martes, 29 de diciembre de 2009

El año que lo cambió todo

El Barça de las seis copas: el pepino de Iniesta, la brutal profanación del Bernabéu, la masacre del Athletic en la final de Copa y de nuevo en la Supercopa, el vuelo de Messi en Roma, ese milagro llamado Pedro, la fanática remontada de Abu Dhabi. La historia del fútbol ha escrito uno de sus capítulos más gruesos este año de la mano de Guardiola y una generación de cracks posiblemente irrepetible, tanto que cuesta pasar balance y elegir un solo momento en este año increíble.
Estos doce meses, afortunadamente para el barcelonismo, llegan más allá de las estadísticas, los palmarés y los libros de récords. Alcanzan a la esencia misma del escudo azulgrana, ese pedazo de tela en las camisetas que resumía el derrotismo, las luchas cainitas, la resignación de décadas. Generaciones de culés crecieron envidiando el gen ganador del Madrí, que Camacho explicó sabiamente en cierta ocasión: “Cuando perdíamos, era como si nos hubieran robado algo”.
Este Barça, como continuador del de Cruyff, y el de Robson y Van Gaal, y del de Rijkaard, será un faro para los nuevos talentos de La Masia que suban al primer equipo y para los fichajes exóticos que lleguen en el futuro a Aristides Mallol. La era de los Rexachs, en que era posible ser el emblema de un equipo sin ganar nada en lustros con la puta excusa de los árbitros, ya es pasado. La referencia son Valdés, Xavi, Iniesta, coleccionistas de Champions. El tiempo de los mercenarios como el Cruyff jugador o Schuster también terminó: la excelencia y el arte ya no valen si no vienen acompañadas de títulos, gloria a Eto’o en el recuerdo, que ganó, ganó y ganó.
Pero sobre todo, se acabó aquel conformismo, aquel pensar en las temporadas que están por venir, en los mercados de fichajes redentores. Ahora son los jugadores azulgrana quienes sentirán que les han robado algo cuando no ganan. ¿Qué ha sido del miedo? Entrevista a Casillas hace dos semanas: “Si es para perder contra el Barça, prefiero que nos eliminen antes de la final del Bernabéu”.
Recordemos el 2009, el año que lo cambió todo.

domingo, 20 de diciembre de 2009

Un día

"I s'ha demostrat, s'ha demostrat que mai ningú no ens podrà vèncer". Del himno del Barça.
No hay aficionado que no conviva con la certeza secreta de que su equipo es el mejor, el número uno, el que ha nacido para ser admirado alrededor del mundo. No hay aficionado que pueda resistirse al vicio de creer que su equipo es el elegido a pesar de los palmarés desnudos, las derrotas cotidianas, el juego atroz, o las plantillas infames. El buen futbolero se aferra a que la profecía está aún por cumplirse, porque es, en esencia, un campeón del optimismo.
Estas designios de gloria jamás se cumplen. A pesar de todo, los aficionados cargan con sus miserias, sus desgracias, su resignación. Y siguen soñando que un día ya verán todos, un día el mundo sabrá. Un día.
Un día Messi anota con el pecho, con el escudo, y nos demuestra que la belleza del fútbol va mucho más allá de los malabarismos y la velocidad, nos explica que el fútbol es sentimiento, es marcar con el corazón y celebrarlo con un alarido. Un día Piqué pelea un balón en las nubes, resucita a Alexanko y se la deja a Pedro, y el Barça empata en el último suspiro. Y llora Guardiola y pocos barcelonistas pueden reprimir sus lágrimas.
Un día se redondea el relato más épico jamás contado, los seis títulos, el más difícil todavía, el límite de la imaginación. Con cantera, con un juego único. Con estrellas que asombran a los niños de todos los lugares del planeta. Con una ambición psicópata que sólo puede recordar a la fe del mar, de cada ola, de todas las olas, cuando cargan una y otra vez, y otra más, sabiendo que un día derribarán el acantilado.
Que un día dejan de ganar porque no queda nada por ganar. Se acaban los rivales y sólo quedan banderas blancas y paseos triunfales. Tras de uno, la nada. Enfrente, la nada. Un equipo que haría temblar al Honved de Budapest, al Madrid de Di Stéfano, al Brasil de Pelé, al Milan de Sacchi o al Dream Team. Y Guardiola llora y dice que "el futuro es negro", que no se ve con fuerzas de repetir lo que nunca nadie hizo antes. Y los jugadores susurran: "Tal vez ni tú ni yo volvamos a ver una cosa así".
Recuerden su nombre. Recuerden a Puyol y a Eto'o, a Pedro y Hleb, a Márquez y Pinto. Recuerden a un bloque invencible. Fueron las primeras comanecis de la historia del balón. Sobre todo, fueron los campeones que nos confirmaron que el soplo que alguien nos dijo en la cuna -"Som els millors"- no era ninguna mentira, que la revelación era cierta.
Ante el abismal triunfo conseguido, el barcelonista se lleva un consuelo para toda la vida. Sabe que volverá a perder, claro, que caerá, humillado, que generaciones de jugadores playboys y directivos ladrones arruinarán su sueño, que los árbitros le desquiciarán, que ganará La Banda. El barcelonista aguantará. Aguantaremos porque sabemos que somos los mejores, ya lo logramos una vez, y volveremos a hacerlo.
Un día.

