viernes, 31 de mayo de 2013

Crucify your mind




Soon you know I'll leave you
And I'll never look behind 
'Cos I was born for the purpose
That crucifies your mind

Crucify your mind. Rodríguez


Abidal es un mito al que admiraríamos si hubiera sido un alero fajador de los Warriors. Abidal es un mito al que querríamos si fuera un remero sin rostro de la barca de Oxford. A Abidal le querríamos aunque jugara en la selección de Pakistán a ese horror llamado cricket.

Le querríamos porque superó un cáncer y un transplante de hígado. 

Ocurre que Abidal era del Barça. Y miren, hemos tenido muchos cabestros en la defensa, y muchos fueras de serie en el centro del campo, y muchos cracks mundiales en la delantera, pero nunca tuvimos a uno como él.  Hacía piña, reía, recordaba que estuvo cerca de ser pintor de brocha gorda. Cerraba como nadie la defensa, la sacaba hasta con la cabeza, tiroteaba el Averno, se reía. Y sí, puede que no haya quedado claro: jugó durante meses esperando el hígado que pudiera salvarle la vida. 

Abidal será para siempre una pieza clave del mejor Barça de la historia porque era en el campo el defensa más rápido y en el vestuario el más sonriente. Abidal, que podría haber sido un alero defensivo de los Warriors, fondo de armario en la selección de Pakistán o el menos forzudo de la puta barquita de Oxford, jugó en el Barça. Dicen que hasta alzó una Champions.

Todo eso ocurría en un Barça que lucía Unicef en el pecho y donde mandaba el fútbol; en un Barça que a veces caía en el bledismo de los valors pero que nos era reconocible.

Abidal es hoy víctima, como nosotros, de un club distinto. De un club que mandó a Unicef a lamer culo, que consigue indignar a sus capitanes, que planta a Qatar Airways en la zamarra, que se dejaba asesorar por Fusté, Rexach y Migueli, pretendidos todos por la NASA. Un club que nos habla de tóners. 

Abidal se recuperó heroicamente de su transplante pensando en volver, en pisar el césped, en cerrar espacios para defender al portero y sacar limpio el balón. Abidal no supo -ninguno supimos- que el club había cambiado. La junta le devoró también a él. A ningún directivo debía interesarle el fútbol: discutían sobre los invitados al palco y se codeaban con las elites. Ninguno se paró a pensar en por qué somos del Barça. Ninguno entiende que en un remoto rincón del alma guardamos un cierto orgullo de estos colores, ninguno comprende que en algún lugar de la retina este juego de niños nos hace felices. Es una directiva con otro propósito, otra razón de ser, y que vuelen esos canapés.

Asuman que nuestro equipo ha cambiado; ya nada puede darse por hecho, nada en absoluto. Tampoco lo más sagrado, lo inconcebible. Cuando les digan que "es que no somos una ONG", asientan con la cabeza. Desde luego no lo somos. Somos, sencillamente, el club que echó a un mito llamado Eric Abidal.

Shame on us.

lunes, 27 de mayo de 2013

El ejemplo Calderé



Calvo, melenas y bigote. Ramon Maria Calderé fue un centrocampista peleón del Barça entre 1984 y 1988. Fue el autor, en 1987, del último gol anotado por la Selección Española absoluta en el Camp Nou. En el Mundial de Maradona, el de México 86, dio positivo por un jarabe para la tos. Como entrenador ha sido célebre por sus trifulcas con los árbitros ahí donde ha pasado. No es raro: fue víctima del famoso atraco de Japón Sevilla al Sant Andreu en 1992, cuando fue expulsado por simular este penalti. El fútbol era fútbol.

Pero no hablamos hoy de Calderé para homenajear el look Ángeles del Infierno. Lo hacemos porque a pesar de sus cuatro títulos como jugador, ha quedado para la posteridad como arquetipo de jugador que tarda en subir al primer equipo. Debutó por fin en el Camp Nou con 25 añitos, a pesar de que se había estrenado en Primera con el Valladolid con 21. Tras ese debut, se pasó tres años en el Barça Athletic. Fue Venables quien finalmente apostó por él.

Rescatamos hoy a Calderé, a ese volante de cuando el fútbol era fútbol, porque hay montada una escandalera importante y continuada a raíz de las suplencias de Bartra este año. En este foro desconocemos si realmente en el vestuario son las vacas sagradas quienes hacen las alineaciones. Ignoramos los méritos de cada cual en los entrenamientos. Algunos lo insinúan. Pero no les puedo asegurar que eso esté ocurriendo.

