viernes, 30 de marzo de 2012

Los nunca vistos (IX): J.



Barcelona es una ciudad demasiado pequeña como para ocultar ciertas cosas. Barcelona es una ciudad donde ocurren cosas maravillosas y donde circulan malandros de primer orden. En Barcelona se suceden historias de amor como la que tuvieron C. y J. Se habían conocido en la universidad, movidas serias, marketing, empresa. Ella hizo carrera; él, incapaz de soportar la idea de un jefe, optó por seguir la tradición familiar y se hizo taxista.

Años después, cuando ya compartían techo e hipoteca, J. decidió dejar a C. Eligió una bonita fecha para ello: la tarde de un 31 de diciembre. No acabó ahí la demostración de poderío de aquel taxista: unas semanas después, se le veía de la mano de una joven checa en avanzado estado de gestación. No volví a saber nada de J. y por supuesto me quedé con las ganas de radiografiar a aquella camarera centroeuropea.

Decíamos que Barcelona es una ciudad pequeña. Una ciudad donde la noche menos pensada puedes ver una cara conocida bajo el larguero de una portería. J. resultó ser un guardameta apocado, poco gritón, sin talento para la anticipación, de reflejos precarios y aparente mala memoria. Aquello terminó en fácil goleada. Al estrecharle la mano, rehuyó mi mirada. Y al buscar en la banda, no había allí ninguna moza con cochecito y bebé.

martes, 27 de marzo de 2012

Los venerables




-Forse lei crede che io sia troppo anziano, ma invece…
        Italo Calvino, Se una notte d'inverno un viaggiatore


La Copa de Europa debería ser siempre así: dos partidos a vida o muerte y contra un equipo que prácticamente dobla en Champions las temporadas que el Espanyol ha estado en Segunda. Y además, son italianos. Y lideran la Serie A. Y tienen estrellones como el rey de Youtube. Y un propietario incivilizado digno de la España de los 90. 

Pero si algo resulta apasionante del Milan es su capacidad para seguir en la elite año tras año a pesar del geriátrico que tiene montado. Tras varias temporadas rejuveneciendo la plantilla, el Milan sigue siendo el genuino Ejército de los Muertos que imaginó Tolkien, con leyendas como Seedorf (esta semana cumple 36 años), Gattuso (34, no inscrito), Nesta (otros 36 años, ahí va ese hombre) o el inigualable Dios de la Fealdad Balompédica, Pippo Inzaghi (38). En esa casa de insensatez, además de Cabralocavic tenemos a maestros del humor como Cassano (no inscrito), Maxi López o Robinho, y a otros veteranos mercenarios como Van Bommel (34, sancionado para el partido de ida), Abbiati (34) o Zambrotta (35).

Pero son italianos. Y en el Camp Nou ya hicieron lo que hicieron. Y el Barça está en el mejor momento del año y no sería raro un 2-6. Pero seguirán siendo italianos. Todo orgullo, con un escudo heptacampeón. No son ancianos, son venerables. Y como el viejo del cuento de Calvino, aún se ven capaces de darle un revolcón a la bella Ludmilla.

domingo, 25 de marzo de 2012

Muera la inteligencia




Ocurrió el Día de la Hispanidad de 1936 en la Universidad de Salamanca. El paraninfo estaba atestado de falangistas y carlistas, también asistieron la mujer de Franco y varios militares que apoyaban el golpe contra la República, entre los que sobresalía en barbarie José Millán-Astray. Del auditorio salió el grito "¡Viva la muerte!", lema de los cabestros de la Legión. Un tal profesor Maldonado tomó la palabra para decir que "Cataluña y las Vascongadas" eran "cánceres en el cuerpo de la nación" y para felicitarse de que el fascismo sabría "cómo exterminarlas cortando en la carne viva".