viernes, 18 de diciembre de 2009

Medio siglo para 90 minutos

La primera Copa Intercontinental se disputó en 1960, y desde entonces ese título se ha mantenido como el único del mundo que se resiste a entrar en las vitrinas del Camp Nou. Ganar este mundial de clubes acreditaría oficialmente lo que tanto se repite en la prensa de Barcelona: que el Barça es el mejor equipo del mundo.
Mañana es un día grande; todo o nada a 90 minutos y con un rival a la altura del dramatismo de la cita. Les dejo con un clásico que nos ha recordado esta mañana los tiempos en que la palabra "Estudiantes" producía escalofríos: http://www.sport.es/default.asp?idpublicacio_PK=44&idioma=CAS&idnoticia_PK=671346&idseccio_PK=1123&h=
Mañana es un día grande para el fútbol; puede convertirse también un momento inolvidable si el Barça supera el trauma que le ha acompañado durante media vida.

miércoles, 16 de diciembre de 2009

El cabo de Hornos del fútbol mundial

"Fue un lejano 13 de diciembre de 1992 en Tokio, sazonado con el insufrible sonido de trompetas de la afición japonesa. El Barça perdió (1-2) ante el Sao Paulo y el recuerdo de aquel partido, que por motivos de los husos horarios se transmitió en España de madrugada, se limita a las lágrimas de Albert Ferrer tras el choque y a la mirada perdida de Pep Guardiola, que parecía preguntarse si alguna otra vez tendrían la oportunidad de ganar la Intercontinental (...)".
Así comenzaba la previa que me tocó escribir en diciembre de 2006, cuando el decadente Barça de Ronaldinho intentaba el segundo asalto del club a la única competición que le falta. Volvieron a perder. No con goles de Raí, uno de gónada y otro de una falta que a punto estuvo de provocar una pelea entre Stoichkov y Zubi. El Barça de Rijkaard cayó sin épica, con un tanto a la contra de un tal Carlos Adriano Gabiru que retrató a un equipo que hizo una sola ocasión en 90 minutos.
Ha corrido poco tiempo y el Barça se asoma otra vez más a su última frontera. Lo hace con un equipo memorable, con clase, músculo y motivación. Con un entrenador que difícilmente habrá olvidado la derrota de hace 17 años, y con el reto inverosímil de conseguir su sexto título en un año, algo que nadie ha hecho. Algo que le haría igualar los 41 títulos desde que el fútbol es en color para igualar a La Banda de la era post Di Stéfano.
Semejante hito me ha hecho pensar en un huesudo navegante inglés, Sir Francis Chichester, que en 1967 hizo la primera circunnavegación del globo en solitario con un velero y una sola escala. A lo largo de su singladura, se obsesionó con el extremo sur de América, el temible cabo de Hornos. "Una tormenta de invierno sobre una costa batida por las olas es una experiencia para destrozar los nervios. No así el la mar del cabo de Hornos. Uno allí se entusiasma ante tan estupenda exhibición de sublime poder. La misma muerte resultaría insignificante con un escenario semejante", escribió.
Guardiola lo sabe: la muerte, en un escenario como el Mundialito no importa. La audacia por llegar hasta aquí, por conquistar el planeta y hacer historia lo compensan todo.

viernes, 11 de diciembre de 2009

Celebrar

Cuentan que la primera vez que Luis Miguel Dominguín se fue a la cama con Ava Gardner, inmediatamente de consumar la coyunda comenzó a vestirse a toda velocidad. "¿A dónde vas?", preguntó ella, asombrada. "A contarle a todo el mundo que me he acostado con Ava Gardner".
Sirva esta anécdota como introducción al extraño silencio barcelonista después de superar el que tal vez ha sido la fase de grupos más difícil de su historia en la Champions. Perfectamente el Barça podía haber sido eliminado, como el Liverpool o la Juve. Perfectamente podría haber acabado los miércoles europeos o, mucho peor, podría haberse ido a ese horror que es la antigua UEFA.
Es cierto que los pentacampeonatos y el Mundial de Clubes han elevado el paladar de esta afición; cierto es también que la ejemplarizante historia de Rafa Iglesias les ayudará a entender la importancia de derrotar al miedo al ridículo y respetar el deporte: http://www.publico.es/deportes/274268/intestino/esperar.
Por si no se han convencido de lo bello que es competir y ganar, vean la cara de Sinan Bolat, portero del Standaard de Lieja, en el momento más crucial de su existencia: acaba de clasificar a su equipo para -atención- la UEFA: http://www.youtube.com/watch?v=-bBbq-Mhk3I. En verdad es recomendable este visionado antes de empezar el día y salir corriendo por la portería.
Dominguín tenía alma de torero, pero bien podía haber sido futbolista, hacer buenas migas con Bolat para hablar con él sobre el secreto de la vida y el deporte: la importancia de celebrar.