Lo que sí puedo explicarles es una conversación que Txiki Begiristain mantuvo en un círculo reducido al abandonar el club. Hablando de las promesas del Barça B, se le oyó decir lo siguiente: "Ahora parece que todos valgan. Y no". Así de crudo y así de cierto. Es verdad que se han sucedido Xavi e Iniesta y Messi y Busquets y Pedro y esto ya parece fácil. Pero no lo es. Llegar a la elite es rarísimo, destacar en la elite es un milagro. Pero nos hemos convencido de que Thiago es más o menos como Maradona, Sergi Roberto igualito a Lampard, Montoya mejora a Cafú, Bartra deja pequeño a Beckenbauer, Deulofeu es mejor que Cristiano y Samper supera a Guardiola. Para más inri, la gozosa culerada dedica sus fines de semana a la contemplación de las orgías de goles que emite Barça TV de alevines, prealevines y otras perversiones. Y a lo mejor nos hemos confundido.

A todos nos gusta que se apueste por la cantera, soñar con el Redentor que llega, pero seamos realistas: subir al primer equipo era difícil en 1984, imagínense ahora. Puede que como afición necesitemos volver a la normalidad. Tal vez no haga falta que nos dejemos bigote, pero estaría bien que dejáramos que el fútbol volviera a ser fútbol.

martes, 21 de mayo de 2013

Tú eres un tonto



Uno tenía el día ocurrente y pensaba escribir sobre los delirios de Florentino Pérez, comparar sus mentiras con la aglomeración de ángeles de Victoria's Secret que durante la tarde de ayer se sucedieron por mi lecho conyugal. O mejor atacar un perfil serio del más megalómano de los concejales de urbanismo de este país.  Luego todo me supo a ceniza.

Ocurre que Florentino volvió a mentir con una tranquilidad plena. De nuevo. A veces uno piensa que con el tiempo se acostumbrará a que le tomen el pelo. Pero si se reflexiona sobre esa costumbre del Tito Flo, de su club, de sus omnipresentes altavoces, al final por alguna parte revienta la indignación.

Es cierto que éste es un país hecho de opio y odio. Pero aun así sorprende que este señor, con ese discurso a medio camino entre R2D2 y un cura de pueblo, insulte a la inteligencia de la gente con tanta tranquilidad. "El madridismo está más unido que nunca". "Este club ha dado un salto cualitativo importante en lo deportivo". "El balance, desde el punto de vista deportivo, es positivo”.

El asunto es digno de estudio y deja algunas preguntas importantes: ¿Lo cree de verdad? ¿La autocrítica le perjudica de cara a la cita con las urnas? ¿Está enajenado? ¿Le han poseído Ochaíta, o Toñín el Torero?

Tal vez no sea nada de eso.

La semana pasada corrió este vídeo, tomado instantes después de que Spanoulis frustrara en Londres a la sección de baloncesto de La Banda. Repásenlo con atención, es tremendo. Florentino, increpado, mira al superhéroe y le hace el inequívoco gesto con que los césares pedían la cabeza de alguien. Pulgar abajo, escalofrío en la nuca. Y se dirige a él: "Tú eres un tonto". Sorprende su frialdad. Sorprende ese artículo indeterminado. "Un tonto". Tres sílabas poderosas que evocan al niño Florentino en el patio de colegio con su bata gris y sus gafas mientras padece toda suerte de bullyings. "Un tonto", por el amor de Dios.

Tal vez sencillamente sea eso. Florentino Pérez, ex director general de la Asociación Española de la Carretera durante el tardofranquismo, se ha convencido desde su trono de ladrillos de que somos idiotas. Él ascendió desde la nada hasta el poder mientras el resto braceábamos en el fango. Ya conocen su venganza: puede mentirnos cuanto quiera. Porque Florentino no cree que seamos tontos. Lo sabe.

domingo, 19 de mayo de 2013

A favor de Neymart



No hace tanto don Alfredo Di Stéfano conservaba una mala baba que hacía imposible que un vástago suyo le contradijera siquiera en el sabor del yogur. Cuando su cosmos conservaba ese equilibrio, concedía entrevistas en que le preguntaban por los mejores. Y el hombre respondía: "Los mejores son Messi y Cristiano, por la velocidad". Para Di Stéfano, el fútbol es eso: correr más que el central, llegar antes, dejar al defensa con esa impotencia de chutar la nada y oler el viento.