Tras varios aullidos franquistas, Miguel de Unamuno, rector de aquella universidad, tomó la palabra para poner algo de humanidad en aquel esperpento haciendo referencia al hecho de que Millán-Astray era tuerto y manco: "Desgraciadamente en España hay actualmente demasiados mutilados. Y, si Dios no nos ayuda, pronto habrá muchísimos más. Me atormenta el pensar que el general Millán-Astray pudiera dictar las normas de la psicología de la masa. Un mutilado que carezca de la grandeza espiritual de Cervantes, es de esperar que encuentre un terrible alivio viendo cómo se multiplican los mutilados a su alrededor".


Su heroico discurso vino seguido de un conato de linchamiento público y del grito de Millán-Astray que pasó a la historia para definir la esencia del franquismo: "¡Muera la inteligencia!". Tres palabras que han retumbado estos días en mis oídos a raíz del bochorno del Villarreal, cuando La Banda, tras ser claramente beneficiada por el arbitraje, montó un zafarrancho atroz en protesta contra el árbitro. La pataleta no ha amainado aún, ya lo saben: ahora no hablan con los medios, están cómodos clausurados en su mundo de bilis y paranoia. Llamativo también resulta ver las iniciativas de la afición dando pábulo a la locura de Mourinho. "Tu silencio es el grito del madridismo" es el inexplicable hashtag que ha inundado Twitter desde entonces. Una falta de autocrítica total, idéntica a la que se produjo después de que el Quincazo Segundo se negara a pedir perdón por su agresión a Tito Vilanova y una pancarta lo bendijera: "Tu dedo nos marca el camino".


A pesar de Aznar, del Tito Flo y de las mayorías absolutas del PP en Madrid, sería injusto y simplista hermanar al fascismo con ese club. Pero sí llegamos a la conclusión que en un país donde no se hubiera gritado "¡muera la inteligencia!" en su universidad más antigua sería impensable el amparo mediático y social que está recibiendo Mourinho. En un país que no hubiera vivido una Guerra Civil para recuperar los valores del medievo no habría hoy tantas decenas de miles de personas tan dispuestas a bunkerizarse en uno u otro bando ignorando premeditadamente la verdad; en un lugar donde el tirano murió en la cama 39 años después del golpe no sería normal la ciega adhesión al primer caudillo que se les cruza. Y más aún cuando ese caudillo, no siendo tuerto ni manco, arrastra tan evidentes mutilaciones.

viernes, 23 de marzo de 2012

La 'messilina'



Lo mejor del último y penoso Mundial fue ver a Messi hipnotizado por un balón flotante mientras todos sus compañeros se comían al árbitro tras anularles un gol en la terrible paliza que le dio Alemania a Argentina. Esa mirada absorta explicaba mucho de la devoción de La Bestia Parda por la pelota y sus trayectorias.


Recuerdo esto a cuenta del repaso de los 234 goles de Messi en el Barça. Ocurre que Messi suma ya 23 tantos en que ha superado al portero con toques sutiles por arriba. Siete vaselinas y 16 picaditas (tal vez les parezca poco, bien, sepan que el Gran i Gloriós Capità suma ocho goles en toda su carrera y jamás, por supuesto, ha puesto en ninguno de ellos la menor delicadeza).


En su día decidimos bautizar como messinha a ese amago de chutar para descolocar al portero que La Bestia ejecuta a menudo antes de chutar a gol. En este foro enfermo acuñaremos también la messilina, un concepto que alude tanto a las vaselinas puras como a las picaditas simples. Todas al mismo saco: son messilinas y las queremos por igual.


Para mayor gozo, en este visionado he descubierto que hasta en cuatro ocasiones Messi se fue de defensas o porteros con messilinas justo antes de marcar. Conviene no olvidar que a La Bestia Parda le encanta ver los balones flotar.

miércoles, 21 de marzo de 2012

234




Perdonen si hoy nos regodeamos en esta barbaridad. Ronaldinho dejó el Barça con 95 goles. Stoichkov se fue hasta los 118 goles. Romário nos regaló 39 obras de arte. Y Cruyff, 51.  El gran Rivaldo, ese héroe, 177. Maradona se quedó en 38. Ronaldo hizo 47.


