Janet Malcolm, El periodista y el asesino
Messi, 13 de mayo: “El 29 voy a volver acá y voy a hablar”. Messi, 29 de mayo: “Prometí que iba a hablar y acá estoy. Pero no tengo nada que decirles”. No sé a ustedes, pero a mí no me pareció una boutade, ni un brote de timidez. Nada de eso. Fue pura poesía.
domingo, 29 de mayo de 2011
Casi humano
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La plaza es nuestra
La plaza, donde se juega a fútbol. Donde los niños se juntan y se llaman a gritos hasta que aparece una pelota. Donde sueñan con ser los mejores. La plaza, donde en Barcelona se tiran paredes, se juega a atacar, se buscan los caños y se margina a los equipos defensivos, a los cagones, a los que pegan. Donde no valen los caquis. Donde las virguerías se jalean y las planchas y segadas se destierran a base de insultos.
En la semana de nuestra cuarta Champions, la mayor plaza de Barcelona, la de Catalunya, la cuna de la ciudad, fue tomada por la gente. Hubo risas y guitarras y poca higiene, y juegos de cartas y de pelota y asambleas, idealismo e inocencia. El día anterior a la cuarta Champions, la policía de este país entró en la plaza con sus porras y su indecencia. En la plaza de Catalunya, ese monumento a la fealdad de Barcelona, ese espacio horrendo que nos recuerda el nuñismo, el gaspartismo, a Rexach, a las finales perdidas, el derrotismo y el pit i collons como único argumento de tantos años.
Horas después de la barbarie, la plaza se llenó de nuevo de decenas de miles de indignados, de gente que clama y grita por un mundo mejor y que se niega a tirar una piedra por ello. Gente que cuando juega a fútbol, tira caños, da paredes, toco y me voy, y no da hostias, porque sueñan que ése puede ser el camino.
Esta noche, cuando Messi ha acabado de devorar a su pieza y Xavi ha concluido la lección, me he acordado de la plaza, del patio, donde las paredes, las risas y los goles imposibles. Lo que sospechábamos era cierto: podíamos ser los mejores a nuestra manera.
La gloria es nuestra porque la plaza también lo es.
miércoles, 25 de mayo de 2011
Nada en este mundo
Posiblemente haya un momento en que uno es consciente de la inminencia de la muerte y mira atrás, repasa las arrugas de las penas, las cicatrices de las puñaladas y también encuentra el consuelo de algunas caras sonrientes, algunas caricias. En el caso de los barcelonistas, ese flash-back incluye algunos 5-0, alguna chilena, y por encima de todo, las Champions.
La vida del culé no se entiende sin este título. Hay barcelonistas jóvenes que recorren su cronología en función de las Copas de Europa que han celebrado. Los hay que se hacen promesas: "Si ganamos la cuarta, me caso". También hay barcelonistas maduros que piden a los cielos irse a la tumba con determinado número de títulos. Los hay que aún no pueden creerse la suerte inmensa de haber conocido a Xavi, Piqué, Iniesta y Messi antes de irse al otro mundo. Y todos comparten algo: el 20 de mayo de 1992 será siempre una fecha tan importante como la del nacimiento; fue el día en que supieron que la vida podía ser maravillosa.
Pero ganarlas es un suplicio. El horror, el horror: los palos cuadrados, Duckadam, Lombardo, Desailly, Henry, Cristiano. Los alaridos más salvajes para Koeman, Eto'o y Messi. Y el inigualable Belletti, autor del mayor éxtasis en azulgrana de siempre. Porque estas finales, centro del fútbol mundial, no son partidos; son una tortura donde se prueba la fe y el deseo de jugadores y aficiones.
Así pues, el sábado hagan sus promesas, lancen oscuros rezos, aguanten, agárrense al sofá, griten como si fuera la última vez y piensen en la Copa de todas las Copas. Deséenla, deséenla como el Humbert de Nabokov deseaba a su Lolita: "La miré y la remiré, y comprendí, con tanta certeza como que me he de morir, que la quería más que a nada en este mundo".
domingo, 22 de mayo de 2011
El enemigo
"Era un cuerpo capaz de desarrollar una enorme fuerza, un cuerpo cruel".
