martes, 30 de abril de 2013

El fin del mundo




El funeral comienza ante el espejo. El traje de luto es hoy una camiseta azulgrana. Los más sentidos le añaden una bufanda. No habrá gafas oscuras, sí unos cascos y un diminuto transistor. En la Línea 5 del metro, todas las cabezas están puestas en el difunto, en lo bueno que nos dio, en aquellas risas y aquellas fiestas.

La hora de despedirse, feo asunto: decir adiós a gente con quien hemos pasado más ratos que con muchos parientes, a la gente que nos ha hecho felices. El culé avanza camino del templo por Travessera de Les Corts con cara de cuatro. Reciente la masacre de Munich, y cuando la castigada Generación Meyba pronostica que perderemos también la Liga, el monstruoso Bayern debe oficiar el sepelio.

El pueblo azulgrana camina sabiendo que en la próxima hora y media la vida será fea. Compartirá el silencio con desconocidos, esconderá las lágrimas y maldecirá contra el mundo. Tal vez el agudo observador aprecie cierta alegría en medio de la procesión. Cierta decisión. Aquel par de pies dibujan un saltito sobre la acera, ese otro se marca una finta entre las motos. Tal vez sean las cosas de la memoria: hace cuatro días el Milan fue arrollado, también está aquella orgía balompédica que sufrió idéntico rival.

El buen barcelonista que inunda el Trambaix aspira sólo a dar consuelo a sus jugadores en una noche elegida para fijar un punto y aparte en la historia de El Equipo. El hormigueo crece en Aristides Maillol. Ese señor de 60 años lleva bajo la chaqueta lleva esa camiseta con el ocho que fue de Stoichkov. Delante suyo va esa adolescente que adoraba a Bojan y que ahora ensaya, cuando nadie la ve, los movimientos ingrávidos de Iniesta. Ya llega aquel treintañero gordo, que en los partidillos de fútbol sala  recupera como Busquets y la pone al agujero como Xavi.

La culerada sale de la boca de metro de Collblanc acongojada por ese monumento llamado Müller. Pero se acuerda también del coraje de Alves y de los milagros de Valdés. Por su mente cruzan como un rayo las dentelladas de Tello. Saben, aunque no lo han visto, que en algún lugar del vestuario Puyol, Mascherano y Pinto se disfrazarán de Théoden para vocear a la tropa. Recuerdan, incluso, que hubo un bienio en que Piqué fue el mejor central del mundo; quién sabe si esta noche aparecerá ese héroe llamado Abidal. El torno de entrada nunca lee a la primera el código de barras, momento de tensión. Alexis y Villa: el barcelonismo sonríe. Jamás olvidará a Belletti, ni que este es el más absurdo de los deportes.

En el altavoz suenan los nombres de todos esos ídolos y el culé se repite que ha venido a poner la lápida. Pero súbitamente -¡piiiii!- rueda el balón, la afición mira al césped y un mecagon cony se apodera de la grada. Hubo un tiempo en que con esta gente todo fue posible. Y mientras el dorsal 10 siga midiendo 169 centímetros, ese tiempo no se habrá marchado.

miércoles, 24 de abril de 2013

El póster



"No podía hablar, pero giró su rostro hacia mí e hizo señas de que le besara. Al agacharme para besar sus pálidos labios, me emocionó profundamente, pues sabía que él, con ese solemne acto de ternura, expresaba su agradecimiento por nuestra larga amistad y su último adiós". 
Thomas de Quincy, Los últimos días de Kant

Pasar del césped al póster es uno de los pasos fundamentales de los grandes equipos. Un conjunto pasa del presente al pasado en un partido concreto, en una jugada, en un instante. Tal vez ustedes estuvieran ahí cuando Desailly le ganó un balón dividido a Guardiola en cierta final en 1994. O cuando Tamudo les encontró la espalda a Puyol y Thuram en 2007. Los grandes equipos deben tener muertes heroicas y mejores funerales. No deberíamos rasgarnos las vestiduras por ello: es ley de fútbol.

Un tren arrolló anoche al mejor equipo que habremos visto cuando abandonemos este planeta. Los caprichos de la suerte pudieron convertir el 4-0 en un 1-0, pero la verdad debe prevalecer: la segunda ley del fútbol es que nada es más importante sobre el césped que el hambre. Y la paliza de anoche, los vuelos de los titanes del Bayern por encima de Alves, son los acordes que ilustran un réquiem.