Si llevan ustedes la máxima de Di Stéfano al pasado reciente barcelonista, verán que puede aplicarse a un variopinto desfile de delanteros fallidos que bien podrían fundar circo propio. En él estarían Ezquerro y Maxi López, Ibrahimovic y el postrero Villa, Hleb y hasta Sex. A todos se les aplica la misma norma: si vas a jugar en el área rival y eres lento, más vale que tu equipo no sea el Barça. De hecho, toda una generación de barcelonistas recuerda aún, con horror, cómo Stoichkov pasó de golpe, cuando llegó a los 31 años, de crack formidable a volante que sólo servía para hacer cambios de juego.

Por esas razones, en este agujero vemos con buenos ojos que Neymar aterrice este verano en el Camp Nou. Cierto es que el aparatoso rito amatorio protagonizado entre el entorno del jugador y el rosellismo resulta un insulto a la inteligencia. También es cierto que los jugadores que devienen iconos dan repelús. Y que Youtube genera sospechas. Pero señores, Neymar no es Robinho; Neymar es un campeón de Copa Libertadores. Neymar es una habilidad para el regate por la que Eto'o o Henry habrían matado. Ante todo, Neymar es vértigo, Neymar es un sprint corto y largo que le permite encarar a uno, a dos, a tres. Neymar es un tío con ganas de demostrarle a Europa que su fútbol también merece el Balón de Oro.

Podría objetarse que el baile de figuras que buscan hoy pareja es tremendo. Cristiano, Falcao, Rooney, Luis Suarez, Lewandowski, Tévez... Todos delanteros brutales en busca de un nuevo paraíso. Pero recordemos que esto no es el PC Fútbol; aquí la clave está en el encaje con Messi. Ése, y no el más goleador, es el que necesita el Barça para volver a la cima. Y de todos esos fenómenos, ninguno desequilibra como él. Ninguno parece tan preparado para jugar lejos del eje  en un entramado táctico como el del Barça. Y ninguno corre tanto con el balón pegado al pie.

En fin, si no les convence nada de lo anterior, piensen en una cuestión más trivial: imaginen la ilusión íntima que sentirán cada vez que un abuelo se refiera al prodigio de la cresta como "Neymart".

miércoles, 15 de mayo de 2013

Juego de brazaletes



Este verano habrá movimiento en lo más sagrado del vestuario del Camp Nou. El adiós de Valdés deja libre una de las cuatro capitanías del equipo, uno de los brazaletes. Poder puro y duro. Pero a esta baja tal vez se una otra si el veteranísimo Puyol opta por dar un paso al lado para dejar sitio a alguien más intransigente con la disipación y el cachondeo. Puede que incluso Xavi, también avalado por una carrera de barcelonismo y profesionalidad, haga lo propio.

En cualquier caso, el despliegue de tropas ha comenzado. Y cinco familias de Los siete reinos están en el ajo.


Casa Baratheon. Delicada cuestión la de los Baratheon. Su último rey era un borracho. En su crepúsculo estaba engañado y dominado por terceros. Tras lo visto el lunes, nos tememos que es el Glorioso Puyol el máximo representante de la casa del Venado. Su lema, "Nuestra es la furia", nos suena ya a antiguo.  




Casa Lannister. Conocida también como la de los moc-mocs. Piqué, el más astuto del vestuario, es su guía. Ya saben el lema de esta casa: "Un Lannister siempre paga sus deudas". ¡Joder, si paga! Generaciones y generaciones de pura crema altoburguesa de Barcelona. Cobertura mediática a prueba de bombas, invisible en el error y protagonista en el triunfo. Aspirante a presidir un día el club. Piqué, el que dijo después de palmar 2-1 en el Bernabéu que este equipo era mejor que el de Roma y el de Londres, el que se sabía fuera del club si seguía Guardiola, es el Tywin Lannister del vestuario: un primor. A su lado, ya saben, Sex: le tienen ustedes manía. Los Lannister han hecho lo que han querido con el decadente reinado del pobre Baratheon. Y ¡ojo, peligro!, es una casa donde abundan las movidas incestuosas.


Casa Stark. A todos nos caen bien los Stark, claro. Casa vieja y noble. Gente de fiar. Pero son unos pringados. Se comen los marrones, les decapitan a la peña y están en desbandada. Tras la dimisión de Valdés, ahí queda el pobre Iniesta. Él, el de Fuenteinvernalia, seguirá como capitán y candidato a rey.

