domingo, 30 de septiembre de 2012

Remontar



Nada como las remontadas para medir el hambre de un equipo, su fe, su ambición. La incapacidad para dar la vuelta al marcador fue uno de los grandes males que atormentó al Barça durante la pasada temporada. De hecho, no logró hacerlo por primera vez hasta diciembre, cuando visitó el Averno. En toda la temporada sólo lo hizo en seis de los 64 partidos que jugó.

Con el verano recién acabado, los números empiezan a demostrar lo que se olía desde el principio. Tras un año lejos de los grandes triunfos, el mejor equipo que veremos jamás ha recuperado el instinto asesino. Suma ya tres remontadas -a la que se podría añadir la victoria ante el Spartak- en sólo nueve partidos. El dato es alentador y aquí en este agujero nos asombra que anoche no se llenara Canaletes (cosa que bien podría hacerse el próximo sábado).

Ustedes saben que en este foro estamos hartos de ver jugar de centrales a la ristra de incompetentes que acompañan en el vestuario a La Bestia Parda, a Xavi, a Iniesta. Que algo de decencia defensiva no estaría mal; pero lo cierto es que a pesar de todo, con la actitud ofensiva del equipo se perderán pocos puntos este año.

Y no teman, que no eludiré hablar del escabroso asunto del milagro Sex. El hambre y la insensatez que demostró anoche encarándose a Medel es su primera muestra de amor al club desde hace seis meses. Ojalá le duren las ganas. Ojalá entienda que con ausentarse del puesto de trabajo tres cuartas partes del año es suficiente. Pero no se ilusionen: hasta la fecha parece más un cazador de milfs que un profesional del fútbol.

jueves, 27 de septiembre de 2012

Zonas oscuras



"¡Fuera del agua, gorda! ¡Vete al psicólogo!”. “No vengas a hacerte la estrecha, si te has follado a todo lo que se mueve...”. "¡Trágatelo [el vómito], que aún te queda hora y media para terminar!". Qué asunto fascinante, convendrán, el de los famosos métodos de Anna Tarrés, entrenadora de la selección española de natación sincronizada.

Ocurre que el consumo de deporte de alta competición es un vicio de la sociedad en que vivimos. Por esa razón, a menudo aparecen iluminados que se refieren a la necesidad de que los atletas "den ejemplo", o aparece la Unicef y se le antoja patrocinar a un equipo donde juega Motta. Sandeces. El deporte de elite es una cosa muy cruda. No es necesario ver a Pepe en acción para recordar que competir es un ejercicio esencialmente idéntico al de destruir al oponente; también Xavi piensa en esos términos. 

Y no hay que olvidar que los que hacen de un juego o un entretenimiento su medio de vida a menudo han llegado arriba después de durísimos procesos darwinistas, en entornos envenenados por las envidias o la necesidad, con entrenadores psicópatas y en medio de todo tipo de intereses económicos; a menudo sobreviven a ello con evidentes taras. Y la elite ya es la guerra, donde el mobbing, el bullying otras barbaridades son simple rutina. 

El deporte profesional no es el lugar donde escandalizarse porque Messi abronca a Villa por no dársela al primer toque -gracias, Leo-, sino más bien el lugar donde arden pasiones, vanidades y esa turbia cuestión, embellecida por la literatura, que responde al nombre de afán de superación.  Ustedes deben saner que no es raro que en los maratones mueran atletas que creían estar retándose a sí mismos cuando en realidad lo que hacían era cabalgar hacia el colapso. Escuchen a ese poeta de la montaña llamado Kilian Jornet: "Cuando corres tantas horas, sabes que el dolor llegará, tienes que aprender a convivir con él". ¿Apuntarían a sus hijos a unas inocentes clases de bádminton con don Kilian? ¿Les parece temible la dulce señorita Tarrés?

Son simplemente productos del deporte de elite, peones del espectáculo y la gloria. 

domingo, 23 de septiembre de 2012

Los nunca vistos (XI): Eduard V.



Cuarenta niños en clase. Todos menos uno dicen ser del Barça. Al disidente nadie le llama por su nombre, preferimos su sonoro apellido. Es del Espanyol y podría dar una clase magistral en las facultades de psicología sobre el bullying. Además de perico, es nieto de un apasionado del Real Murcia que le va a buscar con la gorrita y el pin de su equipo. La vida podía ser muy dura.


