miércoles, 30 de abril de 2008

Y te quiero tanto...

"Si beveu aigua de la font de Canaletes,
sempre més sereu uns enamorats de Barcelona
i per més lluny que us n'aneu, tornareu sempre"
Hay noches en que sólo los perros abandonados, los borrachos tristes y los cementerios vacíos son capaces de comprender al barcelonismo. Canaletes, que pudo ser una fiesta, se acostó ayer desolada, dando la bienvenida a lo que ya es oficialmente una nueva travesía por el desierto.
Con la ciudad de luto y miles de culés apátridas sumidos en la miseria, el calendario se muestra en toda su crueldad: la Cibeles espera a la Banda de Bernardo, la previa de la Champions asoma, Cruyff se niega a la evidencia de que hay que traer a Mourinho y los cinco meses que quedan para que vuelva el fútbol se antojan interminables. A un pueblo como el azulgrana, que durante décadas hizo de la lágrima su hábitat natural, no le es nueva la frustración del caer con honor. Y afortunadamente, es instalado en el rencor cuando saca lo mejor de sí mismo: del infierno nuñista brotó el Dream Team igual que del sonrojo gaspartiano asomó el equipo de Rijkaard.
Y en pleno rencor, uno espera por lo menos un placer postrero: asistir en el Camp Nou a dos tremendas pañoladas a Laporta y Txiki, que erraron dos veranos consecutivos para hundir a un Barça campeón. Suyo es el error, nuestra la pena, tan honda por decir adiós a este equipo asombroso y fugaz, que murió prematuramente a los dos años de nacer. La Maga, que perdió a su hijo pequeño en Rayuela, explicó nuestra desolación: "...Y te quiero tanto, Rocamadour, bebé Rocamadour, dientecito de ajo, te quiero tanto, nariz de azúcar, arbolito, caballo de juguete". Txiki y Laporta, Laporta y Txiki, y el Plenipotenciario.
El Barça ha muerto. No intentemos resucitarlo: démosle un funeral sentido, y volvamos. Nos lo pide la inscripción al pie de la farola más triste del mundo en esta noche lúgubre.

jueves, 24 de abril de 2008

Por su nombre le conoceréis

A 48 horas de la guerra de Old Traford me veo obligado a escribir sobre ese asombroso bípedo llamado Cristiano Ronaldo. Su nombre le define: ha hecho olvidar al explosivo ariete brasileño que amenazó con eclipsar a Pelé a finales de los 90. Su aceleración es tremenda, y sólo a base de faltas, agarrones, anticipación se salvó el Barça en el Camp Nou.
No voy a ocultar que me he pasado años acusando a este delantero que este año suma ya 39 goles de ser el heredero de Beckham como mayor fraude del mundo del fútbol. Tres razones había para que ensuciara el nombre de este artista de las Azores. El marketing, la vergonzante incapacidad de los defensas ingleses y una pasión tan exagerada por la noche que hacía imposible pensar que de verdad quisiera alcanzar la cima. Di Stéfano dijo hace poco que le parecía el número uno: "Es el más rápido", razonó.
Pero además, la estrella del United se llama Cristiano, y eso me ha traído a la memoria a un extremo que en los 70 jugó en el Sabadell y el Murcia y se llamaba Cristo. Era extremo, veloz y de buena técnica. El gran Julián García Candau asegura en La moral del Alcoyano que si no triunfó se debe en gran medida al miedo de la prensa de la época a titular cosas como "Cristo salvó al Sabadell" o "Cristo ficha por el Madrid". Tras años de injusto silenció mediático, el hombre se fue al modesto Palencia.
La estrella del United, con ese nombre suyo, nos traslada también al terreno de las creencias. Por eso cuesta pensar vaya a acabar con el Barça: Abidal y Touré son musulmanes, y Zambrotta, Puyol, Valdés y Milito no tienen otra creencia que la evidencia de que o ganan, o arde el Camp Nou. El siete del Manchester, además, es portugués, con lo que arrastra la leyenda del derrotismo y la melancolía de un pueblo acostumbrado a las grandes catástrofes.
Pobres cristianos, que acababan sus días entre la cruz y los leones.