¿Qué podemos rescatar de una de las noches más negras de la historia del barcelonismo? Pues que perdimos sin dar un palo, sin llorar al árbitro, queriendo el balón. Que de alguna manera, la masacre del Bayern reivindicó cinco años mágicos en que el Barça se acostumbró a arrasar cuando la verdad primera del fútbol, la primera ley de este juego, es que siempre puedes perder. Siempre. Contra el Chelsea en 2009 y contra el Athletic en 2012. Que el 2-6 bien pudo ser un 4-0. Que el 5-0 perfectamente podía haber sido un 2-2. Que el 4-0 al Santos pudo ser un 1-3. Y que el 3-1 al United pudo ser un 0-2. Durante un lustro no fue así. Sencillamente era inevitable que ganara el Barça, aunque el fútbol conspirara para que eso no fuera así.

La masacre de anoche deja desnudos, también, a la legión de profetas analfabetos que vaticinaron que el Barça sobreviviría a Munich. Ya saben de qué ciegos les hablo. Pero qué le vamos a hacer si este Barça glorioso nos acostumbró a esperar lo mejor en todas las situaciones; incluso ahora pienso que emplear más lucidez me habría parecido una traición.

Señores, aceptemos con generosidad y agradecimiento nuestro definitivo paso del césped al póster. Es el final. Para ellos va este beso.

lunes, 22 de abril de 2013

Abrir la jaula




"Habida cuenta de que los alemanes han comenzado a sembrar el terror en el protectorado, de que deportan y exterminan, de que queman y arrasan a más y mejor, seguir corriendo permite quizá pensar en otra cosa".
Jean Echenoz, Correr

La Champions es un tren de la bruja que nos pasea por las máquinas de trituración más perfectas del fútbol mundial. Por eso nos ha llevado a Munich, donde unos robustos mozos cabalgan hacia el triplete. A ustedes ya les habrán asustado con números varios: en toda la Bundesliga ha encajado sólo tres goles como visitante, cuenta por victorias todas las jornadas de la segunda vuelta, etcétera.

Además, el Bayern tiene a su favor una de esas rarezas que el fútbol rara vez deja de atender: sus futbolistas se han hinchado a perder finales (Eurocopa 2008, Champions de 2010 y 2012) y semifinales (Mundial de 2010, Eurocopa 2012), con lo que una generación descomunal se ha quedado sin grandes títulos. Y aún cabría añadir que les dirige un tal Juup Heynckes, el tío que dio la Champions a un cuarto clasificado del torneo doméstico en el año 1998, con Karembeu y Fernando Sanz a bordo. Efectivamente, sería fácil tirarse al tembleque en cuanto comience el partido y veamos a Müller, Robben, Ribéry o Gómez pisando por donde Bartra.

Pero veámoslo de otra manera: hagamos un sencillo ejercicio de empatía y pongámonos en el lugar del pobre Neuer, en sus pensamientos cuando empiece a estrechar manos y vea desfilar, uno tras otro, a los tapones que han dominado este juego en el último lustro, reconcentrados como en los grandes días. O imaginen al pobre Van Buyten, un troncho de 35 tacos y 197 centímetros, cuando vea la cara de ausente determinación de La Bestia Parda.

¿Les gustaría que desenjaularan a un Messi que lleva 12 días pensando en ustedes? ¿Les gustaría recordar qué ocurrió la última vez que el mejor jugador del planeta y su equipo tuvieron tanto tiempo para preparar un partido? Seguramente, no. Seguramente saldrían corriendo para pensar en otra cosa.

lunes, 15 de abril de 2013

El sorteo



Es bien sabido que el fútbol es una maravillosa escuela de  blasfemias. Muchos aprendieron a renegar en su día viendo a la Quinta del Buitre, como otros lo han hecho en la soledad de la portería o comprobando por televisión que un central holandés era una castaña. Hay incluso quien tuvo la suerte de sufrir una brutal entrada y de ver cómo el agresor cortaba sus quejas con un memorable endecasílabo:

-Callá la boca / y cerrá el culo.

El sorteo de Champions del pasado viernes introdujo a toda una generación de bisoños barcelonistas en el arte del insulto. Muchos en el Camp Nou querían a La Banda, convencidos de que la trituradora del Tito Flo no es lo que parece. Y si no, deseaban una visita de los blancos a ese trauma que arrastran llamado Bayern de Munich. Pero no: las bolitas volvieron a sonreír a los Coentraos, que se medirán con el Borussia, el peor de los cuatro semifinalistas y el mejor de cuantos podían tocarles por su blandura defensiva. (Si alguien alberga alguna remota duda sobre estas afirmaciones, ha de saber que el Borussia es el equipo que "más ha impresionado" a Sanchis).