Casa Targaryen. Es improbable que ustedes se hayan imaginado a Busquets de rubia nínfula, pero inténtenlo. Comprenderán que Busi es el dragón que vuelve. Respetado y temido. Entrenador sobre el césped. Maestro de jóvenes. Señalado por todos sus entrenadores como gran capitán en ciernes. Ojalá irrumpa ya en el top-4. Oremos para que su lema, "Fuego y sangre", se escuche en los rincones más siniestros del vestuario.

Casa Tyrell. Su lema es "Crecer fuerte", aunque bien podría ser "Vivir mucho". Ahí están  los veteranos Alves, Mascherano, Pinto e incluso Adriano. La verdad, nadie les toma muy en serio. Sin embargo, cuentan con la protección del Señor de la Luz, el Dios inmisericorde de la Serie, y bien podrían irrumpir en la pugna por alguna capitanía.

Tal vez ustedes se pregunten con qué otras casas está bien relacionada La Bestia Parda. No sean inocentes: con todas. Nadie que no se lleve bien con él aspira a nada en ese vestuario. Hagan sus apuestas y recen muy fuerte, que se acerca el invierno.

domingo, 12 de mayo de 2013

Hegemonía



Dicionário Priberam da Língua Portuguesa
hegemonia
(grego hegemonía, -as) s. f.
Supremacia (entre cidades, nações, povos).

Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española(Del gr. ἡγεμονία, dirección, jefatura).
1. f. Supremacía que un Estado ejerce sobre otros.
2. f. Supremacía de cualquier tipo.

www.dizionario-italiano.it
egemonìa [eʤemo'nia]
s.f.
Supremazia di uno Stato su altri.

Sí, amigos. Habituados a la miseria de décadas de rexachismo, nos levantamos un día y nos soprendemos de que ni Mourinho, ni la prensa florentina, ni el gasto más demencial de jeques o exconcejales de urbanismo hayan podido evitar esta época dorada.

Seis semifinales de Champions seguidas y siete de las últimas ocho. Seis de las últimas nueve Ligas, pulverizando las cinco logradas de 1945 a 1954. Xavi iguala a Gento como futbolista con más títulos de la historia de España [a este respecto, permítanme ustedes, asumimos que Gento debió ser muy bueno, pero su apellido, por alguna razón, nos evoca hoy una muleta, asunto muy turbador]. Messi, 25 años, iguala las Ligas de Raúl. Pinto, una Champions más y tres ligas más que Zidane en el mismo tiempo. Song, tantas ligas como Cristiano. Busquets suma 18 títulos en siete años, los mismos que Del Bosque como jugador y entrenador desde su debut en 1984.

Seis remontadas durante el campeonato. Superar los dramas de Tito y Abidal. Un juego eléctrico, una cantera envidiada. Leyendas vivientes en el equipo. Messi. Y por encima de todo, un idioma conocido que ni siquiera el neonuñismo se atreverá a cuestionar. Importante cosa, esa del idioma, sobre todo cuando La Banda sigue sin saber qué diccionario utilizará el próximo año.

miércoles, 8 de mayo de 2013

Una Liga de bajas pasiones



El fútbol no es Bambi, no. Basta ver cómo se ha manejado este Barça, campeón incontestable de la 2012-2013, para recordar que este es un deporte para uruguayos. Este equipazo de Vilanova se ha llevado la Liga a pesar de dos enormes desgracias personales y lo ha hecho haciendo disfrutar a la afición incluso en partidos que bien podrían haber sido trámites horrendos. Pero no se engañen: han sido las bajas pasiones las que han alimentado a esta máquina de triturar.

Baja pasión número 1: Venganza. 

Muchos se preguntan cómo pudieron algunos jugadores despertar, resucitar, volver a competir después de haber abandonado ese instinto asesino la temporada pasada. El caso de Sex es paradigmático: tras arrastrarse durante medio año, fue clave en el primer tramo de la temporada. Sus actuaciones en Riazor o Sevilla fueron las de alguien a quien movido por una meta. ¿Saben qué dice Cruyff cuando le preguntan por esta cuestión? Que varios jugadores querían mandarle un recado a Guardiola: "Sin ti también ganaremos, tú ganabas gracias a nosotros". Hubo una conjura, no necesariamente explícita, de aquellos a quienes Guardiola quería fuera del club. Muchos orgullos vivieron una vigorizante sacudida. Repasen de nuevo la acción en que Sex se encaró con Medel, entrecierren los ojos, y verán que el curtido y piloso leñador del Sevilla les parece en realidad elegante, calvo y de prosa fluida. Y miren de nuevo a Sex: es la imagen del hombre que busca venganza.