La suerte es azulgrana

La caverna rezuma hoy optimismo. Siguiendo la trayectoria de este equipo desde la fraudulenta fase precia hasta el serio ejercicio de anoche, uno se da cuenta de que el Barça tiene a su lado el arma más poderosa: la potra.
En octavos nos cruzamos con el Celtic donde otros años habíamos encontrado al Chelsea o al Liverpool. En cuartos, que tuvimos que jugar sin Messi, al muy combativo Schalke 04, que nos hizo sentir como en una segunda ronda de Intertoto. Y ayer, entre la espada y la pared, el gran Cristiano Ronaldo falla un penalti por milímetros y Busacca se como otro clamoroso.
Cierto es que acabó el partido con 19 disparos del equipo de Rijkaard y seis de los de Ferguson, pero nadie puede dudar de que ayer se salvó el pescuezo y se sembró el pánico en Old Trafford, un estadio que se cree inexpugnable a costa de abusar de las peores defensas del mundo después de las de la liga congoleña.
Con la chorra tan descaradamente de nuestro lado -hasta la fecha el asunto me recuerda a la Champions del Liverpool y, atención, a la del Real Madrid de 1998- resulta obligatorio ser optimista por más que en este club se crea que la victoria hay que merecerla desde el virtuosismo, no desde dentro del área.
Este martes, en la que puede ser la noche más feliz en dos años, Messi podrá aguantar 80 minutos, Deco estará aún más asentado y Henry habrá convencido a quien convenga de que la final pasa por sus pies. Además, no hay duda de que el equipo volverá a apretarse como un cuádriceps troyano para dejar al United en un par de ocasiones.
Old Trafford no da miedo. Son 90 minutos, es fútbol y juega un Barça coronado con la mejor de las virtudes: la suerte.

domingo, 20 de abril de 2008

Morir con grandeza

Este equipo, a base de falta de fe, puntería, arrestos y suerte, se ha empeñado en ridiculizar mis profecías. Viendo a Kameni abortando una ocasión tras otra, a Bojan chutando tercamente lejos de los tres palos, ayer, 19 de abril, comprendí que este equipo está condenado a la sepultura.
Antonio Machado, que nada tenía que ver con el mundo del fútbol, habría entendido mi optimismo desaforado cuando asistía a la lenta muerte de su esposa Leonor. "A un olmo viejo, hendido por el rayo y en su mitad podrido, con las lluvias de abril y el sol de mayo algunas hojas verdes le han salido", escribió en un rapto de esperanza inútil. "Mi corazón espera también, hacia la luz y hacia la vida, otro milagro de la primavera", añadía.
Aun asumiendo este adiós al equipo que nos hizo soñar -adiós a Deco, quiera Dios que pueda mandar una última vez desde la medular; adiós a Ronaldinho que me empaña los ojos sólo de imaginarle fuera de su jardín privado-, es posible darles una despedida de reyes. ¿Recuerda alguien alguna temporada en que el Barça no haya firmado ni un solo gran partido, grande de los de verdad? Este año ha ocurrido. No hemos ganado bien a nadie. Y viene este Manchester que se siente fuerte procedente del país de los ciegos y un marcador se me aparece en la mente: 4-0. Porque ellos tienen la Premier y los azulgrana no tienen nada. Porque Milito y Touré están desesperados. Por Henry. Por un prodigio llamado Messi. Por las venas hinchadas de Etoo gritando antes del partido. El miércoles es el gran día.
Cuentan que el filósofo y sabio universal Emmanuel Kant, que nunca en su vida salió de su pequeña ciudad natal de Königsberg, decidió antes de morir salir de casa una última vez para dar un paseo. Rápidamente corrió el rumor por el lugar y al volver a su casa, de la que ya no volvería a salir, se la encontró llena de gente que le hizo un pasillo para rendirle su último tributo en vida.
Eso espero de este Barça: un último paseo, un ataque de orgullo, para arrollar al United y recordarnos a todos que nadie en los últimos cinco años ha jugado tan bien como este equipo moribundo.