sábado, 5 de diciembre de 2009

Algo sobre Guardiola

Hace semanas que se suceden noticias que nos recuerdan que el único integrante del vestuario del Barça que acaba contrato este verano es Guardiola. Existen varias opiniones respecto a su negativa a renovar -algo que La Potra ya habría cerrado de haber podido-, a saber:
1. Que está molesto por las condiciones salariales de su multitudinario e hiperprofesionalizado staff.
2. Que no quiere hipotecar al futuro presidente de cara a las próximas elecciones.
3. Que es tan meticuloso que quiere cumplir su contrato, acabar la temporada y decidir entonces.
En este foro somos muy partidarios de ese apasionante entretenimiento llamado humo (22ª acepción del diccionario de la RAE) y opinamos que tal vez haya una cuarta teoría a tener en cuenta: que no renueva sencillamente porque quiere cambiar de aires. Guardiola dejó el Barça como jugador porque quería ver mundo, aprender de otros lados (o como diría el maestro, desaprender: http://www.cadenaser.com/entrevistas/entrevista.html?encuentro=4755&docPage=25&ordenacion=desc, pregunta 10). Porque sabía que la carrera de un jugador es corta y quería vivirla al máximo.
Vivió calvarios indecibles en Brescia y Roma, en lo deportivo y por su dudoso dopaje. Luego, Qatar y México. Era un hombre inquieto, y no sería raro que aún lo fuera. Después de un bienio en el Barça que será recordado, podría pasar que Guardiola quisiera probar otro fútbol, imponer su sello en otro lado.
¿Dónde iría alguien como él, que puede elegir? El deprimido calcio no es una opción, y ya lo conoce. Si no tiene un ataque de exotismo, elegiría las Islas Británicas. Y de todos sus equipos, sólo dos están al nivel de lo que alguien como él podría buscar: Liverpool y United. Sabrán disculpar este ejercicio de nigromancia barata, pero qué osadía demostraría Pep si apareciera en Manchester para lograr el más difícil todavía: superar la leyenda de Ferguson como está haciendo con la de Cruyff.

miércoles, 2 de diciembre de 2009

Oro en el potrero

"Esos partidos de chico son los más lindos que he jugado nunca. Son inolvidables, más lindos que el de un campo grande. Por la sensación de libertad que tienes, porque haces lo que quieres, porque no hay responsabilidad. Se trata solo de jugar y divertirte". Leo Messi.
La grandeza del Balón de Oro es incuestionable incluso a pesar de Cannavaro. Entre los astros que lo han ganado, los hay que nos emocionan por su grandeza -Zidane, Baggio-, por su potencia -Ronaldo, Weah- o por su instinto asesino -Papin, Van Basten-. Uno puede discutir el criterio de los corresponsales de France Football, pero no se puede negar es que ese esférico dorado es el premio individual con el que sueñan los futbolistas.
Están también los que nos conmueven porque fueron uno de los nuestros: Stoichkov, la bomba de adrenalina, Rivaldo, aquel genio triste, los malabares de Ronaldinho. Por algún motivo, ninguno de ellos tiene la fuerza dramática de Messi, el que no crecía, el más bajo del equipo, nuestro hermano pequeño.
Un jugador de quien se ha dicho erróneamente que es el primer Balón de Oro de La Masia. Messi no pertenece al fútbol base barcelonista, ni a ningún otro club o entrenador. Aprendió su vértigo en otro lado. Messi es del asfalto, de las calles, del barrio, de la pared con la farola, el regate a la abuela furibunda y el sprint con el perro. De los que se encaraba con los mayores y jugaba contra gente de otros rincones de Rosario que llegaban a su potrero atraídos por su leyenda. Un jugador tan extraordinario que no nos duele que Xavi -la quinta esencia de La Masia- haya quedado a las puertas del cielo.
Sobre el terreno de juego, en una final, rodeado de profesionales, el diez del Barça nos recuerda que un día jugamos en el patio, en la plaza, en la calle poco concurrida. El balón podía acabar en el sótano, o bajo el brazo del vigilante aguafiestas, o en los morros de un mocoso felón. Nos hace pensar en cuando un caño pisado era más importante que un gol, en cuando éramos niños y el balón era un reto y una diversión.