Eso ha hecho que sus gentes sean adictos a ese lamento triste que es el fado, que la ciudad entera parezca un homenaje a las gloriosas ruinas del pasado, que sus muchos miradores parezcan altares donde homenajear a los difuntos. "O amor portugués é um amor triste", susurran las viejas del lugar para resumir las historias de marineros añorados y novias envejecidas.
No es de extrañar, pues, que el mejor equipo de Lisboa se presentara en la Liga de Campeones con una estrella brasileña -Liedson- que parece un etíope famélico, con un ídolo local, Moutinho, que ha admitido que está en el Sporting contra su voluntad y unos centrales capaces de hacerse dos autogoles y rozar el hat trick.
Una ciudad que tiene edificios donde está prohibido instalar lavadoras ante el evidente riego de que el predio entero se venga abajo nunca debió exponerse a ese terror desequilibrante llamado Messi. Con el argentino campando por el Alvalade como Attila, hubo planos de bigotudos aficionados del Sporting que daban lástima. Hasta ellos, enamorados de la decadencia del lugar, se estremecieron ante el huracán azulgrana.
A pesar de la goleada, el sabio cancionero del lugar salió reforzado. Mientras Xavi, Busquets y compañía abandonaban el estadio, el aire atlántico llevó a sus oídos una canción (É uma curva bellísima / é uma equipa fantástica / que me faz sonhar / alé Sporting alé) y As Juventudes Leoninas se repetían una solemne verdad: Só eu sei / porque nao fico em casa.
2 comentarios:
una afició capaç de cridar olé, olé a l'equip rival ja diu molt de la ciutat on viu i de la seva idiosincràsia.
Pues al acabar el partido más que fado en Lisboa debía haber enfado.
Publicar un comentario