Cuesta creer que Maradona haya tardado un cuarto de siglo en volver al primer estadio europeo que le idolatró como al más grande. Pero son cosas del ego: basta recordar el cuidado tango que se marcó el sábado el diez más grande ante Cruyff para ver que sencillamente no le dio la gana venir antes para no regalar una foto a Núñez ni a Gaspart.
En este blog somos -aviso para navegantes- muy maradonianos y guardamos material altamente freak para cuando llegue el triste momento de recordar su figura. Pero hoy quería hablar de la relación que dos barceloneses tan ilustres como anónimos tuvieron con el semidiós argentino. Tita Vidal era por entonces enfermera y trabajaba en el departamento de epidemiología del ayuntamiento de Barcelona. Cuando había una epidemia o una infección rara, su trabajo consistía en vacunar a los pacientes, a veces a colegios enteros, otras a enfermos de Sida de cuando El Raval era el Barrio Chino.
Un día le comunicaron que tendría que poner inyecciones de la Hepatitis B a un contagiado de la zona alta de Barcelona, ni más ni menos que en la avenida del Tibidabo. Cuando llegó a la dirección, le costó reprimir una mueca de asco. Gente tirada por los suelos, evidentes signos de que allí había mucha droga y que había tenido lugar más de una orgía. Durante meses le tocó poner inyecciones a aquel chico de los rizos "que semblava un gitano" y por quien no sentía el menor atisbo de simpatía.
En la misma época, al disortado Maradona le rompieron la pierna. Fue una barbaridad de Goikoetxea, del Athletic, pero El Pibe ni se quejó. Para recuperarse, el club puso a su disposición a Joan Malgosa, que era entonces recuperador de lesiones y preparador físico. Tras cuatro décadas de profesión, Malgosa se pasea aún por el centro de la ciudad en compañía de su diminuto perro. Y a quien se para a escucharle, le suelta verdades como puños: que los futbolistas, al lado de motociclistas o tenistas, eran unos vagos. Que a lo largo de su carrera encontró poquísimos jugadores de fútbol realmente profesionales. Y que en eso, el número uno fue Maradona.
Cuando entrevisté a Malgosa, Maradona pasaba una mala época. El veterano preparador físico se lamentó de que hacía tiempo que no le llamaba -cuando lo hacía, el astro le llamaba "Papi"-. Ojalá le haya visto estos días. Y ojalá Tita Vidal llegue a comprender algún día que el brazo que tantas veces perforó era el de un pedazo de historia, el de una leyenda, el del hombre que encarnó como nadie la grandeza y las miserias del fútbol.
5 comentarios:
que tiempo tan feliz que nunca olvidare...
y a lo largo de esos años conoci a mucha gente, entre los cuales no destaco por interesante el Pibe.
Tenim l'hereu al Camp Nou, com a mínim, espero que una altra Tita Vidal no li hagi de perforar mai els braços.
I que tingui el mateix toc diví.
Messi no tiene pinta de caer en lo mismo porque no se le ven muchas luces.
Coincido contigo, Diego: como le pasa a Rafa Nadal, a Messi le ayudará el hecho de ser corto de miras. Eso y que lleva una década viviendo bien antes de ser el número uno; Maradona malvivió bastante más que él.
Tita vidal quiere disculparse por su comentario anónimo sin chicha ni limoná ya publicado. Quiere añadir algo más:
"Era una casa preciosa rodeada por un muro de piedra, cerca de la Creu de Pedralbes, llena de gente, con muchos coches -de lujo, ¿eh?- para cada entrevista de epidemiologia que teníamos que hacer había que ir seis veces para encontrar a Maradona despierto y en condiciones. Él no tenía nada de particular: parecía un vago, aparecía despeinado, en pijama, a veces le despertábamos a las 13.30 horas. Era muy sobón, me llamaba 'mamita' o 'papito'. Teníamos que saber sus contactos, con quién se relacionaba... Había muchos otrs enfermos más interesantes".
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