lunes, 27 de febrero de 2012

Nuestra musa



El proceso de creación artística tiene un momento de misterio fascinante. Es aquél en que el autor da con la idea feliz, con el trazo adecuado, el acorde justo. ¿Qué se le cruza por la cabeza al genio cuando da con la tecla? ¿Qué oscuro mecanismo se activa para que pueda intuir la belleza, captarla e inmortalizarla?


A pesar de que los grandes creadores se han hecho a base de mucho trabajo, muchas horas y, a veces, de mucho dolor, existe un cierto consenso en que esas ideas felices son instantáneas. Una luz se enciende y ahí está el arte. Para  referirse a este afortunado instante de inspiración los clásicos se referían a la visita de las musas.

A los que nos habría encantado saber cómo lucían las musas de Tolstoi, de Lennon o de Tolkien en el momento de alumbrar obras eternas el fútbol nos hizo ayer un regalo. Una cámara impúdica nos regaló un plano de tres inolvidables segundos en que vimos  mejor que nunca cómo Messi crea arte. Vimos esos ojos de tiburón despertar, vimos ese olfateo del poste vacío, ese cálculo de la parábola. Y sólo una décima después, el arte.

jueves, 23 de febrero de 2012

El gran fracaso de Pep


Lo que ha legado Guardiola al fútbol es inmenso. Entrenadores de todo el mundo, sabios, estudiosos y teóricos le señalan como un profeta de este juego por sus conceptos, detallismo y perfección. Su hoja de servicios aplaca también a los más pragmáticos. El Mite ha entregado al barcelonismo un botín de títulos inimaginable, asombroso. Sus victorias son tan reiteradas que han hecho mella incluso en el tradicional derrotismo de una afición frágil y con la autoestima históricamente mermada. Nada como su racha en el Bernabéu para explicar este cambio de rumbo: ahora somos un equipo ganador, implacable, que juega al ataque y con canteranos, que ha traspasado todos los complejos a la afición de La Banda. Si bien es cierto que no viven en la constante depresión, sí lo hacen sumidos en un sonrojante engaño colectivo.


Pero con todo, hay un logro que Guardiola no ha alcanzado en este cuatrienio dorado, ni con las dos Champions, ni con las dos Intercontinentales, ni con las tres ligas, ni con el 2-6 ni el 5-0, ni catapultando a Messi al Olimpo. El último éxito de Guardiola era hacerse prescindible. Era poder decir "El camino está claro, seguidlo". Era dejar escrito para siempre que las personas son sustituibles, pero no así el modelo. Era poder largarse sin abrir una Guerra Civil en el club. Es en eso en lo único en que Guardiola no ha podido mejorar a su maestro, en hacerse prescindible. Para bien o para mal, ha sido sólo un entrenador, y esta Catalunya cainita y murmuradora piensa seguir funcionando en modo hermanos Izquierdo

El plan original de Guardiola seguramente pasaba por irse a casa, o a ver mundo, a lucrarse sin esta presión, ni sin estos tiránicos lazos emocionales con el Barça. Dedicarse a su familia, o al cultivo de bonsáis, cuidar su salud, brindar con sus amigos. Vaya usted a saber. Pero a las primeras dudas, ha comprendido qué clase de presidente es Rosell, ha mirado la frivolidad con que se cuestiona su monumental obra. Con filtraciones interesadas sobre jugadores a los que Guardiola habría puesto la cruz de cara a la próxima temporada. Con el desprecio de Òscar y la renovación de Eusebio. Con la aparición de listas de candidatos al banquillo. Con esa cosa mezquina de "estamos muy preocupados e impacientes".


Tal vez Guardiola creía que su gesta serviría para unir al club alrededor de lo mejor del cruyffismo sin dramas. Cuatro años de ensueño han servido para dar la medida justa de la magnitud de su fracaso.

lunes, 20 de febrero de 2012

Milagros



En Italia se ha hablado en las últimas semanas del Milagro de Del Piero. Resulta que el gran Pinturicchio grabó unas palabras de ánimo a una niña en coma. Cuando oyó su voz, la pequeña despertó. Ésta es la historia. También deben estar al corriente de que Zambia acaba de proclamarse campeona de África. Sobre el césped, emocionado, asistió a la celebración Kalusha Bwalya, que sin duda recordaba cómo 19 años atrás se libró de un accidente aéreo de esta selección donde murieron todos sus compañeros. Su historia también es gallina de piel.