La vista a Munich quedará para un Barça que llega renqueante, con bajas y sabedor de sus miserias defensivas. Pero sinceramente, no nos cuesta imaginar a Robben hundido tras el sorteo del viernes. Éste Barça sigue siendo el equipo donde juegan Busquets, Xavi e Iniesta. Y no hace tanto, los azulgrana demostraron que aún tienen ganas de rumba de la mano del mejor jugador de siempre

De lo que no hay duda es de que el cuadro ha querido que se enfrenten los dos mejores a los dos menos fuertes. Por rendimiento en las respectivas ligas este año, por títulos y finales en el último lustro y por la Champions que han completado hasta ahora. Si se molestan en cronometrar las agonías de unos y otros, comprobarán que en las dos rondas con sistema de KO disputadas en la actual competición el Bayern es el único semifinalista que no ha estado en ningún momento eliminado, y sólo estuvo, durante nueve minutos, a un gol del desastre. El Barça vivió en el infierno durante 63 minutos (contra el Milan y el PSG) y aguantó otros 23 en que un chicharro de Ibra les mandaba a casa. El Borussia ha estado por debajo en sus eliminatorias durante 97 minutos entre Shakhtar y Málaga, y no olvidemos que se clasificó con un gol con medio equipo en fuera de juego. Y la todopoderosa Banda de Khedira y Sabi ha estado eliminada durante 139 minutos, todos ellos contra el United. (En cuartos se enfrentó al Galatasaray, equipo que por supuesto impresionaba enormemente a los opinadores capitalinos).

Oirán en los próximos días que el Barça está a años luz del Bayern y del Madrid. No se inmuten: demuestren cuánto les ha enseñado el fútbol y reciten algún endecasílabo.

jueves, 11 de abril de 2013

Querido jeque



Permítame que me disculpe por anticipado. Ocurre que a los futboleros este juego nos saca la bilis a litros. Usted no lo sabe porque seguramente el único entretenimiento que ha practicado en su placentera vida es la rareza del halcón, pero se lo explico gustoso y, atención, gratis (gratis es un concepto que en su idioma no existe, me disculpo, pues, por partida doble).

 Esta noche, con todo lo grande y lo hermoso que hay por celebrar, me he acordado de usted. No de usted como mamífero que nace, crece y va soltando millones, sino de usted como arquetipo de una plaga que azota al fútbol y también a este planeta. Seamos sinceros: a usted el balón se la trae al pairo. En su vida ha corrido un balón largo, ni se ha comido un codazo, ni ha sentido esas soledades del delantero, ni ha llorado por una injusticia arbitral, ni maldecido el televisor.

Usted, y los grandes prohombres como usted, vinieron a esto del fútbol a salir en las revistas y a experimentar el amor de la turba analfabeta. A los que son como usted les conocemos bien y, sinceramente, son un atentado al buen gusto. Los futboleros tenemos un estómago de acero y podemos defender al Eibar, al Millwall y hasta al Sevilla de principios de los 90. Equipos de verdad. Equipos con pasión, historia, orgullo. Pero su equipo, esto en lo que ha convertido al PSG, no merece ningún respeto.

Querido jeque, como usted no entiende un carajo de lo que ha pasado hoy, se lo explicaré. Su fraudulento conjunto, en el que militan un par de jugadores que respetamos, ha perdido esta noche contra un equipo sin estrella y sin defensa, contra un equipo lastrado por el abominable partido de Busquets. Un triste papel, más si contamos con la extraordinaria potra que tuvieron ustedes en el partido de ida (potra es otro concepto que difícilmente entenderá usted; es lo que tiene el planeta siendo el petróleo un bien finito). Para que usted lo entienda: si La Banda hubiera pillado al Barça esta noche, le mete por lo menos cinco.

Pero querido jeque, ustedes no son La Banda, aunque impongan, como hacían ellos, la titularidad de un impostor llamado Becan. Ustedes son sólo el equipo de alguien al que le gustan los halcones y que probablemente aún no entiende en toda su complejidad el concepto de fuera de juego. Usted se compró un equipo que arrasará al Troyes y al Evianne Thonon en el campeonato local.