Cruyff logró 266 goles con su Ajax. Maradona, 115 en el Nápoles. Platini cantó gol 103 veces en su gran Juve. Van Basten logró 125 tantos en el Milan. Baggio cerró su larguísima carrera con 241 goles en todos sus clubes. Y Henry se fue del Arsenal por última vez con 229 goles en la saca.


Aquí ya explicamos que las décadas y el blanco y negro no servirán de trinchera para los genios antiguos que quieren defender su jerarquía frente a Messi. Está llegando a lo más alto. Primero, Di Stéfano. Y más tarde, el día llegará y se verterá sangre, Pelé.


Por encima de todo, al margen de números y comparativas, La Bestia Parda nos hace felices. El Estadi Leo Messi sonríe al ver su trote desigual, su sprint furioso. Esa gloria de 169 centímetros.

domingo, 18 de marzo de 2012

El caño




Nada ha llenado tanto el limbo de los goles perdidos como ese afán infantil por buscar el caño, una acción que llega acompañada desde tiempos inmemoriales de gritos de júbilo, miradas de pánico e insultos. En los rondos, la acción desencadena los aplausos para el autor, al que concede una vida, y los abucheos para la víctima. Lo más terrible que creo haber visto al respecto es la costumbre de un artista del fútbol sala que tras culminar el engaño se giraba hacia sus rivales vencidos y les susurraba un "perdón". La cosa, en efecto, solía acabar en terribles agresiones. Los aficionados también celebran esta acción ruidosamente, con expresiones que van desde el blandengue "ooooh" japonés hasta la célebre pregunta "¿valen caños?".


Lo cierto es que a nadie le gusta encajar un caño. Hay algunas precauciones que uno aprende con los años: un atacante que espera de perfil suele ser un indicio infalible de lo que se avecina. Eso mismo hizo Messi anoche, sabiendo que tenía atrapado a Spahic: o le entraba a saco o él encaraba a Palop. El pobre central hizo lo que debía y su mueca de miedo y su saltito de canguro mientras cerraba las piernas ya son historia del fútbol. Porque La Bestia Parda vio un camino corto hacia el gol y vio otro, más difícil y glorioso para culminar su 17º gol en sus últimos siete partidos.


Después de lo de anoche, no se extrañen si en los campos de fútbol, en los patios de los colegios y las calles del planeta se multiplican las ocasiones que se pierden por culpa de un simple y hermoso caño. Habrá valido la pena.


PD. Les adjunto el primer dibujo de un homínido hecho por Marco, un artista de cinco años que a lo largo de su vida había dibujado únicamente maremotos, explosiones, tiroteos, batallas espaciales, carreras, vehículos y escenas de destrucción. Jamás había pintado persona alguna y ahí tienen a la primera: Xavi, que batió anoche su récord goleador en Liga. Deténganse en las piernas que le hizo y convénzanse; la fascinación por el caño es cosa de niños.

viernes, 16 de marzo de 2012

Como si no hubiera mañana




El sorteo, una puta mierda. Había un chollo y les ha caído a los Quincazos. Daba pereza volver a ver al Milan y ahí está. Horroriza encontrarse en el cuadro a la metalurgia del Chelsea, pues ahí la tienen. Y era mejor enfrentarse a La Banda a dos partidos que a uno para minimizar el peso del azar; pues tampoco.


Pero llorar sería absurdo. Aquí les proponemos otra cosa. Miren esto. Olviden el talento sobrehumano del pasador, la ejecución perfecta del goleador. Vean esa celebración. Lengua fuera, carrerita de espaldas. Dosis de kalashnikov para el Cuernabéu. Abrazos y besos. Y un bailecito sensual. Si le llegan a poner un micro en la boca, el bueno de Eric les habría cantado enterita Viva la vida, habría rezado, nos habría lanzado a la cara verdades como puños. Uno lo ve una y otra vez y no puede evitar preguntarse si este superhéroe negro sabía en ese preciso instante que podía estar celebrando su último gol.