Sé que van a acusarme de vagos crímenes si no hablo de la goleada de ayer, de esa hora y media de fútbol sublime, de haka dedicada a La Banda. No desesperen: llega el turno de nuestro propio milagro. Es un milagro que este equipo habituado a una dieta hiperproteica coja un domingo desapacible de febrero y se marque un partidazo memorable contra el odioso Valencia. Es un milagro que La Bestia Parda meta cuatro sin un pequeño recuerdo a los ilustres sabios que le han atacado en los últimos días. Permítanme una pequeña confesión: el recital fue tan enorme que estoy por creer en otro milagro. Este soleado lunes nos ha traído aromas de Tenerife, efluvios de Djukic. Y nada nos huele tanto como el miedo de los infelices madridistas que asistieron a la exhibición de anoche.


PD. Admitamos  que también se producen milagros en La Casa Blanca. ¿Cómo referirse, si no, a la transformación del quinqui en bibliotecaria?

sábado, 18 de febrero de 2012

El horror viste de azulgrana (II): Dutruel

No me digan que han olvidado a aquel portero de aspecto agitanado, a aquel Camarón de la portería. Hagan memoria: es urgente y vital tenerla bien fresca ahora que vuelve la quinta columna nuñista. Más que nunca es preciso recordar cuánto sabían de fútbol los Van Gaals, los Serra Ferrers, los Rexachs del gaspartismo que ahora asoma de nuevo.
A Richard Dutruel lo fichó Van Gaal en el año 2000 procedente del Celta, aunque a su llegada era el demócrata Serra Ferrer quien llevaba el equipo. Difícilmente a alguien se le pueda aplicar la palabra "traidor" con más justicia que a este guardameta. El hombre fue titular a penas dos meses; a finales de octubre ya había caído en desgracia. Pero en ese tiempo, logró hundir las aspiraciones de un equipo que nada podía hacer en Liga y que lo apostaba todo a la Champions. Dutruel mediante, el Barça sufrió la humillación de no superar la fase de grupos.
Aquel Barça tenía como gran estrella a Rivaldo. La temporada anterior había ganado el Balón de Oro, era un milagrero profesional en tiempos de tinieblas. Le acompañaban Kluivert, Luis Enrique o Cocu en un equipo donde asomaban Xavi y Puyol. Pero en aquella banda robaba gente como Alfonso, De la Peña, Petit, Gabri o Sergi. Lógicamente, el Barça palmó 3-0 contra el Besiktas, en una noche en que el tercer gol de los turcos basta para comprender en qué nos convirtió Gaspart. Perdimos también 0-2 en el Camp Nou ante el Milan. El Barça, que había goleado en la primera jornada al Leeds, se lo iba a jugar todo en San Siro y Elland Road.
Dutruel desplegó ahí toda su capacidad destructiva. En un día en que Rivaldo demostró que era el jugador más decisivo del planeta con tres goles, Dutruel se encargó de elevar a Albertini a la categoría de crack. Le regaló este gol, luego éste y también estuvo formidable en el de José Mari. El Barça llegó a Inglaterra a jugárselo todo a vida o muerte, pero otra gesta de Rivaldo quedó cauterizada por el maldito Dutruel. El brasileño se marchó de la competición con seis inútiles goles en seis partidos.
Tras comerse el gol de Bowyer, Dutruel cayó en la suplencia. Se marchó del club con sólo 15 partidos en dos temporadas, dejando la impronta de uno de los peores porteros de la historia del Barça. Rivaldo no le mató. Nos quedan estas líneas.