Una última cosa que debe saber sobre nosotros los futboleros: además de un espíritu generoso, tenemos una nariz finísima. Y en este PSG detectamos a la legua el inconfundible olor a doping monetario, a dieta hiperproteica, a derroches desvergonzados, a aceites repugnantes y sonrisas blanqueadas. El olor a una vergüenza llamada Qatar que nunca debió manchar nuestra hoy corrupta camiseta.

martes, 9 de abril de 2013

La crisis, el idilio y la irrealidad



En la primavera de 2008 la economía occidental cabalga hacia la inmolación. Quedan pocos meses para que Lehman Brothers haga catacroc. No obstante, en Barcelona la cosa pasa inadvertida: el equipo de Rijkaard, agonizante por lo demás, se estampa en las semifinales de la mejor competición mundial y Guardiola se confirma como próximo entrenador.

En la primavera de 2009 el Banco de España interviene la Caja Castilla-La Mancha y certifica así el regreso de España al medievo económico. Ajeno a esas pequeñeces, el barcelonismo se orgasma en Europa a la salud de un manchego y se venga en Roma del United para ganar su tercera Champions.

En la primavera de 2010, el paro patrio supera el 20%, Zapatero anuncia un tijeretazo del 1,5% en el gasto público y accede a reformar la ley laboral. El pueblo azulgrana, sin embargo, padece intensamente otros horrores: la tierra ha temblado y un volcán se alía con el famélico Inter de Mourinho para frustrar al Barça en su tercera semifinal consecutiva en la Copa de Europa.

En la primavera de 2011 prosigue la juerga económica: la prima de riesgo bate récords y se huelen las elecciones anticipadas. El barcelonismo prosigue entregado a sus éxitos continentales con un triunfo en semifinales ante la Banda más canalla que vieron los tiempos. Poco después, suma otro título al aplastar con suficiencia al United.

En la primavera de 2012 España pide el rescate bancario a Europa y sigue batiendo récords con el cierre de empresas y la prima de riesgo. La culerada, ajena a todo, sólo tiene aliento para maldecir la descomunal potra del Chelsea y un larguero de la Bestia Parda con que se escapa la final europea.

En la primavera de 2013 España descubre que el escenario de cartón piedra erigido cuando la Constitución era una farsa inmensa donde no hay institución que se haya abstenido de robar. La oligarquía político-financiera contiene la respiración, preguntándose si el barcelonismo sería capaz de sobrellevar el drama si su equipo no alcanza las semifinales europeas por primera vez en seis años.

Horas antes del decisivo partido de cuartos ante el PSG, el stablishment y el pueblo rezan al unísono. Unos rezan porque saben del poder del opio, los otros, porque ignoran cómo soportarían el mundo sin el Barça en lo más alto. Rezan para ver a Messi en el campo y a su equipo entre los cuatro mejores, como ha ocurrido siempre desde que la irrealidad de un eterno idilio europeo abrazó la irrealidad de la crisis infinita.

miércoles, 3 de abril de 2013

Crápulas en París



...La más pintoresca reunión que puedas imaginarte en todo París. ¿Quiénes son esos hombres? Obsérvalos. Hay de todo, de toda clase de profesiones, pero predominando la crápula. Ahí tienes a empleados: empleados de banco, de establecimientos, de ministerios, reporteros, chulos, militares de paisano, petimetes con frac que vienen a cenar al cabaret e irán a la Ópera antes de entrar en los Italianos; y aún quedan muchos hombres sospechosos que desafían todo análisis.
Bel  Ami, Guy de Maupassant

Pues sí, ahí estaba esa farsa de quarterback llamado Beckham, Ibra, rey de los zíngaros, los tatuajes de potrero de Lavezzi. Estuvieron también Valdés y Alves, todo orgullo y saber competitivo; y dos monumentos como Messi y Xavi. Estaba, y aquí se le saltan las lágrimas de pura emoción al barcelonismo, un central que sí sabe hacer su trabajo: Thiago Silva. Y la omnipresente y maternal figura de Busquets. 

Y goles en clamoroso fuera de juego, y Alexis siendo decisivo, la potra de Matuidi, las desgracias de las lesiones y el gafe de Fontàs, perdón, de Bartra. Ancelotti protestando un penalti clamoroso que regaló Tacconi y la convicción de que en la vuelta el PSG -¡el PSG!- chutará otras 12 veces a puerta.

Amigos, qué gran noche. Vivan los desfiles de delincuentes y la parranda. Vivan las risas y el zapateo al borde del abismo. Disfrútenlo, no todos los equipos y no todas las noches se tiene la suerte de pasar hora y media en una pintoresca y desgraciada reunión en París. Le llaman Champions y jamás de los jamases se parece a una plácida reunión social; le llaman Champions y le gusta vernos sufrir.