Ese pobre hígado le recuerda al barcelonismo que los títulos no son lo más importante, una idea letal a la hora de competir. Resulta muy difícil creer que el vestuario vaya a poder transformar este shock en estímulo para ganar; es muy improbable que tras la operación del año pasado o el trance de Tito Vilanova puedan seguir centrados. No hace tanto, tras la trágica muerte de Puerta, el Sevilla demostró que las borracheras emocionales no son buenas compañeras de viaje en la alta competición. Y la depresión azulgrana durante el secuestro de Quini remite a lo mismo.


Pero este drama también servirá para que los jugadores recuerden que nunca se sabe cuál puede ser tu último partido. Para que se centren sólo en el juego, en el placer de la pelota, ajenos a cuadros, posibilidades, especulaciones y futuros remotos. Que jueguen como niños. Que celebren con pasión, como si no hubiera mañana. Sólo así podrían llegar a Munich. Si lo logran, que Dios se apiade del rival.

jueves, 15 de marzo de 2012

La última legión




John Terry tenía 24 años la primera vez que el barcelonismo vio sus ojos crueles. Era el ambicioso jefe de un equipo vigoroso y eléctrico que contraatacaba con saña a las órdenes de Mourinho; las otras piedras angulares del equipo eran Lampard y Drogba. Impulsados por la incompetencia eterna de Gerard López, aquel Chelsea antipático de Abramovich dejó fuera de cuartos al Barça, pero fue eliminado en semifinales de la máxima competición mundial.


Un año después, Ronaldinho y Eto'o se cobraron entonces su venganza y les eliminaron. Y a pesar de los millones de libras que un verano tras otro el predecesor del Tito Flo metía en el mercado, la Champions siguió resistiéndoseles en 2007: el Liverpool volvió a echarles en los penaltis. La gran oportunidad para los blues llegó en mayo de 2008. Empataron a uno la final jugada en Moscú frente al United. En la tanda decisiva, John Terry, que por entonces no se entretenía acostándose con las mujeres de sus compañeros, falló el penalti que les habría dado la gloria en uno de los resbalones más patéticos que ha visto el fútbol. Era 2008 y aquello parecía suficiente para hundir de por vida las aspiraciones de aquella generación única.


Pero en 2009 volvieron a presentarse en semifinales con el modelo de siempre: defensa cerrada, músculo en el centro del campo y transiciones -cada vez menos rápidas, el tiempo no pasaba en vano-. Cuando ya olían la final, Andrés Iniesta logró el gol de su vida para llevar al Barça a Roma. La cara de Ashley Cole tras ese tanto era impresionante: aquel chut del Ángel Exterminador fue el único del Barça en un partido que el Chelsea tenía ganado. El suplicio siguió para los londinenses y en 2010 se cruzaron con el ansia ganadora del Inter de Mourinho, Eto'o y Milito; no sobrevivieron. En 2011, con el proyecto en clara decadencia, cayeron contra el United en cuartos de la competición que se ha convertido en su gran obsesión.


Y aquí estamos, en 2012. Eliminatoria a vida o muerte contra unos italianos que cuentan con dos goles de ventaja. El Chelsea les doblega con un 4-1. Entre los goleadores, Drogba (34 años), Terry (31) y Lampard (33). Son la última legión. Su historia es trágica y su rencor, temible.

lunes, 12 de marzo de 2012

La culpa es de Bielsa




Cuando Mourinho llegó a La Banda, tenía en el vestuario a glorias como Sabi y Gago para enfrentarse al monumento al fútbol del Barça. Cuentan que fue muy sincero con el Tito Flo: le aseguró que no ganarían, que la diferencia era mucha. Pero sus palabras no eran de resignación: nunca se le dio bien perder al Gran Quincazo Portugués.


