
jueves, 30 de septiembre de 2010
Elogio de la claustrofobia

domingo, 26 de septiembre de 2010
¿Es posible?

jueves, 23 de septiembre de 2010
Edipo lleva el siete

lunes, 20 de septiembre de 2010
El falso martirio

"En un solo relicario, el que hay debajo de la columna de pórfido en el foro de Constantino, se guardaban los santos clavos de la crucifixión, el hacha con que Noé construyó el arca y el dodekathronon, los doce cestos en que se recogieron los panes y los peces que sobraron después de alimentar a cinco mil personas, y que había redescubierto milagrosamente la emperatriz Helena cerca del Mar de Galilea. En otros lugares de la ciudad podían encontrarse la corona de espinas, la cabeza de Juan Bautista (con cabello y barba, según una fuente), los cuerpos de casi todos los inocentes asesinados por el rey Herodes y grandes trozos de la verdadera Cruz".
Desde el monte santo, William Dalrymple
Con estas palabras describe este muy recomendable libro la sublimación de la mercadotecnia religiosa que se vivía en Constantinopla allá por el siglo VI. El cristianismo era entonces imperante, incuestionable, un dogma. Ustedes me sabrán perdonar, pero saco esto a colación tras la cascada de críticas, insultos e indignadas soflamas por el juego limpio y contra Ujfalusi que se han sucedido en las últimas horas.
De un tiempo a esta parte se ha impuesto en la España mojigata y bienpensante la insólita idea de que el fútbol de alta competición debe ejercer de complemento a los colegios, la Biblia y la Formación del Espíritu Nacional. Se repite que el fútbol de Primera debe dar ejemplo y valores a los niños, como si los jugadores no usaran tacos, como si les hubieran lijado los codos y cortado las lenguas. Esta nueva Constantinopla repudia los escupitajos, censura los insultos y pide pena capital contra las entradas duras.
El fútbol nunca fue eso. Este deporte es un simulacro bélico en que los profesionales juegan para ganar, no para agradar al Dalai Lama ni para complacer a las Hermanitas de la Caridad.
Pero bajemos a los fangos y comentemos la escena del crimen. La entrada fue abajo, sobre el pie. Si llega a ser cinco centímetros más arriba, le rompe el peroné. Pero fue abajo, sinónimo inequívoco de que una entrada es noble o, cuanto menos, de que no es un intento de asesinato. Bien puede interpretarse que Ujfalusi, retratado cada vez que ha jugado en los dos últimos años contra el Barça, llegó tarde. Lo mismo le pasó en esta ocasión, en que cometió penalti sobre la Bestia Parda. El caso es que el tronco checo, que se ha disculpado, vio la roja, cosa justa y castigo suficiente.
Hagamos aún una última lectura sobre esta acción fortuita de este deporte de contacto que tan poco se parece al ajedrez o al tenis: en las dos últimas temporadas, Messi le ha hecho al Pateti un buen puñado de hijoputeces: forzó un penalti y le metió siete goles. ¿No basta con esa venganza?
Nuestra Bestia Parda estará 15 días de baja, sí. Un atentado al fútbol, sí. Pero no lloren, no se rasguen las vestiduras. Tampoco se rebajen rebuscando entre las reliquias de Constantinopla el tobillo de Messi. Dejen, mejor, que sea él quien clame al cielo. Lo hará con el balón en los pies en el partido de vuelta. Promete ser apocalíptico.
domingo, 19 de septiembre de 2010
Misterios insondables

miércoles, 15 de septiembre de 2010
El Gamper ya no es lo que era

sábado, 11 de septiembre de 2010
Lo que la 'caipirinha' nos dejó

domingo, 5 de septiembre de 2010
El guardián del manicomio

¿Es posible fiar todas nuestras dudas existenciales en lo que a fútbol respecta a un sólo libro? ¿Existe un equivalente balompédico a la Biblia, el Corán o el Torá? Más aún: ¿hay algo parecido al I Ching que podamos utilizar los futboleros para resolver nuestras preocupaciones cotidianas? La respuesta, señoras y señores, es un rotundo sí.
Este foro tiene la suerte de ser leído desde China, desde donde dos intrépidos reporteros aportan alimento espiritual habida cuenta de que con Poli Rincón no alcanza. Hace unas semanas me trajeron del Lejano Oriente Fiebre en las gradas, un desternillante recorrido por la pasión futbolera del muy gunner y demente señor Nick Hornby. En esas páginas he encontrado muchas carcajadas y mucha luz (y he comprendido, además, que hay libros que no deberían leerse a riesgo de poner un punto y final a la propia trayectoria como escritor, pero ésa es otra historia).
Lo principal de Hornby -desde aquí pueden acceder a su blog- es que desciende a los abismos de la locura balompédica y lo hace con inteligencia y humor. Prometo recurrir a él en el futuro para resolver mis crisis futbolísticas y les recomiendo que hagan lo propio. Un ejemplo: en esta semana de lamentable parón por culpa de las selecciones le he preguntado a Hornby si es normal que la visión de Del Bosque y de mis chavales enfundados en chándales que no son azulgrana me provoque irritación, mareos y jaqueca. Y el sabio ha hablado así.
"A los obsesos les está negada toda clase de perspectiva sobre su propia pasión". ¡Cierto!
"La verdad es así de simple: durante largos ratos de un día normal y corriente, soy un perfecto idiota". Así es: cuando la novia pregunta "en qué piensas", tú no puedes responder "añoro a Messi recibiendo de Xavi".
"Las ambigüedades llegarían con el paso del tiempo: cuando cumplí 16 o 17 años, ya sabía de fútbol más que el seleccionador nacional". No es mi seleccionador, pero por supuesto que sé más que el Guardia Civil.
"Después del partido contra el Swindon, había descubierto que la lealtad, al menos en términos futbolísticos, no era objeto de una elección moral, tal como pudieran serlo la valentía o la amabilidad, sino que era más bien como una verruga o una joroba, es decir, algo con lo que uno ha de convivir sin remedio". Muy cierto: nuestro Swindon fueron Berna, Sevilla, Gaspart o el tamudazo: uno quisiera quitarse, pero no puede, del amor por su club.
"El estado natural del hincha futbolero es de una amarga desilusión, al margen del resultado del marcador". Cierto, sobre todo cuando Villar nos priva de nuestro equipo.
"Soy hincha, no tengo el deber de acatar la disciplina moral". Gracias, y por eso seguiré odiando a la Selección a pesar de la mojigatería y el discurso único nacional.
Amigos, Hornby viene para quedarse, ya verán como acaban siendo grandes amigos. Para algo es el guardián del manicomio.
sábado, 4 de septiembre de 2010
El premio
