miren la foto. Se les ve al fondo, justo detrás de Iniesta. Son el pueblo elegido.

martes, 5 de mayo de 2009

'Football' bueno, 'football' malo

Inventaron el fútbol y lo exportaron. Desde entonces se dedicaron a maltratarlo dentro del campo y a venerarlo fuera de él. Sólo en Inglaterra, cuna de este deporte universal, podía darse una cultura capaz de amar la pelota, el pub, las pintas y los rugidos tanto como las segadas, las peleas de borrachos, el patadón p'arriba y los contactos físicos que denominaríamos no deseados.
Las estadísticas del Barça contra clubes ingleses son para echarse a temblar, y no es necesario recordar el historial de tragedias azulgrana en esta competición ante rivales menos dotados técnicamente. El juego directo y ramplón se ha atragantado históricamente a los azulgrana, que mañana juegan el que es probablemente el partido más difícil del año en el feudo del millonario Abramovich, el hombre de quien la FIFA dijo que era un peligro para el fútbol. En Stamford Bridge espera una pléyade de estrellas hambrientas (Essien, Drogba, Terry) pendientes de lograr el único título que les tortura después del increíble error en los penaltis de la última final que protagonizó su capitán (http://www.youtube.com/watch?v=KqwaO_54afk). Espera un ambiente terrible y sobre todo, espera la quinta esencia del fútbol inglés, ese regalo llamado Frank Lampard.
El ocho del Chelsea, un ejemplo de centrocampista llegador y exquisito, emocionó al mundo del fútbol en las semifinales y final de la última Champions, cuando su madre acababa de morir y ya se cocía su separación de su señora. (http://www.youtube.com/watch?v=TRB0EDKVbrY&feature=fvsr). Por encima de esa otra rareza que es Gerrard, Lampard representa junto a las pintas y los pubs, lo mejor del fútbol inglés.
Pero adonde el Barça viaja no es a un templo de románticos enamorados del balón, sino a uno de los estadios más duros del planeta, donde Terry o Ballack no tendrán inconveniente en jugarse la roja a cada acción. Los permisivos arbitrajes UEFA, ante un fútbol por naturaleza como el británico, dan miedo. De entre todas las acciones con que podría ilustrar el amor inglés por el tackle y las entradas salvajes, me quedo con ésta: http://www.youtube.com/watch?v=uOivzoRc0I8&feature=related. Su autor responde al nombre de Boris Johnson y, atención, no es un alcohólico sacado de algún frenopático de la zona cinco de Londres, sino el alcalde de la ciudad, que hizo esta barbaridad en un partido benéfico. ¿Se imaginan a Hereu?
A pesar de Lampard, el fútbol no merece otra final entre ingleses. El fútbol se inventó para evolucionar, no para quedarse en la prehistoria; el fútbol ama al Barça.

domingo, 3 de mayo de 2009

Obra maestra

¿Qué recordaremos dentro de medio siglo cuando se hable de la tarde del 2 de mayo de 2009? La actuación del Barça fue tan sublime que costará explicarla. A pesar de las evidencias, el partidazo de ayer fue algo distinto a una humillación. No llegó desde el rencor, como han llegado tantos triunfos en ese feudo de la mano de Cruyff, de Luis Enrique, de guerreros antimadridistas.
El 2-6 respondió a otra cosa, a una ecuación matemática, un ejercicio de justicia universal que rara vez se ve en el fútbol. La exhibición llegó tocando el balón primorosamente, a pases cortos, triangulando a lo largo y ancho del Bernabéu. Gente como Xavi, Iniesta, Messi o Piqué no jugaron para aniquilar al rival, sino dando un sentido pedagógico a su despliegue: "A esto se juega así", se escuchaba a cada combinación. "Es que os vamos a machacar porque somos mucho mejores", decía Henry a cada aparición por la banda.
El memorable partido de ayer quedará fijado en los libros como el día en que el fútbol desnudó la diferencia existente entre dos equipos, uno que representa la estética, alegre y otro que lo fía todo al entusiasmo. Será la tarde en que dos conjuntos de récord, separados sólo por cuatro puntos, se midieron para dejar claro quién era el mejor. Unos chutaron cuatro veces, los otros, 14. El abismo que se abrió entre ambos fue incalculable. Los locales quedaron retratados como una mentira futbolística, y los visitantes ingresaron formalmente en la galería de equipos legendarios.
La larga noche de alaridos azulgranas sirvió también de epílogo del Madrí de Capello, una miseria balompédica que reinó en España durante dos años apostando todo a las áreas y despreciando el centro del campo, justo la zona donde el Barça le barrió. El funeral de ese equipo ganador de Casillas, Van Nistelrooy, Raúl, Ramos e Higuaín se celebró ante 80.000 espectadores, con el balón como oficiante y la esperanza en una vida mejor de la mano de Florentino, que sacará la escoba para devolver algo de brillo al conjunto de Nanín.
El Barça cumplió ayer con su labor: con una obra maestra, redujo al Madrí a cenizas. Canaletes sonríe y el mundo es un lugar mejor.
PD: La Banda, esta Banda, fue la que enterró al increíble Barça de Ronaldinho. De eso se acordó Messi, todo un ilustrado que en el Bernabéu demostró conocerse la historia de Aquiles, su difunto primo y su venganza ante Héctor: «Cuando despojabas el cadáver de Patroclo, sin duda te creíste salvado y no me temiste a mí porque me hallaba ausente. ¡Necio! Quedaba yo como vengador, mucho más fuerte que él, en las cóncavas naves, y te he quebrado las rodillas».

viernes, 1 de mayo de 2009

La misión

Desde la Biblia hemos crecido con la nociva idea de que existen un bien y un mal absoluto. Las sucesivas civilizaciones que hemos conocido se han asentado en base al odio al enemigo (los celtas, los romanos, los godos, los moros, los borbones, qué más da) y esta concepción maniqueísta del mundo, que tan poco ayuda a la convivencia, sirve a la perfección para explicar la pasión del Clásico.
Será hora y media y será en el Bernabéu, esa plaza donde el color azulgrana es el Anticristo del mismo modo que en Barcelona el color blanco evoca lo peor de la condición humana. Si los chavales de Pep logran ganar, el sábado por la noche será de fiesta, pólvora y excesos junto al Mediterráneo. El empate también sería una proeza que equivaldría al título. La derrota dejaría al líder aún por encima pero con la moral tocada ante la persistencia de un rival obstinado y ganador.
Para vivir esa hora y media que algunos les recuerda lo bonito que es vivir, esta Caverna ha trasladado su base de operaciones a Amsterdam, ciudad amiga, rincón donde nacieron Michels y Cruyff, los hombres que llevaron a Barcelona la exótica idea de que al enemigo hay que atacarle con extremos, con el balón y llevando a la grada un sentimiento: "Estos son los mejores". Proclamar eso en el Bernabéu, combatir el mal absoluto, ésa es la mision del barcelonismo.