miércoles, 16 de abril de 2008

Una botella en el adiós

En menos de 24 horas dos enamorados del balón le dicen adiós. Romário, el retaco que nos enseñó que un gol puede ser una obra de arte, se despide de los campos. Y Joan Sabaté, El Maradona de Les Rambles, rescatado por una pelota de los vicios que le habían robado la vida, no volverá a la calle más populosa del mundo a dudar de la ley de la gravedad con su paciencia de orfebre.
Así las cosas, esta noche de abril en que Valencia y Getafe han jugado con desesperación y orgullo es buena noche para darse a los alcoholes, mirar las estrellas y explorar la intuición: dicen los números que quedan 18 puntos para recortar una diferencia de nueve. Dice la cabeza que La Banda de Bernardo no ganará más de dos partidos hasta el final. Probablemente, sumará sólo ocho puntos más. Dice el corazón, que mucho miente pero nunca lo hace al calor de un gintónic, que el Barça puede perfectamente sumar 18 puntos para llevarse la Liga y llevar al borde del suicidio a los ronceros de este mundo.
Romário tuvo a toda una generación de niños culés rematando con el exterior del pie derecho y luego le rompió el corazón. Joan Sabaté se conformó con entretener a decenas de miles de turistas, y a beber del agua de Canaletes antes de cada espectáculo de malabares . Tal vez el Barça traicione mis pálpitos y no triunfe como Romário; pero debería, por lo menos, igualar a Maradona en dedicación. Porque el fútbol se acaba y antes de que eso ocurra, es preciso apurar este último sorbo.
Salud.

domingo, 13 de abril de 2008

La mantequilla mecánica

Cuentan que en los últimos meses de vida de Franco, las enfermeras del Hospital del Mar de Barcelona seguían atentamente los boletines radiofónicos para apuntar en una pizarrita todos los nuevos males que se le diagnosticaban al moribundo dictador. No lo hacían en plan Dr. House, sino por convencerse de que no se'n sortiria, por puro regodeo y también por un eficiente afán científico. La pizarrita acabó, según dicen, con una decena de inscripciones (Parkinson, infarto cerebral, tromboflebitis, etcétera).
Ocurre que el consultorio del doctor culé anda últimamente saturado con muchos pacientes y una sola pregunta: ¿Qué demonios tiene mi Barça? Y claro, la sintomatología es tan compleja que conviene recapitular.
1)Ronaldinho, Deco y Márquez, fundamentales en el Barça campeón, no juegan porque ya no pueden sacrificarse. Sin ellos en su mejor versión, está claro que el Barça es más frágil.
2)Las lesiones. Ninguno de los arriba nombrados entraría en este apartado. Pero basta decir que en la depresión onubense de anoche participaron Ezquerro y Víctor Vázquez. En la enfermería, Iniesta, Henry, Bojan o Oleguer (¿lo haría tan mal como Zambrotta?).
3)La fe. Éste es un equipo de sindioses. En las últimas cuatro visitas ligueras, han comenzado ganando y nunca se llevaron los tres puntos. El Barça es la fragilidad hecha equipo.
4)La tendencia. En el momento decisivo de la temporada, se han encadenado siete partidos de Liga con una triste y sola victoria. La goyesca cara de Puyol se ha contagiado a todo el mundo.
¿Qué nos queda, pues? Nos queda concentrar, como hacen los jugadores, todo nuestro rencor por ver a la triste banda de Bernardo líder en el Manchester United. Nos queda confiar en un prodigio llamado Messi, que probablemente no se haya lesionado antes de Sant Jordi. Y nos queda acordarnos de que este equipo está a tres partidos de entrar en la leyenda como campeón de Europa.