El Gran Gatsby, F. Scott Fizgerald
Cuando esperaba a su primer vástago, Rooney frecuentó a una prostituta. Mientras engañaba a su mujer, a la que conoció en el instituto, Rooney daba propinas de 200 libras al mozo del hotel que le subía el tabaco. Cuando se casó, hubo una pelea multitudinaria entre su familia y la de su novia. Cuando se pone poético, Rooney insulta a las cámaras, a la afición rival y al mundo entero.
Rooney es el paradigma del genuino white trash que se produce en agunos suburbios británicos. Rooney se crió a las afueras de Liverpool, hijo de un padre en paro y de una camarera. Rooney imitaba a papá, profesor de boxeo; Rooney se rompió varias veces la nariz. Rooney es carne de pub. Rooney es carne de caravana. Rooney y su cuello de búfalo no quedaron lejos de protagonizar Trainspotting.
jueves, 19 de mayo de 2011
A la guerra sin odio
Je la trouvais si belle que j’aurais voulu povoir revenir sur mes pas, pour lui crier en haussant les épaules: «Comme je vous trouve laide, grothèsque, comme vous me répugnez!»
Du côté de Chez Swann, Marcel Proust
Superada la sangrienta y sucia y reconfortante guerra contra La Banda, el fútbol vuelve a ser un lugar donde es posible reconocer los méritos del rival. Ahí está el viejo United, el equipo que sobrevivió a una tragedia aérea, el de Bobby Charlton, el que se refiere a su estadio como "El teatro de los sueños".
El mismo que, en su edad moderna, meció la leyenda de Éric Cantona y sus demencias aviares. El que ha resistido heroicamente al Tito Flo inglés, el que cuida la cantera y se mantiene desde hace un cuarto de siglo con un entrenador con aspecto de borracho de taberna. Por algo se ha convertido en la entidad más seguida del planeta, espoleada por 330 millones de personas.
Pero ante todo el United es un equipo que imparte lecciones de una cierta manera de entender el mundo con centrocampistas que saben qué es un balón y, sobre todo, con extremos. Esta raza en extinción de los paracaidistas de la cal ha encontrado en Old Trafford una reserva natural. Ahí están Nani, Valencia y la leyenda de Giggs. Tres en un solo equipo cuando hay campeonatos enteros sin ellos. Nada define mejor la ambición y el vértigo del rival del Barça en la final de la Champions.
Cómo nos gustaría odiarles, y qué difícil conseguirlo.
sábado, 14 de mayo de 2011
Por sus palabras les conoceréis
miércoles, 11 de mayo de 2011
Poetas, guerreros y tricampeones
viernes, 6 de mayo de 2011
Ni a ellos se lo pareció
Y sigamos con esas portadas infames y hagamos el inusitado ejercicio de leer a fondo dos diarios que en su primera página dejaban claro que ni entienden el fútbol, ni el deporte, ni tienen el menor sentido de la decencia. ¡Oh, sorpresa!. Contra lo que podría imaginarse, las páginas interiores no eran en absoluto reflejo de la primera.
En Marca, ocho artículos analizaban el partido, más el del árbitro de cabecera, que lógicamente, se refería al arbitraje. De los ocho, cuatro explicaban su desenlace como una cuestión futbolística. Uno culpaba sólo al árbitro. Otros dos hacían referencia al arbitraje sin considerarlo decisivo. Y uno, de modo insólito, hablaba del partido sin exponer tesis alguna.
Idéntico número de artículos había en As: ocho más el del trencilla jubilado. No hace falta decirles que Roncero y Relaño, benditas sean sus lorzas, veían al árbitro como principal responsable del resultado. Pero hasta cuatro articulistas hablaban sólo de fútbol en su análisis. La crónica del partido mentaba el arbitraje pero también hacía pensar que se enfrentaron un equipo que chutó 10 veces contra uno que lo hizo en dos ocasiones. Asombrosamente, un último artículo lograba hablar del partido sin decir ni lo uno, ni lo otro.