Eduard es un chaval pacífico y jamás se revuelve. Sabe que puede vengarse ampliamente en el patio, cuando rueda el balón. A la tierna edad de ocho años, ya conoce el valor de un buen agarrón. A los nueve hace faltas tácticas. A los diez asombra a todo el colegio con las primeras segadas. Es un duro competidor, le gusta ganar y ante todo le gusta destruir juego. Rara vez cruza el centro del campo; la suya era una de las zurdas más toscas que se han visto en los Salesianos.


Su aprendizaje continúa. Cuando el resto de niños aprende a dar toquecitos al balón, él entra en un equipo de fútbol grande y su catálogo de proezas aumenta. A los once, cuando aún quedaban cinco años para saber nada de Redondo, ya sabíamos que el codo es un arma futbolística de primer orden. A los doce, también es pionero en el marcaje por todo el campo, hubiera o no balón de por medio [algunas noches creo sentirlo, serio, callado, amenazante]. Y a los trece, antes de acabar la primaria, se doctora: ha descubierto la patada sin balón de por medio, la que se da por placer, por  intimidar, o porque eres un perico nieto de murciano.


Pero de él se recuerdan no sólo los moratones, las heridas y los arañazos. Él, que evocaba el fútbol en blanco y negro, el de cuando los gladiadores no sonreían y sobrellevaban con gesto adusto los sinsabores del balón, también nos dejó la jugada más hilarante que jamás se viera en aquel patio.  Fue en los instantes finales de un partido de básket de máxima rivalidad entre A y B (él participaba por obligación). El base rival conduce un contragolpe que significará dos puntos y la victoria, pero Eduard, en un momento de genio y honestidad, decide que aquello no va a ocurrir. Le persigue, se lanza con los dos pies por delante y le hace una segada por detrás al pobre infeliz. Gritos, empujones, insultos y un formidable caos. Él, impertérrito, se va farfullando "es falta, es falta, qué pasa". Hubo lágrimas de risa.


No hace tanto le encontré por la calle en compañía femenina. Estuvo cordial, pero no logró sonreír. Le miré sus codos, sus zapatos, su tamaño. Me pareció que no era para tanto. Al despedirnos, siguió de cháchara con su compañera. Me pregunté si acaso había olvidado al futbolista que fue.

lunes, 17 de septiembre de 2012

Después de la conjura



Se ha cumplido un año del triste empate de La Banda contra un Racing que ya olía a descenso. Muchos aseguraron entonces que los futbolistas le habían hecho descaradamente la cama a Mourinho. Era la jornada cuatro y los Altintops ya habían perdido cinco puntos. Ese día el núcleo hispano del vestuario habló con el entrenador y le planteó una tregua. Pedían más minutos para esos superdotados del balón que son Arbeloa, Granero o Albiol. "Vamos a llevarnos bien", pensaron unos y otros. Desde entonces, la locura. Un vestuario conjurado, hambriento, rabioso y convencido es el arma más devastadora que existe en el fútbol. Y esa mezcla de adrenalina y vértigo arrasó en la Liga con una racha de 93 puntos ganados sobre de 102. Pero desde el mismo momento de la rúa, volvió la realidad.

La realidad es que muchos dentro de ese Frankenstein no se soportan. Que el objetivo común sirvió para tapar miserias y desencuentros. Que se siguen sabiendo inferiores al Barça y que no comulgan con los métodos navajeros de Mourinho. Así como uno entiende que Pepe tiene sueños húmedos en que él, armado con una sierra eléctrica, entra en una guardería de Rosario (Argentina), un buen número de ellos son gente normal, algo pegona, algo tuercebotas, pero normal. Y ocurre que a Casillas le vimos sonreír en los dos partidos de la Supercopa. Esa sonrisa delataba que la locura ha pasado, que han perdido esa angustia vital de tener que ganar a un rival monumental. Y esta Banda, si sonríe, pierde.