miércoles, 9 de abril de 2008

Una noche inolvidable

Qué diferencia entre ver ganar al Liverpool y ver pasar al Barça. Los de Benítez, Bestia Negra y pesadilla de Rijkaard, Puyol y del barcelonismo más sensato, estaban fuera en el minuto 84. Pero ahí refulgió su escudo. Un nuevo error arbitral a favor, penalti y todo resuelto. Es la fuerza de un equipo que siente que Europa es su jardín privado, de un escudo maldito que sencillamente no contempla la derrota como una posibilidad.
Y ahí estaba el Barça, jugándose el año con Sala-Martín reconociendo que Ronaldinho no tiene ninguna lesión- de hombros para abajo, se entiende-, con la afición dando la espalda al equipo, con silbidos a Rijkaard a la menor ocasión y con un once adornado por la graciosa presencia de Thuram y Zambrotta. En los primeros 20 minutos, parecía que jugaran 15 alemanas contra cinco del Barça. El pánico campó a sus anchas, pero el equipo sobrevivió porque tiene aún cuatro jugadores que saben cuándo hay que apretar los dientes y hacer aquello tan bello de atarse los machos.
La de ayer pudo ser una noche trágica, una hecatombe. Pero el Barça resistió y llegará a semifinales con un Camp Nou a tope, con Messi en el banco afilando esa mirada de vengador veinteañero que se le ha puesto y con una troupe de futbolistas que saben que se juegan la vida. Ferguson tiene motivos para preocuparse, porque su equipo, capaz de imponer un ritmo trepidante al juego, no tiene el fútbol que algunos le suponen.
Otra cosa es el Liverpool. Ama Europa y llega a los precipicios con la moral a tope y la sintonía con su rupestre afición por bandera. Al Barça, en cambio, le van las luchas fratricidas en el peor momento. Ésa es la grandeza de este equipo que ayer, en una noche en que un viento de tragedia sopló en Barcelona, se metió en su décima semifinal de la mejor competición del mundo. Pocos recordarán el partido de ayer dentro de cinco años. Pero fue una gran noche, en la que un funambulista borracho y despechado sobrevivió a su propio abismo.

lunes, 7 de abril de 2008

El que sabe, sabe


Había que verle la cara el pasado 26 de junio a Joan Laporta durante la presentación de Henry. Sonreía como un niño bobo contemplando la euforia de la grada, que se sentía orgullosa después de doce meses de tortura. Aquel mismo 26 de junio, otro hombre ambicioso fruncía el ceño, se rascaba una oreja y sonreía satisfecho.
Una de las grandezas del fútbol es que aparentemente entra por los ojos. El juego, el balón y los gladiadores constituyen un guión tan divertido como comprensible. Y de ahí que a la que uno ha visto 50 partidos piense que ya lo sabe todo sobre este deporte. "De fútbol, toros y medicina todo el mundo opina", dicen, desolados, algunos matasanos. Me uno a su dolor: el fútbol es una ciencia compleja y difícil de dominar.
Rosell tiene muchos defectos, pero tiene olfato para esto del balón. Además de haber gestado al Barça campeón 2004-2006, sus profecías ponen de relieve su capacidad para entender los secretos de un juego que se basa en los cracks. Cuando alertó de que el Henry que había fichado por el Barça no valía 24 millones, acertó. (Nota al pie: soy de los que piensa que una Champions no tiene precio y que ésta nos la dará el más rencoroso de los delanteros de este equipo, con lo que se le perdonará su ausentismo).
Off the record, Rosell ya predecía a principios de temporada, cuando parecía que la Liga era un asunto sencillo, que la temporada sería catastrófica. Acertó también. El antiguo hombre Nike tiene una ambición tan enorme que asusta, como la del mismísimo Laporta, y trae consigo al grupo de comunicación que pedía la beatificación de Núñez. Y cuenta con un dominio de sí mismo y de las relaciones que jamás tendrá el amic Jan.
Y, por cierto, sabe de fútbol.