Baja pasión número 2: Codicia.

¿Qué otra cosa puede explicar la barbaridad que le hemos visto a Messi esta campaña? Lleva seis meses, seis, marcando en todos los partidos de Liga. En todos desde que en noviembre indultó al Celta. Los números ya no explican esta locura. La Bestia Parda, denlo por seguro, nos ha alargado la vida con otra temporada irreal. Su codicia se basta y se sobra para doblegar la voluntad de equipos enteros.

Baja pasión número 3: Soberbia.

Hay que tener ganas para salir al Nuevo Zorrilla y dar una exhibición. Hay que ser altivo para tirar esas paredes en Granada, para salir a arrollar al pobre Osasuna. Todo ello prueba que el vestuario del Barça sigue poblado por algunos de los mejores campeones que jamás conoceremos. El año pasado no ganaron ni Liga ni Champions. Esa combinación explosiva resume por qué no tuvieron piedad.


Baja pasión número 4: Que corra tu madre. 

El mourinhato exigió durante dos años un nivel de tensión absolutamente inhumano a sus futbolistas. Fueron al 150% durante dos campañas, día a día, semana a semana, algo imposible para cualquier deportista pero aún más para un vestuario de millonarios como es el del Bernabéu. Al ganar la Liga de 2012, La Banda perdió automáticamente la de 2013. No por falta de calidad -así lo demuestran los choques directos contra el Barça- sino, sencillamente, porque no les dio la gana, sus cuerpos y sus cabezas no estaban para salir a ganar en el Coliseo Alfonso Pérez. Lo fiaron todo a la Champions y aquí estamos ahira: la culerada lleva una semana en el jacuzzi vivendo de caviar y champán a la salud de los lozanos muchachos de Klopp. Den por seguro que si hubieran competido mínimamente esta Liga, no nos habríamos sabido campeones desde mitad de diciembre.

viernes, 3 de mayo de 2013

Adiós al Mal



"Una fanática y abigarrada banda de fracasados decididos a hacerse ricos de repente y que, para ello, están dispuestos a cometer cualquier acto de violencia y cualquier delito".
Stefan Zweig, Momentos estelares de la humanidad

San Mourinho pidió justicia y el fútbol le ha dado justicia. El músculo y la valentía del joven Borussia enterraron el martes al equipo más infame que hemos tenido la suerte de conocer. San Mourinho, apóstol de las redacciones deportivas madrileñas, ve cómo su tiempo en España se agota con un balance lamentable para el equipo más caro del planeta: tres años para lograr una Liga, una Copa y una Supercopa de España. 

Permítanme que sea puntilloso y repase los éxitos de tres años de violencia fallida: la Liga la lograron sólo cuando el Barça se convirtió en el vestuario más laureado que han visto los tiempos, sólo cuando faltó, lógicamente, el hambre. La Copa. Qué decir de ese célebre partido en que once artistas del full contact se llevaron un título con un espectáculo digno de Tarantino. Y la Supercopa, sí, de la que mandaron una réplica de agradecimiento a Valdés, Mascherano y Piqué por esas tres cagadas. Pueden ustedes objetar que tal vez se lleven otra Copa del Rey, cierto. Pero nada cambiaría que con cuatro tristes títulos locales juraron ser mejores que un conjunto que sumó 15, seis de los cuales internacionales, y logrados con el mejor fútbol que se recuerda.  

Hemos empezado por la plata porque es ése el universo en que se maneja San Mourinho. Pero entremos en el cómo. Hay futboleros criados en las selvas de los 60 y los 70 que aseguraban que en nuestra era no se juega duro, que duro era el fútbol en aquel tiempo. Todos callaron con el invento de destrucción de San Mourinho. Cuatro tíos a esprintar y el resto a repartir. ¡Genio! ¡Refundador del fútbol! Han sido años de hostias como panes, que dijo el poeta. Ahí queda su legado: un extenso catálogo de codazos, planchazos, patadas voladoras, segadas por detrás, pisotones en la mano y sí, también dedos en la cuenca ocular. Les sobraba el talento para ganar dando espectáculo y respetando el balón pero cuando se enfrentaron a los maestros del fútbol, sólo supieron pegar.