Ya en septiembre, acusó a los rivales del Barça de jugar a medio gas. Luego comenzó con los árbitros de la Liga española. Y con los horarios de los partidos. Más tarde, su delirio llegó a los arbitrajes europeos. Por el camino, mientras seguía perdiendo y perdiendo contra el mismo rival, convenció a algún imbécil para que dijera que Xavi, Iniesta y Messi deben su brutal fortaleza física al dopaje.


Este argumentario infame ha contado desde el primer día con la complicidad de los medios afines a Florentino. El Mundo, Marca, As, la Cope o la Sexta han dado cancha a Mourinho. El objetivo era vender más mediante un masaje cerebral a sus clientes, los dolientes madridistas que no podían asumir que tenían delante a un equipazo legendario. Antes que asumir eso era preferible decir que todo se trataba de una conspiración judeomasónica contra el equipo de la España inmortal.


Cuando van a cumplirse dos añitos de la llegada del entrenador más tóxico del mundo al fútbol español, La Banda sigue sin desplegar un fútbol a la altura del de Bielsa en el Athletic. Y por esa razón, y no por ninguna otra, la campaña sigue. La percepción es que los árbitros son rockstars, que el fútbol se explica por sus errores, que las reuniones con Villar ganan títulos y que el fútbol es el vertedero nacional. Ése, y no la presumible Liga y la sucia Copa del Rey del pasado año, será el legado de Mourinho y Florentino.

jueves, 8 de marzo de 2012

Estadi Leo Messi



¿Cómo se lo podremos agradecer?

Es mucho lo que este chico de 169 centímetros le ha dado a este club, a su ciudad, a sus gentes. Nos transporta con sus gestas goleadoras a los años 40, 50, 60. Nos recuerda el desenfado con que corretábamos de niños en las calles. Nos convence de que no hay imposibles. Un día meterá ocho goles en un partido, y es muy probable que su víctima ese día sea Casillas. Otro día ganará el séptimo Balón de Oro. Y la duodécima Champions. Y marcará un hat trick sólo con tantos de vaselina. Impossible is nothing, nos dice su marca, aprovechando un eslogan creado, no hay duda, por un publicista culer.

¿Cómo se lo podremos agradecer?


Las radios estaban ayer inundadas de mensajes de oyentes que piden, exigen, reclaman ya el cruce con el Real Madrid. Messi ha exorcizado el miedo de un pueblo históricamente medroso. Messi tiene a todos los futboleros del planeta con la boca abierta, asombrados de su magia, de su encaje milimétrico en esta maravilla de Xavi, Iniesta, Busquets y compañía. Messi extermina todos los debates con su voracidad y su precisión. Puede que el Barça no gane esta Liga; en ese caso, peor para la Liga, nadie hablará de ella.

¿Cómo se lo podremos agradecer?



Pongámonos solemnes. Kubala hizo que nos construyeran el Camp Nou. Cruyff, Maradona, Schuster, Stoichkov, Romário y Rivaldo lo elevaron a la categoría de templo del buen fútbol. Ronaldinho le devolvió la sonrisa. Messi lo honró desplegando ahí su leyenda. 


¿Cómo se lo podremos agradecer?