miércoles, 15 de febrero de 2012

Hijo de Hristo

De Stoichkov dicen que no era exactamente un monje. Aun así, sería chocante que hubiera ido a fecundar precisamente al remoto pueblo de Tocopilla, Chile. Ésa parece la única explicación al milagro de la naturaleza que ha operado el fútbol: tras 17 años de orfandad, el barcelonismo tiene al fin un digno sucesor de su mito búlgaro.
El gran ídolo de la primera generación de culers ganadores edificó su leyenda a base de sprints, agresividad, no pocas dosis de demagogia, afición al trallazo y la vaselina y goles decisivos. A ello añadía el ingrediente imprescindible: esas celebraciones de gol con carrera explosiva, salto y puñetazo al aire con rictus de furia. Era un festejo emparentado con el fútbol antiguo al que el ocho de todos los tiempos añadía su genuina mala leche.
Esa deflagración de felicidad tiene al fin continuador: Alexis Sánchez. Huérfano. Necesitado de un logopeda. Tímido hasta el hermétismo. Orgullo nacional de un fútbol que está aún lejos de la elite. "El hombre que se tragó un gimnasio", según el brillante Maiol. El chaval que se plantó a vivir en Barcelona sin familia ni amigos, convencido de triunfar. Fanático de los vídeos de Ronaldinho. Un velocista voraz que demuestra que la agresividad no es sólo dar palos o increpar al personal. Un enorme recuperador. Una pesadilla para los defensas con y sin balón. Funambulista del fuera de juego, saboteador de marcapasos.
Con un centro de gravedad bajísimo y un juego de posición envidiable, Alexis protege el balón como nadie. Es cierto que falla controles, no es su fuerte: lo que le convierte en un delantero de talla mundial es su capacidad para tirar decenas de desmarques por partido. Es el puñal perfecto para fijar a unos centrales que ya no pueden abandonar la cueva para ir a por Messi. Él es el tío que ha dado exactamente lo que se esperaba de Villa.
En Alemania, bajo cero, en un día grande de Champions y con Messi guiñándole un ojo a Maradona, Alexis fue el mejor. No sólo por los goles marcados, sino también por el tanto encajado: este delantero cúbico defendía un balón aéreo en su propia área pequeña, y aquello no era un córner. Le ganaron la partida, cierto, pero ahí dejó la huella de su talla como competidor.
Un dato más sobre el Viagras: tiene 23 años y es 18 meses más joven que La Bestia Parda. Gracias por volver: el barcelonismo llevaba tres lustros echándote de menos.

domingo, 12 de febrero de 2012

Siéntate, Tony


Tengo pocos conocimientos de este mundo. Pero la cosa va así: te sientas y me cuentas. Lo que te molesta, lo que te perturba. Tu dolor y tus temores. Yo te pregunto y llegamos a una conclusión. El objetivo es que parezcas un ser normal. El objetivo es que no acampes en la Ciutat Esportiva con un bate de béisbol a la espera de avistar a cierto cantante romántico.
Y me explicas que son muy bonitos los títulos conseguidos, los tres, que de verdad los valoras mucho. Pero que la Liga era más importante. Me preguntas si veo posible ganarla. Ya hablamos de esto el otro día, Tony. Rotundamente no, no porque La Banda no vaya a fallar, sino porque a este equipo brutal no le podemos exigir que vaya a ganar a campos infames. No puede motivarse. Y te puse deberes, Tony: ¿serás capaz de perdonarles aunque la pierdan? ¿Dejarás de querer al equipo que más ha ganado de la historia de tu equipo y de todos los equipos? ¿Lo has pensado?
No me respondes. Llevas unos días muy callado. El otro día salió aquel sueño tuyo, en que el Delincuente Segundo invitaba a tu novia al cine y tú les vendías las palomitas. Lo he pensado bien y tengo una teoría: este año no querías ni tres, ni cuatro, ni cinco, ni seis títulos. Ni Liga, ni Champions, ni Intercontinental. Tú lo que de verdad querías de este año es que le echaran. Que fuera desterrado del país y destripado en la Central Lechera. Y escúchame, Tony, tengo consuelo para ti: no te puedo prometer que vaya a marcharse. Pero sí sé que sus éxitos serán olvidados, su memoria reducida a una pequeña mancha en pleno mar azulgrana. ¿Recuerda alguien que viva fuera de la Meseta nada de Capello? ¿De aquel tío llamado Van Nistelrooy? ¿Sabe alguien quién ganó la Copa del Rey de 2011 sin mirarlo en Wikipedia? Nadie. Es un fútbol miserable, emparentado com el de Clemente o el del Hibernian, basura industrial.
Tienes otro problema, Tony. Una creencia. Una idea arraigada y falsa: que la Liga la gana el mejor. Nunca fue así: la Liga la gana el más regular. Mira lo que dicen los sabios: "Es el Barça al que hay que ganar para ser el mejor". Lo explicó el otro día Bobby Charlton. Y habla del Barça, no del Getafe, ni de Osasuna. Del Barça. Lógico, sois los archicampeones de todo.
Tony, alegra esa cara. Desde que nació Messi -y no me pidas más, tengo otros pacientes- nunca un campeón perdió sus dos partidos contra el subcampeón. Jamás nadie sufrió esa humillación. En abril vienen al Camp Nou. Ya les echamos de la Supercopa y de la Copa del Rey. Alegra esa cara. Y mírame a los ojos: ni hablar de aparecer por la Ciutat Esportiva con un bate.