Tal vez algún extraterrestre pueda pensar que resultaría imposible encontrar a futbolistas de primer nivel mundial dispuestos a arriesgar de esa forma su fama. Pues los había, vaya que sí. San Mourinho ya demostró en el Chelsea y el Inter que no hay fuerza mayor que el fanatismo, y que es el fútbol un territorio propicio para los mercenarios. De ello vivió, cosa sencilla cuando se tiene la mayor chequera del planeta fútbol. Y ya de paso le hizo un sonoro corte de mangas a la cantera.

Para imponer su vergonzoso plan, san Mourinho gozó del apoyo incondicional del Ser Superior -a quien por toda la eternidad el mundo del fútbol debería recordar como el mecenas de los Pepes, los Marcelos, los Sabis, los Khediras y los Arbeloas-. Y jugó a la política romana, acuchillando a todo el que sí tuviera escrúpulos. Por el camino convirtió el periodismo de su ciudad en una charca apestosa. Durante el reinado de Florentino y San Mourinho, llegó a publicarse que el Barça se dopaba y se desplegó la campaña más demencial contra los árbitros que ha conocido este país. Fue, de verdad, la muerte de la inteligencia

Pero no se precipiten con las lágrimas. San Mourinho deja un entorno crispado, un vestuario dividido con pesos pesados que -literalmente- no se dirigen la palabra. También un equipo sobrevalorado y henchido de orgullo después de tres años expuestos a las falacias de los medios. Digan adiós a este tiempo mágico, nunca antes fue tan hermoso ser barcelonista. Digan adiós al engendro. Si el fútbol se dignara ser justo una segunda vez con San Mourinho de La Meseta, este equipo, este horror, sería recordado por los siglos de los siglos por su nombre de pila. Sencillamente, La Banda.

miércoles, 1 de mayo de 2013

Dolor



"Lo aprendo a diario, lo aprendo en el dolor. Estoy muy agradecido al dolor".
Rainer M. Rilke, Cartas a un joven poeta

Pues sí, finalmente llega el instante en que el drama acaba, el árbitro pita tres veces y ese rival colosal, superior en todo, deja los instrumentos de tortura. Han sido 180 minutos de miseria, ceniza e impotencia, 180 minutos de mirar al trono y saber que ya no lo ocupas tú, que te han arrancado de ahí con brutalidad, con la única justicia que entiende el fútbol, la fuerza bruta.

Pero no maldigan esta eliminatoria. El fútbol es hambre y la verdadera hambre se gesta en las estepas, no en Can Roca. La clave del fútbol de nuestros días consiste en acortar al máximo las épocas malas y en exprimir cada gota de las buenas. La bonanza no llega si no ha habido antes un hambre colosal, una rabia, un rencor. De las miserias del nuñismo ochentero nació Cruyff, del Gasparato surgió Ronaldinho. Del 4-1 en el Bernabéu del Madrid de Schuster nació Guardiola. Es bueno pasar hambre. Es bueno ver el gesto vencido y rabioso de Xavi en su sustitución, óptimo escuchar al Camp Nou silbar a Sex, maravilloso el baño del segundo tiempo. 

¿Han tratado alguna vez de dar un par de vueltas al campo el día después de haber ganado un título? Charleta, relajación, el peto me va grande, tonterías. ¿Han tratado alguna vez de hacerlo después de una derrota dolorosa? No hay más. Ése es todo el secreto de la alta competición: dar vueltas entre risas o con un rictus marcial. Gracias, Müller, gracias, Ribéry. Recemos para que este partido se vaya reproduciendo en loop en las cabezas de los jugadores, porque hay que hacer foc nou de nombres, actitudes y energía. 

Y no lo duden: infinatemente mejor el 7-0 que se lleva este equipo glorioso que autoengañarse con remontadas fallidas o acusaciones a los árbitros y a los elementos. Infinitamente mejor a la hora de que Zubi tome ciertas decisiones, dolorosas, impactantes, que otro trató de tomar hace sólo un año. Infinitamente mejor para que el club se ponga las pilas y empiece a afrontar los asuntos con dedicación y humildad, no desde esa dejadez altoburguesa tan de una cierta Barcelona.

La segunda transición de la era Messi dura ya dos años, durante los cuales hemos sumado cinco títulos; balance tremendo, tan bueno que difícilmente se puede construir sobre él. Reconcíliense, pues, con la paliza de esta noche, con la manifiesta inferioridad, con la humillación. Será mucho más útil que todas esas copas. 

¿Les ha dolido mucho? Pues tanto mejor: otro ciclo ha empezado a gestarse.