sábado, 5 de abril de 2008

Sin funeral no hay adiós

"En el decurs de l’entrenament d’ahir en una acció fortuïta el jugador va patir una estrebada muscular a l’adductor mitjà de la cama dreta. La ressonància realitzada aquest matí confirma una ruptura muscular que el mantindrà un temps aproximat de baixa de sis setmanes".
Con estas tres escuetas y crueles líneas anunciaban hoy el Barça y Ronaldinho el adiós del jugador más importante de los últimos 40 años de historia del club. No me siento capacitado para juzgar a Gamper y Samitier; pero sin duda Ronaldinho ha sido el más grande desde Kubala. Su adiós requería mucho más que 47 palabras, que esta vez no suenan a puñalada sino a pacto.
El barcelonismo necesita llorar al jugador que le devolvió a la elite, al Ulises que le llevó a Ítaca. Nada más conocer la noticia, me he acordado de la antropóloga Martine Segalen, que en Ritos y rituales contemporáneos escribe lo siguiente: "Muchos entierros sin ritual han dejado a los vivos desolados". El barcelonismo ha soñado mucho con Ronaldinho volando en Moscú, golpeándose con rabia el escudo para gritar su última hazaña, recordándonos que es tan historia del club como el campo de Les Corts.
Pero no, resulta que quiere hacernos creer que nos bastará verle entrenar con peto para despedirnos de su melena. Aún tengo confianza en que se repita la escena de la primera vez que le vi en persona. Fue en la ciudad deportiva del PSG, durante el gélido enero de 2003. Enfrentado como estaba con Luis Fernández, todo el mundo sabía que se marcharía de un club donde se le veneraba. Un niño, pegado a las vallas, comenzó a llamarle por su nombre. Ronaldinho pasó corriendo y parecía que ni siquiera le había oído. Pero en el último momento, a cinco metros de donde yo estaba, se paró y se giró para buscar al dueño de aquella voz. Con una sonrisa le saludó y le dijo adiós con la mano. El niño se marchó feliz.
Ronnie, aquí somos el Barça, un poco cabrones, ya sabes. Nos cuesta mucho ser felices. No queremos un adiós facilón en el Gamper. Te queremos riendo en Moscú para que nos hagas llorar a todos en El Prat el día de tu adiós. Porque sin lágrimas no hay adiós.

miércoles, 2 de abril de 2008

De regreso al hogar

Os haré una confidencia: el nombre de este blog surge no sólo de la primitiva condición del buen aficionado al fútbol. Desde que empecé a informar de este equipo el 8 de febrero de 2005 -la misma fecha del cumpleaños de Stoichkov, para qué lo voy a ocultar, y fecha también de la fundación de esta humilde empresa- muchas veces he pensado que los periodistas del Camp Nou hacemos poco menos que interpretar señales de humo y sombras deformes en la pared.
Certezas hay pocas, dudas, muchas, y miserias, aún más. Con el tiempo me he convencido de que la aproximación más agradecida y honesta que uno puede tener con este mundo es la del puro aficionado, y por eso esta noche de abril quiero celebrar mi adiós a las acreditaciones y mi regreso a la bufanda.
La primera amiga que hice en un medio de comunicación, que por cierto se había dedicado a cosas tan nobles como el doblaje de cine porno, me dio una vez un consejo que no he olvidado: "No te dediques a lo que más te gusta; acabarías odiándolo". Porque el becario que fui no la ha olvidado y porque creo desaforadamente en el periodismo, la primavera me ha regalado cambiar a la sección de Sociedad.
No temáis por esta caverna; aquí seguiréis encontrando mis alaridos, mis profecías y las confesiones de las antorchas infiltradas que iluminan nuestra gruta. Una última cosa os diré: esta noche la primavera ha sonreído, como lo han hecho Bojan y Eto'o. Incluso he creído ver, por un momento, la sonrisa de Milito en pleno acoso alemán, encantado de ver a todos sus compañeros disponiéndose a sufrir.
Por qué ocultarlo: el niño culé que llevo dentro también sonríe, sabiendo que volverá al campo con licencia para insultar.