Balance total: sólo tres de 16 artículos de los dos diarios más bandófilos de España sostienen la tesis de Tito Flo y Mourinho, mientras que ocho están abiertamente en contra. Tres más apuntaban al mal juego del Madrid como causa de la derrota aunque también mentaban a un árbitro del que no deberíamos haber oído jamás el nombre.
Todo ello abre varias cuestiones. La primera hace referencia a la conveniencia del modelo de los Quincazos Portugueses. ¿De verdad quiere el madridismo que Florentino, Mourinho y sus falacias futbolísticas se eternicen? Por lo visto en los dos principales voceros blancos, hay dudas. El debate, sin embargo, no existe o no ha trascendido.
Y en segundo lugar. ¿Por qué titularon As y Marca como lo hicieron, cuando la plana mayor de sus redactores con más caché rechazaba esa tesis? ¿Por complacencia con Florentino, ese amigo de la libertad de prensa? ¿O por la necesidad de ofrecer una explicación asumible al madridismo doliente?
Secuestro, psicoterapia o ambas a la vez. Ustedes dirán.
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miércoles, 4 de mayo de 2011
Los míos, aunque rebuznen
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Los maestros del fútbol (y V). Llegó la lluvia.
Ali a Foreman, instantes antes del combate.
domingo, 1 de mayo de 2011
Los maestros del fútbol (IV). La plegaria.
Bundini fought it, but a smile began to tickle his lips.
“Bundini, are we going to dance?”, asked Ali.
“All night long”, said Bundini.
“Yes, we are going to dance”, said Ali, “we’re going to dance and dance”.
The fight.
Ustedes me perdonarán que se lo estropee, pero probablemente ya todos saben que al final venció Ali. Y uno puede tomarse el lujo de echar la vista atrás en busca de los detalles de aquel combate legendario para encontrar en qué momento ser torció todo para Foreman y en qué instante se gestó el triunfo de Muhammad.
Tal vez la respuesta se esconda en lo que ocurrió en los vestuarios, instantes antes de que saltaran al ring. Alrededor de Ali había el siniestro silencio que sólo se produce en los velatorios. Estaban muertos de miedo. El hombre más cercano al boxeador, Bundini, se enfadó con él porque rechazó la indumentaria que le había elegido. Ni siquiera le miraba. Y Ali comenzó entonces a repetir el mantra que mejor representaba su joie de vivre: les aseguró que bailaría. Así lo recuerda Mailer: “Y les dijo ‘Voy a bailar’. Juro que empezaron a llorar. Les levantó el ánimo”.
Mientras, en el vestuario rival, se repetía el ritual de todos los combates y nadie tenía dudas. Como siempre, justo antes de salir al cuadrilátero, los hombres de Foreman se unieron en una plegaria. Pero Archie Moore, el viejo artista del boxeo, no rezaba lo mismo que ellos. “I was praying, and in great sincerity, that George wouldn’t kill Ali. I really felt that was a possibility”.
Llegado el momento decisivo, con un Barça que acaricia la Liga, con una Banda afónica de celebrar su primer título en tres años, uno puede preguntarse cuánto quieren esta Champions unos y otros y cuánto creen merecerla. Es legítimo preguntarse si acaso no habrá madridistas que recen en silencio por una derrota del equipo sucio en que se han convertido. Si no habrá centenares, miles de Archies Moore que censuran en silencio el repugnante engendro parido por el Tito Floren y sus Quincazos portugueses, merengones que simpaticen con Messi y su sinfonía.
Amigos barcelonistas, ustedes saben que la suerte de la eliminatoria no está echada, que queda mucho por demostrar. Pero acéptenme el consejo: no sufran, no se angustien. Al contrario, disfrútenlo. El martes vamos a bailar.
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