La Bestia Parda es de pocas palabras y no hace mucho anunció que le gustaría terminar su carrera en Argentina. El pinchazo de celos que sintió el barcelonismo fue doloroso. Pero se ha ganado el derecho a elegir. Seamos generosos con él, seámoslo con nosotros, con nuestro fútbol y nuestra historia. Cuando cruce el charco, dejará tras de sí la leyenda más grande jamás contada: la que tuvo lugar en su estadio, en el Estadi Leo Messi.

domingo, 4 de marzo de 2012

Han vuelto




¿Saben cuál es la cara que se le pone a alguien instantes antes de sufrir un ictus? ¿Imaginan qué mirada tiene una persona cuando intuye que corre hacia un derrame cerebral? La respuesta estaba en el gesto asustado de Guardiola instantes antes de la proeza de Keita. Era el pánico mezclado con la indignación. Créanme, si el Barça llega a palmar anoche, la rueda de prensa habría incluido declaraciones de guerra y soflamas de odio eterno. La independencia estuvo a un tris.


Pero los futbolistas del Barça evitaron esa implosión de su entrenador. Con la tercera demostración de orgullo consecutiva, demostraron que no han sido campeones de todo por casualidad. Sin Messi de su parte, con Pedro y Sex jugando a papás y a mamás, contra un rival acorralado y lastrados por un nuevo atentado de Piqué. Había que ganar como fuese y ganaron. Con diez. Con nueve. Está el equipo en esa fase en que uno piensa que aunque se queden con siete, ganarán. Las señas de este equipo son el juego preciosista, por una parte, y la hipercompetitividad, por otra. Y en los últimos tiempos se han reencontrado finalmente con ese segundo ingrediente.


Ante el Sporting estuvo enorme Iniesta. Rindió como el superclase único que es, decidió, mató al rival. Pero en un partido como el de ayer, uno se queda con la impresión de que si llega a jugar Jonatan dos Santos, ganamos igual. O Riverola. O Sergi Samper. O el coreano aquel de los infantiles. Por fin, al final del invierno, se les ha puesto cara de cabrones,  cara de ganar 20 partidos seguidos. Son ellos, han vuelto.

jueves, 1 de marzo de 2012

Nuñismo para adolescentes (I)




Un ilustre cavernícola me reprochaba este fin de semana la poca generosidad con que incluimos aquí rumores, informaciones confidenciales y pollos internos. No le expliqué como merece las razones de mi tacañería y me disculpo: ocurre que ahora que no soy periodista deportivo, me es complicado acceder a informaciones de ese tipo. Ocurre que cuando me llegan, a menudo no puedo dar un duro por su veracidad. Tampoco puedo apuñalar a las fuentes que me lo explican de buena fe. Ustedes deben comprender que no estoy en la mejor situación para afrontar demandas. Y saben también, como el bueno de Pentti, que cuando a uno le pillan haciendo lo que no debe se pasa un mal rato.


Sin embargo, todo ello me llevó a pensar en que en las últimas semanas se han disparado los rumores que me llegan, casi siempre relacionados con la renovación de Guardiola. En una cantidad asombrosa. Y uno ata cabos y recuerda que uno de los hechos más característicos del mandato del condenado Núñez era la crispación interna. El mal rollo. La rumorología constante. El enfrentamiento, la inquina, el "o conmigo o contra mí", las trincheras, el tiroteo constante, la intoxicación perpetua. Sabe Dios que aquí le dimos lo suyo a LaPotra por la frivolidad y sectarismo con que gobernó el club, pero jamás, en los momentos de gloria, atentó contra su propio entrenador. Los que mandaban iban a una y eso no se rompió hasta que Johnny cometió el error de defender a Eto'o tras su rajada.


Ya hablamos de cómo El Mite ha fracasado en su intento por civilizar al nuñismo reloaded, pero no deja de chocarnos cómo Sandro XIV recupera el legado del anticruyffismo. No ha dudado en poner palos en las ruedas al entrenador del mejor equipo de todos los tiempos para reivindicarse -nunca en público, hablamos de un burgués, de un intocable- como la única persona importante en el club. Aquellos afortunados que no conocieron los tiempos tragicómicos de Núñez, estén atentos: comprenderán por qué el Barça llegó hasta 2006 con una sola Champions en el bolsillo. Y al resto, quítense de la cabeza la posibilidad de echarse unas risas con Sandro.