El pacto con el diablo se ha amortizado con una Copa del Rey (seguramente la final más violenta que se ha jugado en España en varias décadas), una Liga y una Supercopa. Tres títulos para el equipo más caro del mundo, que ve cómo hasta el Atleti le moja la oreja en Europa. Este año difícilmente habrá otros pactos. Lo que les une es esa Décima. Causalmente, la última vez que La Banda comenzó con 8 puntos perdidos tras cuatro jornadas fue en el año 2001, una temporada que terminó con Zidane gritando "¡toma, toma!" al cielo de Glasgow. Y en esta competición el equipo de los esprínters de extrarradio sembrará el pánico. Pero el resto del año, en el resto de competiciones, aquello será Troya, como lo fue antes en el Chelsea o el Inter, calcinados tras el paso del Quincazo Segundo. Sus vestuarios pagaron el precio de pactar con el diablo, de sobremotivarse por encima de sus posibilidades, de desafiar a rivales superiores. Señores, prepárense a disfrutar. Y recen, recen mucho, para que a cambio no tengamos que comernos La Décima. 

miércoles, 12 de septiembre de 2012

El mejor de los mortales




Tan desgarbado de movimientos como de palabra, ee adolescente, en las discotecas, debió ser el típico larguirucho tímido de bamboleo robótico, presa del acné, tan atractivo como una mantis en celo. Pero el fútbol se le daba bien: en los campos de Tercera ya destacaba como el mejor centrocampista de una categoría canalla: iba al balón dividido, lo ganaba, lo bajaba y lo liberaba.

Así llegó al primer equipo del mejor equipo y se hizo insustituible por delante del futbolista mejor pagado de la Premier. Y en un añito se convirtió en la referencia del fútbol mundial en su posición. Dos técnicos antagonistas como Guardiola o Del Bosque han jurado que de mayores les gustaría ser Busquets, y en ambos equipos le señalan como el próximo capitán.

De este hombre discreto se sabe también que no ha cambiado ni usos ni costumbres ni amistades y que es el mentor de los jóvenes que suben al primer equipo, el que les explica el 50% del secreto del Barça: el juego de posición, que viene a ser como la Dinámica del Punto de los aeronáuticos. El otro 50%, el juego a primer toque, no se enseña, va en la sangre; él es el número uno en eso.

Luego, además, nos asombra con esos movimientos suyos a cámara superlenta, esos amagos y fintas humillantes, esas bicicletas, ese veneno en el pase, esa presencia en las grandes citas. Pero lo mejor, sin ninguna duda, son sus cagadas, las que han costado goles y títulos. Nos recuerdan que después de Messi, Xavi e Iniesta, Busquets es el mejor de entre los futbolistas mortales del planeta.

miércoles, 5 de septiembre de 2012

Homilía fúnebre. Y un ataúd vacío.



Los futbolistas son ante todo mamíferos y, en tanto que tales, les está vedado el don de la resurrección. La obviedad viene a cuenta de lo que se ha encontrado Tito Vilanova este verano en su vestuario. Un buen número de jugadores clave se dejaron ir durante la pasada campaña, hartos de exprimirse y saciados de gloria. Contra toda lógica, siguen en ese vestuario. ¿Qué podemos esperar de ellos? O mejor dicho: ¿existe algún margen para el optimismo?

Echando la vista atrás, la conclusión es rotunda. Nope. No existen ejemplos de jugadores que después de haber triunfado desaparecerieran del mapa para regresar a lo grande. Sí hay casos de cracks que siguieron a su mejor nivel tras una lesión (Xavi, sin ir más lejos) pero no existen en absoluto cuando la caída de rendimiento se debió a los neones. A lo más que se llega en estos casos es a ofrecer un nivel digno, aunque inferior al que les llevó a la gloria, en otros equipos -Rivaldo, Henry, etc-.

Existen casos de jóvenes estrellas que nada más comenzar se descarrianon pero consiguieron reconducir su nivel para llegar después a lo más alto: es el caso de Raúl o el de Mami. Ambos tuvieron la suerte de que eso les ocurriera antes de triunfar de manera incontestable. Pero lo habitual cuando un futbolista triunfa para entregarse a la dolce vita es que se convierta en una caricatura de lo que fue, en una perfecta máquina de provocar frustración propia y ajena como Adriano o Mendieta.