jueves, 9 de febrero de 2012

Los mejores

A ritmo de Tina Turner, inclinémonos ante un equipo que quema metáforas, agota comparaciones y aburre a los adjetivadores más barrocos del reino. Un dato basta para comprender esta barbaridad: con la tripa más llena que vio la historia del fútbol, están en la final de la competición que menos motiva a los futbolistas. Por tercera vez en cuatro años. Ahí radica la diferencia con equipazos como el Dream Team o con el Ronaldinho's CaipirinhaTeam.
Uno llega a la conclusión de que este equipo es un tren que lo arrolla todo. Incluso cuando su hambre decae, lo normal es que atropelle al personal. Muy de vez en cuando, eso sí, aparece un pedrolo en las vías (Chigrinsky y Palop en la Copa de 2010) o sufre una avería técnica (el volcán islandés en la Champions de ese año) o es directamente víctima de un atentado terrorista (Casillas y sus delincuentes el pasado año en Mestalla). Accidentes al margen, este tren avanza con toda normalidad. Sin más misterio: el agua moja, Karanka horroriza y este Barça gana.
Así lo ha hecho en las tres competiciones que podía ganar este año. Al saco. En la cuarta, ha superado el peor cuadro posible para llegar a otra final que deparará nuevas y espeluznantes emociones a Sus Majestades. La cosa no resiste comparación: La Banda, famélica y cebada por el millonario clembuterol del Tito Flo y su Central Lechera, ha perdido ya dos de los cuatro que tenía. Y en los otros dos tendrá que demostrar que está a la altura de la máquina infernal de Guardiola.
El Mite, por cierto, avisó ayer de que, superada la crisis física de enero y febrero entramos en fase hiperespacio, de que vuelve el fútbol de quilates y el rock'n roll. Sinceramente no hace falta. Es en el peor momento del año y en la competición menos brillante cuando nos hemos convencido de que este equipo es sencillamente el mejor.

miércoles, 8 de febrero de 2012

Mi primera vez

Ustedes ya saben que el 8 de febrero tiendo a ponerme tierno y sensiblón. El de 2012 supone el cuarto cumpleaños de este rincón misérrimo. El éxito de esta Caverna es rotundo: en el último año ha recibido la visita de 17 filántropos o despistados cada día. A ellos quería agradecerles su bonhomía y brindarles la historia de mi primera vez con Messi.
Era la primavera de 2005 y comenzaba a entrenarse con el primer equipo. Melenudo, cheposo y con cara de recién despertado, se decía que era la repera. Pegado a la valla de hexágonos, veía competir a aquel plantel que ya volaba hacia la Champions y donde mandaban Ronaldinho, Xavi, Eto'o o Deco. Me gustaba ver los partiditos de seis contra seis en espacio reducido y con porterías normales con que Rijkaard acababa las sesiones. Los partidos tenían tres normas: máxima intensidad, duración de tres minutos y el amor era el argentino. Repetía una jugada una y otra vez. Jorquera sacaba con la mano y dejaba muerto el balón a su izquierda. Por ahí aparecía aquel demonio supersónico, que rodeaba al portero superando la persecución estéril del Gabri de turno para chutar a primer toque. En la otra portería esperaba el cañonazo un tío llamado Valdés. Gol. Gol. Gol. Gol. Infinidad de veces por entrenamiento, gol. Marcaba muchísimo más que Ronaldinho y Eto'o.
Por aquel entonces, a Messi le gustaba juguetear, sobre todo con Deco. Se pasaban el balón al primer toque sin que tocara el suelo, tac, tac, tac, tac. Deco le aplicaba entonces una medicina que para otros compañeros era letal: en lugar de dárselo franco, lo golpeaba con fuerza para que subiera 15 metros antes de caerle a Messi, que esperaba con la mirada perdida en el cielo a un metro y medio de distancia del portugués. Cuando le caía el melón, la Bestia Parda no intentaban un control, ni abandonaba el juego, como hacían otros. La devolvía a un toque con una volea aún más fuerte, que subía otros 20 metros antes de caerle, perfecta, a Deco. Éste la devolvía de igual manera. Aquella elipse infinita solía acabar con el error del portugués, que abandonaba el lugar entre oscuras murmuraciones. A Messi se le quedaba cara de interrogante, alguna vez me pareció adivinar una sonrisa.
Aún tuve un tercer momento con La Bestia Parda de cuando era rookie. Tenía que escribir un reportaje sobre Ronaldinho y pensé que, siendo su amigo, querría contarme un par de cosas. Me acerqué al menudo jugador, que estaba enchandalado y hablando con un par de amigos.
-Leo, perdona, soy Albert Martín, de El Mundo -él abandonó su conversación y se giró para mirarme-. Quería preguntarte un par de cosas sobre Ronaldinho para un reportaje sobre el Balón de Oro. ¿Qué has aprendido de él como jugador? ¿Por qué dices siempre que es tu amigo?
Durante un segundo, Messi me miró a los ojos con la frialdad salvaje con que miraría años después a Van der Saar o Casillas. Tras ese breve vistazo, ni siquiera trató de marcharse: volvió a girarse, dándome la espalda, y siguió a lo suyo.
Ahí quedé yo, a dos palmos de aquel adolescente, asombrado de mi tranquilidad para asumir aquella humillación. Cuando pienso en el trabajo que me da esta locura cavernícola, y en la humilde repercusión que tiene, me gusta recordar el día en que me comí la espalda del genio. Me gusta recordar que, a pesar de mi natural retorcido, se lo perdoné sin más. Sabía lo que le hacía a Valdés y a Deco a diario. Y sabía que tendría la suerte de contar lo que se avecinaba.