Y eso, amigos, nos lleva a celebrar cuanto antes una homilía fúnebre por Piqué y Sex, que tuvieron la desgracia de cumplir el sueño de su vida profesional. El primero dio dos Champions al club que le vio crecer. El segundo logró el asombroso éxito de estafarle tres veces. Pero señores, no encarguen aún esa tercera corona de flores porque la teoría se tambalea. ¿Han visto cómo ha empezado la temporada nuestro milagrero canario? ¿Le han visto presionar con los brazos en modo Arale? ¿Le han visto asesinar los espacios con esos desmarques malévolos? Sólo han pasado tres semanas, pero si los ojos no nos engañan, Pedro está camino de superar su mayor milagro: se ríe de su dulce muerte y regresa desde el más allá.


Amén.

lunes, 3 de septiembre de 2012

Dioses y villanos



La victoria de La Banda en la Supercopa el pasado miércoles debería haber abierto algún tipo de reflexión profunda sobre la salud de este Barça colosal, sobre la ambición de unos y otros. Podría haber provocado un nuevo debate sobre el cambio de ciclo -de las últimas cuatro competiciones en que se han encontrado unos y otros cara a cara, La Banda se llevó el título en dos-, o sobre la fragilidad del Barça sin Abidal, o en la necesidad de rejuvenecer a una plantilla plagada de héroes multilaureados.

Nada de eso apareció en los medios serios. Nada se escuchó en los bares. A las 24 horas, el debate ya era otro. Las tertulias volvían a sacar punta al patético personaje en que se ha convertido ese fenómeno llamado CR Ceja. Y de alguna manera, el mundo siguió igual: en el imaginario colectivo planetario, el Barcelona sigue siendo el monumento al que hay que derribar, el gran favorito a todo, la referencia. Y los otros seguían siendo el Atlético Puerto Urraco.

Y ello nos lleva a una reflexión. Los aficionados a este deporte no sólo lo son por disfrutar de los caños, los goles de volea, los tacones o los árbitros que resbalan. No sólo les atraen los insólitos caprichos del balón, los gritos, las derrotas. En este deporte absurdo también se busca otra cosa más profunda que tiene que ver con construcciones culturales milenarias. Mitos. Héroes. Villanos. Arquetipos. No se crean que eso se produce tan sólo en futboleros doctos y apolillados. No. Eso le ocurre a Toñín el Torero y al imbécil de la barretina del Camp Nou.

Esto explica que a nadie le preocupe que el mejor equipo que seguramente verán jamás se deje tantos títulos por la cuneta últimamente: han encontrado en este Barça lo que han buscado desde niños en la Disney, en compañía de los Grimm, o de Tolkien, o de los clásicos. Messi, Xavi, Iniesta, Busquets. Héroes y dioses. Paraísos y edenes. Han encontrado también villanos perfectos, réplicas de Caín, execrencias de la naturaleza en esa miseria balompédica y humana que es La Banda de los Portugueses. Mourinho. Karanka. El Tito Flo. Roncero. CR Ceja, Pepe, Marcelo, Coentrao.

Fanatismos al margen, el mundo del balón ya ha elegido: tal vez nunca se había encontrado con una representación tan exacta del Bien y el Mal. Para desgracia del pueblo culé, los futbolistas tienen un olfato privilegiado para distinguir la genuina admiración de la gente; y así Piqué o Sex saben perfectamente que juegan en el mejor equipo del mundo aunque sus actuaciones sean dignas de La Pobla de Mafumet. Esa certeza de saberse en el Olimpo, ese legítimo endiosamiento, se ha convertido una vía de agua para el equipo de Tito. Porque como decíamos, el fútbol tiene dos universos, y en el otro el balón sigue girando, y vale agarrar, escupir y mentar a la hermana, competir, alzar el título. Y ahí gana La Banda, que sabe lo que es el hambre. De ese fútbol dan cumplida cuenta As, Marca, Punto Pelota y el apartado de "Palmarés" de la Wikipedia. Del otro hablarán nuestros venideros monólogos como ancianos de memoria arrasada, cuando ya no podamos lamentarnos de toda la plata que nos dejamos por el camino.