domingo, 5 de febrero de 2012

A los que llenan

Tal vez alguno de ustedes haya vivido la traumática experiencia de jugar a fútbol grande. Sabrá sin duda de la desolación que se vive sobre el terreno de juego, de ese monólogo interior que transcurre a años luz de los compañeros. Comprenderá también esa absoluta añoranza del balón, que llega una vez cada cuarto de hora en forma de melón caído de la estratosfera. Para los que lo han jugado, el fútbol es ante todo una experiencia dolorosa y solipsista en que uno se ve obligado a encajar todo tipo de gritos mientras corretea por un espacio gigantesco sin otra compañía que los tacos de los rivales. La pared, la construcción futbolera básica, es una auténtica quimera.
De ahí que quiera hoy reivindicar a los dos colosos que han convertido el juego de Barça en los últimos años en una experiencia coral y estética, exactamente lo opuesto a lo que resulta ser la mundanal realidad de este deporte. Ese juntarse, ese tocar y moverse, y girar y volver a recibir, ese tres contra dos perpetuo... Uno ve jugar al Barça y la apetece unirse a ese eterno juego de asociación.
Nadie como Xavi y Busquets han interpretado esa sinfonía. De ellos se destaca a menudo su juego de primeras, tal vez la técnica absoluta y verdadero sello barcelonista. También habría que señalar su omnipresencia, su aparecer siempre en el sitio en que algún compañero está a punto de sentirse demasiado solo. Ayer no estuvieron sobre el campo: el Camp Nou se acordó de la objetiva fealdad de este deporte, de la importancia de los dos cracks que llenan el campo, nos llenan los ojos y convierten un horror autista en la fiesta de la espuma.

jueves, 2 de febrero de 2012

Maldita danza

No hace tanto, el Barça viajaba a Mestalla para ser humillado de forma rutinaria por un equipo que tiraba contragolpes de la mano de Mendieta y el Piojo López. En el epílogo de la era Rijkaard, el Valencia, equipo antipático por excelencia, grada barçófoba, merengona, gritona y analfabeta, nos echaba de una final con la potra com principal aliado. Hace unos meses, nos llevamos de Emery un nuevo baño táctico en un partido donde pudimos ser goleados.
El empate de anoche no debería parecer malo. Por fin hemos aprendido la forma de jugarle a un equipo que, como el Espanyol, se ha convertido en el principal aliado de La Banda. Que rozamos otra final, que bastará con ganar en el Camp Nou. Pero sin embargo, la culerada sigue mosca. Ya no por la desvergonzada campaña de la Central Lechera con los árbitros; tampoco por esos siete puntos de sutura en nuestro orgullo de campeones de todo.
Lo que perturba al personal es esa extraña sensación de que no hay manera. Messi fallando penaltis. Alexis fracasando por partida doble solo ante el portero. La de Alves al palo. Infinidad de contragolpes mal llevados. Detrás de expresiones infantiles como "mala suerte" o franquistas como "los imponderables" se esconden otras cuestiones. Dejes de autocomplacencia. La seguridad de saberse superior a todos antes de jugar. Una imagen asaltaba la cabeza de este cavernícola a cada ocasión fallada durante el partido de ayer: las celebraciones de los goles de Abidal y Alves en cuartos de final. Infamia. Ese baile, esa estupidez, demuestra que algunos jugadores ya ni siquiera valoran como se merece el clímax futbolístico: el gol, la victoria. Lo han vulgarizado. Hace demasiado que ganan, y ganan, y ganan.
Aquí somos comprensivos con las leyes de lo humano, con los límites de la voracidad. Pero no hagamos el ridículo, no hablemos de la suerte. Miremos el hambre, tratemos de volver a disfrutar de verdad de la victoria. Para danzar ya está el Doctor Cumbia.